San Fermín vía satélite

Desde hace algunos años he desarrollado una fascinación por los encierros de San Fermín. No es que sea un entusiasta taurino: esas cosas me parecen bastante horrorosas. Todo lo referido a las corridas de toros es una cultura de la que sé poco y nada. Sin embargo, me encuentro con que durante la semana del 7 al 14 de julio me hago un momento para ver, a las 3 de la mañana, cómo en el centro de Pamplona un montón de personas se largan a correr con los toros.

Lo pasan por TVE, transmisión que habitualmente levantaba Crónica (que en los últimos años vendió ese espacio para infomerciales). Prácticamente todo lo que sé sobre esta fiesta es lo que aprendí o deduje al mirar este evento por televisión. Aprendí algunas de las costumbres, y algo del léxico.

La transmisión es igual todos los años. Está estructurada como un evento deportivo. Hay dos conductores: una mujer y un hombre. Este último, por lo menos, es siempre el mismo, y se nota que es un periodista especializado en temas taurinos. Una especie de Macaya Márquez de los toros. Hace comentarios sobre las costumbres y cómo han cambiado en el tiempo. Conoce a muchos de los que corren. Hace predicciones sobre cómo puede ser el encierro, de acuerdo a factores climáticos, de calendario o de las características de la ganadería que puso los toros (es una distinta cada día).

Antes y después hay reportajes a distintos protagonistas. En la previa, es habitual escuchar el testimonio del dueño de la ganadería de turno. El año pasado hicieron una nota a un proveedor de material antideslizante que colocan en el suelo para evitar que toros y personas se resbalen, aunque no es infalible. Después, tratan de conseguir que hablen algunos de los corredores, que cuentan algún pormenor.

La transmisión en sí es de gran nivel, digno de un juego olímpico. Las cámaras cubren el recorrido en forma integral, y consiguen planos muy certeros de distintos episodios. Se nota un nivel profesional muy alto. Refleja la mismo tiempo el respeto por la tradición y el valor de innovar. A medida que pasan los años se pueden notar mejoras, planos que en otras épocas no eran posibles.

Poco antes de la hora de soltar a los toros (8 de la mañana), los corredores realizan tres cánticos a San Fermín, el patrono de Pamplona. Piden (en castellano y en vasco) que el santo los guíe en el encierro. Lo que me lleva a pensar que la carrera en sí es una especie de prueba de fe: “como el santo me protege, me voy a exponer al peligro de correr con los toros y no me va a pasar nada”.

Durante esos cánticos, el director muestra a la multitud, todos cantando mientras enarbolan diarios enrollados. Cada tanto, se produce un contraplano a la figura del santo. Que a pesar de ser un objeto inanimado, el director considera que es su deber mostrar cómo escucha. Es una prueba de fe aún más grande.

Luego de tres cánticos, se anuncia mediante una cañita voladora que se ha abierto la puerta de los corrales. Los conductores se llaman a silencio como en los partidos de tenis. Los toros salen corriendo, guiados por otros toros llamados “cabestros” (Wikipedia me informa que son toros mansos que se usan para indicar el camino a los otros).

A los pocos metros se encuentran con la multitud. Algunos corren a la par de los toros. Otros se ponen delante de los toros y tratan de ganarles la carrera. Las personas se chocan entre sí. Los toros se resbalan. Rara vez un toro ataca a una persona directamente, pero las cornadas no distinguen intención o accidente.

Las personas (casi todos hombres, pero se ven algunas mujeres) corren en todas las direcciones. Si se caen, se quedan en el suelo porque los puede agarrar un toro en carrera. Desde los balcones, decenas de turistas que han pagado mucho dinero miran fascinados los acontecimientos. El circuito está cerrado (sospecho que por eso se llama “encierro”) y conduce a la plaza de toros de Pamplona, donde los toros serán matados en las funciones de la tarde (aunque sospecho que “funciones” no es el término correcto). Entran a la plaza, atraviesan la arena y se van para el corral. A veces los toros llegan todos juntos. Otras veces las manadas se dispersan y quedan algunos rezagados, que llegan más tarde.

Todo el trayecto suele durar alrededor de tres minutos. Cuando el último toro entra en el corral suena otra cañita voladora, que indica que el encierro ha terminado, y la plaza de toros llena irrumpe en un aplauso.

Durante el encierro, los conductores mantienen el silencio total. Un cronómetro en pantalla indica la duración. Luego del final, el Macaya Márquez taurino hace los comentarios pertinentes, mientras se exhiben las repeticiones, que muestran la envergadura de la puesta de cámaras. Se observan episodios que ocurrieron a toda velocidad en la carrera inicial, y también algunos que quedaron afuera, porque la transmisión en directo no puede mostrar todo lo que ocurre en el circuito de alrededor de 700 metros.

