Obra revolucionaria

Benjamín no tenía un pensamiento político. Tenía algunas simpatías, sí, pero no obedecían a un análisis exhaustivo ni a un entusiasmo particular. Era más bien ajeno a lo que ocurría en la política. Se concentraba en su obra literaria, que era aclamada por sus contemporáneos. Se la exaltaba como revolucionaria.
El gobierno del país donde Benjamín vivía desconfiaba de los escritores en general. Y los elogios a la obra revolucionaria de Benjamín hicieron que tuviera problemas con las autoridades. Varias veces fue detenido y sufrió allanamientos. Tuvo que explicar en diferentes oportunidades que no pertenecía a ninguno de los grupos revolucionarios que pretendían tomar el poder en el país. Él no era revolucionario, su obra lo era.
Benjamín lamentaba tener que explicar un concepto tan simple a los agentes del gobierno. Los episodios autoritarios le habían hecho perder respeto por un régimen por el que antes había simpatizado hasta cierto punto. Pero no llegó al punto de unirse a sus enemigos. No sabía qué se proponían los grupos revolucionarios, y tampoco le interesaba demasiado enterarse. Él estaba en otra.
Ocurrió luego un vuelco en la situación. Uno de los grupos revolucionarios consiguió su objetivo de hacerse con el poder. De inmediato recayeron sobre Benjamín grandes honores, como autor revolucionario que era. Estos honores le molestaron bastante, porque lo distraían de las actividades que él prefería realizar, en particular continuar la obra revolucionaria que había sabido crear.
Los homenajes públicos llegaron en demasía, a tal punto que se volvieron más molestos que las persecuciones del antiguo régimen. Los ahora opositores vieron en esos homenajes una reivindicación de su postura sobre Benjamín, y lanzaron un enérgico repudio a su figura.
Benjamín se vio en una encrucijada. Pensó en aclarar al público sus simpatías, o su falta de ellas, pero no era bien visto en el clima reinante. También quiso explicar la diferencia entre el autor y su obra, y decidió hacerlo mediante su obra.
Pero fue inútil. Eran muchos más los que admiraban su obra por lo que pensaban que debía ser que los que la leían, y de estos últimos sólo un porcentaje entendía lo que Benjamín quería significar. De los que entendían, algunos ya lo sabían, y otros decidían ignorar las posturas citadas.
Fueron estos últimos quienes se convirtieron en el sustento intelectual del régimen que estaba en el poder. Ellos se ocuparon de refutar las objeciones de Benjamín, porque después de todo un autor no es la persona más indicada para analizarse a sí mismo.