Lo nuestro no existe

Nuestra relación siempre se basó en la más completa indiferencia. Cada uno sabía que el otro existía, y a ninguno de los dos nos importaba. Éramos parte del fondo. Así como hay nubes que aparecen y desaparecen, cada uno de nosotros podía estar o no estar. Desde el punto de vista del otro, no hacía diferencia.
Nunca hablábamos. Capaz que nos cruzábamos. En esos casos se producía algo de comunicación. Nos mirábamos lo suficiente como para saber que alguno se iba a correr, entonces ambos podíamos seguir nuestro camino sin interrupciones.
Estaba establecido así, aunque nadie había tomado la decisión de que así fuera. No nos caíamos mal, simplemente vivíamos nuestra vida, sin ejercer ni buscar influencia entre nosotros. Cada uno de nosotros se relacionaba con gente, incluso con varias de las mismas personas, pero nunca se nos ocurrió la posibilidad de relacionarnos.
Ni siquiera nos tomábamos el trabajo de ignorarnos. No era una cuestión de decidirlo. Simplemente, cuando se repartieron las barajas aparecimos en mundos diferentes, con nada en común, sin razones que nos atrajeran. Y al crecer, crecimos hacia lugares distintos. Nuestros caminos, ya separados, se fueron separando más. Y no nos extrañamos, ni nos detuvimos a preguntarnos por el otro.
Yo, a veces, me acuerdo. Se me ocurre la posibilidad de reestablecer algún tipo de relación. O de establecer. Pero no hago nada. No me importa lo suficiente. Aunque sí tomé nota de la inexistencia de esa relación. Me pregunto si la otra parte también lo sabrá.

Mi tolerancia

Sepan que hay gente que no acepta lo que yo acepto. No todos son tan tolerantes como yo. Ojo, uso la palabra “tolerante”, pero no es que esas cosas que alguna gente no acepta y yo sí sean cosas que tenga que hacer un esfuerzo por tolerar. En realidad no me limito a tolerarlas, las acepto. Que es lo que dije en el primer momento.
Hay gente que no. No sé por qué, no sé en qué les afecta, pero no aceptan estas cosas que para mí son perfectamente aceptables y ni siquiera tengo que reprimir algún instinto de rechazarlas. Ellos son al revés. No sólo se les ocurre rechazarlas, sino que las rechazan. Algunos lo hacen en público, exhibiendo su intolerancia para que los demás lo sepan. Piensan que es un ejemplo para los demás, y creen que los que aceptamos esas cosas estamos locos.
Yo no soy de ésos. Yo soy mucho más abierto. Lo pueden ver en esto que estoy diciendo. Yo no rechazo esas cosas que rechazan los demás, y que sé que ustedes tampoco rechazan. Sé que el zeitgeist está de mi lado, y estoy contento de que por fin me haya alcanzado. La verdad, no sé por qué se demoró tanto. Estaba tan mal informado que no me daba cuenta de que me salía de la norma. Por suerte eso se corrigió y ya está, ahora somos mayoría los que aceptamos estas cosas. Y estoy contento.
Aunque quedan algunos que todavía rechazan todo eso. Queda claro que yo no soy de ésos. Me parece que tenemos que hacer algo. Convencerlos, o destruirlos. Pero lo tenemos que hacer todos juntos, desde la fortaleza que nos da tener razón.