Los comentarios muchas veces resultan risueños para alguien que, como yo, no está acostumbrado al mundo de los toros. Llama “bonitos” a algunos episodios en los que se ve a alguien que corre y la cornamenta no llega a destriparlo. Y en ocasiones, cuando hay personas (“mozos”) que hacen cosas como provocar a los toros, el comentarista se enoja ante la irresponsabilidad que muestra ese individuo en el medio del evento en el que se suelta a los toros para que corran entre la gente.

Este comentarista siempre tiene algo para decir y para rescatar de todo encierro. La única vez que lo vi sorprenderse mucho fue en 2015, cuando uno de los toros (llamado Curioso) salió del corral con los otros, y cuando vio la escena que se desarrollaba en las calles de Pamplona, dio media vuelta y se volvió al corral. Ese día el encierro técnicamente no terminó, y el comentarista dijo que nunca había visto algo así. Al año siguiente volvió a pasar que un toro quiso volverse, pero se ve que actualizaron el protocolo, y no lo dejaron entrar en el corral. Lo hicieron asistir al encierro como cualquiera.

Pocos minutos después del final del encierro, la periodista de “campo de juego” acerca el micrófono a un representante de la Cruz Roja, que da el primer parte de heridos. Informa la cantidad de personas que debieron ser trasladadas a hospitales por distintos motivos: el más habitual es la contusión. Se pone especial énfasis en informar si hay heridos por asta de toro, que no suele ocurrir.

Siempre me sorprende la aparición del parte de heridos. Todos tienen claro que va a haber heridos, y expresan el deseo de que sean pocos. La Cruz Roja tiene varios puestos para atender rápidamente a quienes lo necesiten, y ambulancias para llevarlos. Hay despliegue de recursos muy grande al servicio de que el episodio en el que la gente corre a toda velocidad con seis toros sea organizado y previsible.

Y eso es significativo. Es fácil cargar a los que corren con los toros, porque desde nuestro punto de vista no puede ser más absurdo. Ni hablar de las corridas, donde con valor, belleza y elegancia asesinan lentamente a un toro. Sin embargo, está claro que para esta gente es muy natural. No hay en la transmisión ni un atisbo de la idea de que el encierro pueda ser objetable.

Es posible pensar que tarde o temprano el encierro y las corridas dejarán de hacerse, por razones de crueldad hacia los animales, o las que sean. Claramente implicaría un cambio cultural, pero hemos visto muchos cambios culturales.

Mientras tanto, el Estado usa sus recursos, incluyendo la televisión pública, no para promover una opinión, sino para que esta costumbre de tiempos inmemoriales de correr por las calles de una ciudad junto a los toros se realice de la manera más civilizada posible.

Mirarlo por TV

Yo soy artista. Acá me ven, haciendo arte. Pero, siendo que hace tiempo que soy un artista que hace arte, ya es hora de que me pronuncie sobre una de las inquietudes más importantes de nosotros, los artistas. No sé qué me habrá hecho demorar tanto. Pero bueno, ahora estoy enmendando mi error. Es hora de repudiar la televisión.
Verán, la televisión es una porquería. Es mala, mala, porque aleja el arte de la gente. No como nosotros, que lo acercamos a la poca gente que nos ve. Sólo les interesa ganar plata. Están lejos de las pretensiones que tenemos los artistas. Para nosotros el dinero es algo secundario. Algo de lo que deberíamos poder prescindir. No es nuestra principal preocupación.
En cambio, en la televisión es todo negocio. Y hacer negocio es malo. Porque ganás plata. Y ganar plata está mal, porque te aleja del arte. A menos que se la des a artistas como nosotros. Pero en ese caso estaríamos convirtiendo al arte en comercio. Y no puede ser. El arte vale por sí mismo, no por su expresión monetaria.
En la televisión no hay poesía. No hay literatura. La gente en la televisión no lee, no mira cuadros, no escucha óperas. Tampoco se televisan óperas para que las veamos nosotros. No, en su lugar hay programas, noticieros, series, que atraen a las masas como palomas a las que se les tira un grano de choclo.
La gente va y se engancha. Voluntariamente, porque son ignorantes y quieren seguir siéndolo. No vienen a verme a mí, que les puedo dar arte, que les puedo alimentar el espíritu. Prefieren ir a lo fácil, a lo que está al alcance de sus manos, a los que los entretiene sin necesidad de salir de su casa. No quieren hacer el esfuerzo de venir a verme a mí, o de leer lo que escribo, y ponerse a pensar. Porque lo que hago yo requiere que los demás piensen, mediten. No es de consumo instantáneo. No. Lo mío es Arte, y es lo contrario de lo que hacen en la televisión.
Tenemos que unirnos todos contra la televisión. No ir cuando nos invitan, si nos invitaran. Pero sobre todo no mirarla. No saber qué es lo que pasan. Eso nos puede costar una desconexión con nuestra cultura, pero si lo miramos bien en realidad es al revés, nuestra cultura se desconectará de nosotros. Seremos la vanguardia, aunque no tengamos a nadie atrás.

