El suicidio de los inmortales

Cuando somos inmortales, tenemos todo el tiempo del mundo. Y también más. La tranquilidad que nos da ser inmortales es que nos permitirá tener toda clase de experiencias, sin que importe el tiempo que cada una toma. Ser inmortales nos libera del límite que teníamos, que nos obligaba a elegir qué hacíamos y qué no. Ahora sólo debemos elegir el orden en el que hacemos las cosas.
Una consecuencia de esta inmortalidad y de las variadas experiencias que nos posibilita es que no todo lo que experimentemos será bueno, o agradable. Atravesaremos diferentes tiempos, algunos más propicios que otros, sin tener más que la influencia de una persona para cambiar lo que nos parezca injusto o terrible. También atravesaremos distintas situaciones personales, algunas alentadoras y otras tremendamente tristes.
Es inevitable que tarde o temprano entremos en depresión. Del mismo modo, saldremos de ella. Y volveremos a entrar. No tiene que ver con nuestra personalidad, sino con la estadística. Si tenemos todos esos años, es imposible que no pasemos por circunstancias que nos alteren nuestro equilibrio mental. Tendremos también euforias, tristezas, ansiedades y todas las emociones posibles.
Claro que una de ellas es la depresión severa. ¿Qué posibilidades hay de que, entre ahora y la eternidad, no nos encontremos en una situación a la que no le vemos salida, por más que intentemos? Podrían pasar muchos milenios hasta que ocurra, pero tarde o temprano llegará. Y con ella vendrá la idea del suicidio. De terminar de una vez por toda esta vida longeva, porque el sufrimiento no se puede soportar más.
Pero el suicidio no será una opción, precisamente por la inmortalidad que nos ha sido conferida. No nos quedará más remedio que seguir adelante, y cuando salgamos, también inevitablemente, del pozo, seremos más fuertes que antes.

Distrito de suicidios

El municipio ha declarado a este sector de la ciudad “distrito de suicidios”. Dentro de sus límites, quedan abolidas todas las leyes referidas a suicidio. Es, en efecto, una zona liberada para quitarse la vida.
Se solicita a los suicidas utilizar los recursos que encuentren en ese sector, y no hacerlo en ninguna otra parte. Este es el único lugar de la ciudad donde se permite dicha actividad. Hacerlo en otro lado puede resultar perjudicial para el resto de la población.
En el distrito de suicidios, se han tomado todas las precauciones necesarias para que los suicidios terminen en sólo la muerte del interesado, sin que el proceso afecte a terceros. Los puentes tienen suficiente distancia hasta el agua. Las veredas que rodean a los edificios altos han sido cerradas al tránsito. Hay líneas de puntos que delimitan inequívocamente las zonas de aterrizaje. Se solicita al suicida respetarlas, y del mismo modo se solicita a los transeúntes no cruzarlas.
Para poder utilizar las instalaciones del distrito de suicidios es necesario sacar turno a través del sitio web del municipio. Según la urgencia, se le asignará un horario. El comprobante impreso deberá ser exhibido ante las autoridades del distrito, que otorgarán los elementos requeridos. Estos elementos se otorgan en calidad de préstamo, y serán recuperados al concluir su uso.
El aspirante a suicida gozará, a su vez, de un boleto gratuito en transporte público, sólo de ida, desde su domicilio registrado hasta el límite del distrito. Una vez ahí, será recibido por un equipo de expertos, que le tomarán los datos propios, los de los herederos, y le preguntarán de diferentes maneras si está seguro. En caso de tener dudas, los psicólogos del distrito estarán a disposición para aclarar sus pensamientos y darle ánimo.
Cuando el aspirante confirma el deseo de realizar el acto, puede entrar en la zona y es libre de elegir el método. El suicidio se realiza bajo su exclusiva responsabilidad, y bajo su propio riesgo. El municipio no asumirá los costos médicos devenidos de un suicidio fallido. El aspirante deberá estar preparado para esta eventualidad.
El distrito de suicidios está abierto los días hábiles, de 9 a 18. Al finalizar, se realizarán las tareas de recolección. Se ruega no excederse del horario estipulado. En caso de duda, puede llamar al teléfono gratuito del municipio, donde le responderán con mucho gusto.

En el camino

Él estaba en la terraza de un edificio de veinte pisos. Cuando juntó el coraje necesario, se tiró.
Cuando pasó por el último piso vio las persianas cerradas.
En el siguiente dos personas tomaban mate mientras miraban un noticiero por televisión.
Luego vio a un hombre que escribía en una notebook.
En otro piso un adolescente trataba, sin éxito, de tocar la guitarra.
El suelo y la muerte se acercaban. En una ventana vio una ama de casa que estaba haciendo el repulgue de una tanda de empanadas.
También vio un departamento en el que no había nadie pero las luces estaban prendidas.
No ocurría lo mismo en el siguiente piso. Ahí había mucha gente con las luces apagadas en lo que probablemente era una fiesta.
Reconoció la agencia de importaciones del piso 13. Tres empleados hablaban por teléfono mientras otro leía una revista de autos.
Por distraerse mirando a los empleados, casi se raspó con un cartel de chapa que anunciaba que se vendía un departamento en el piso siguiente.
Alrededor del piso 11 empezó a sentir arrepentimiento de la decisión de tirarse.
A medida que su caída avanzaba, vio una colección bastante grande de discos prolijamente almacenada en la biblioteca de uno de los departamentos, pero no alcanzó a reconocer cuál estaba escuchando el dueño.
Unas milésimas de segundo más tarde, el arrepentimiento se le pasó y volvió a estar seguro de querer quitarse la vida (algo conveniente dada la actividad que estaba llevando a cabo).
Un par de palomas que estaban subiendo por donde él bajaba, y al mismo tiempo atravesó una ráfaga de aire caliente que provenía de un aire acondicionado que estaba funcionando plenamente.
Cuando había pasado un tiempo prudencial, piso miró hacia abajo y vio el suelo. Ya se notaba más grande que cuando había mirado por última vez, antes de tirarse. Había gente, y algunos lo señalaban a él. Otros, más prudentes, se alejaban del inminente lugar del hecho.
Más o menos a la altura del quinto piso, su vida empezó a pasar ante sus ojos. Terminó cuando estaba pasando por el cuarto. Ahí se inició el tiempo de descuento no incluido en la recolección que acababa de terminar.
En el tercer piso se raspó un poco contra algunas ramas de un árbol, pero se consoló pensando que los raspones no iban a tener importancia una vez que llegara.
Ahora el suelo estaba mucho más cerca, y se distinguían las baldosas que el portero había limpiado sin saber que era inútil.
Miró por la ventana del segundo piso. Una mujer que miraba desde el otro lado lo vio y él no pudo ver que se alarmara mientras pasaba.
En el primer piso vio a un dentista trabajando en la boca de un paciente.
En la planta baja, en el hall de entrada, estaba el portero barriendo el piso, sin percatarse de que había una persona cayendo. Pensó en saludarlo pero no tuvo tiempo, porque inmediatamente impactó.