El Domingol del negocio

Una nueva fuente de ingresos para los clubes puede ser televisar las reuniones en las que se negocian los pases.

Los clubes son instituciones pertenecientes a sus socios, que en muchos casos están desperdigados por el mundo. Todos tienen derecho a saber cómo marchan los intereses de su club, qué pasa, qué no pasa, qué factores se tienen en cuenta para la contratación de jugadores. Hasta ahora, todo ocurre por abajo de la mesa. Las negociaciones son objeto de misterio y, por lo tanto, de sospecha.

Muchas de las reuniones donde se desarrollan los negocios tienen claro interés público. Todos los canales de televisión apostan móviles en las puertas de las salas, mientras un equipo periodístico intenta brindar a la audiencia los pormenores de la reunión por caminos indirectos, aún cuando la reunión está en curso y no se resolvió nada. Los móviles informan quién va ganando y calculan la hora a la que terminará. También especulan acerca de las diferentes posibilidades de desenlace para todos los protagonistas.

Al finalizar las reuniones, se busca el testimonio de quienes participaron en ellas. A veces se lo consigue, a veces no. Pero, de todos modos, muchas veces lo conversado termina trascendiendo, y es inevitablemente desvirtuado por las diferentes repeticiones sin fuente clara.

Es cada vez más notorio, estamos ante la presencia del Domingol de las negociaciones.

Por eso, tal vez lo mejor sea directamente terminar con la vía indirecta y televisar en su totalidad las reuniones de negociaciones de pases. Armar una especie de ESPN-Span (?). Las transmisiones pueden tener comentaristas que vayan interpretando las distintas posturas de los que se sientan a negociar, y zócalos que vayan tirando datos como “la última vez que se ofreció esta cantidad de plata fue por X jugador” o “siempre que el presidente usó esa corbata el pase se terminó haciendo”.

Seguramente, la presencia de las cámaras tendrá influencia sobre la conducta de los que negocian. Habrá cosas que no querrán que salgan a la luz. Pero tal vez todo sea mejor si las negociacione se liberan de esos puntos oscuros. Todo arriba de la mesa, cuentas claras preservan la amistad, chancho limpio nunca engorda (?)

Pero, y esto es lo más importante, el hecho de que se televisen las negociaciones implica un ingreso para el club. Tal vez ese ingreso televisivo sea la diferencia entre que un pase se pueda hacer o no. Televisar las reuniones puede, entonces, mejorar el fútbol sobre la cancha, sin terminar en lo abstracto. Se entrará en un círculo virtuoso en el que la información abierta generará beneficios para todos.

Con el tiempo, se puede expandir la televisación a las reuniones de comisión directiva de los clubes, o de Comité Ejecutivo de la AFA. Incluso las de la FIFA o el International Board. Podremos enterarnos de qué se habla en todas esas instancias, cuáles son las técnicas de negociación de algunos virtuosos de la diplomacia. Y podremos deleitarnos, como los antiguos griegos y los que asisten a sesiones del Senado, con el exquisito arte de la oratoria.

Próxima entrega de Ideas que Jamás se Implementarán: fútbol a caballo.

Cómo aparentar sabiduría

Usted ha sido designado comentarista del Mundial. En ese momento le viene el miedo: “pero si yo no sé nada de fútbol”. No se preocupe, puede recurrir a simples trucos para salir del paso y quedar como un estudioso del deporte.

1. Tome a su público como lo que es

En un Mundial, la gran mayoría del público no sabe nada de fútbol, igual que usted. Con lo cual, con sólo explicar aspectos básicos quedarán impresionados por su performance. Puede aclarar la regla del off-side, decir el tamaño exacto de los arcos o agarrarse de lugares comunes sobre cada equipo (“Brasil juega bonito”). Si no conoce estos conceptos básicos, se los puede preguntar a alguno de los otros enviados, o a su equipo de producción, que está para ayudarlo a usted a quedar bien.

Aparte, en el Mundial es cuando las mujeres miran fútbol masivamente. Y las mujeres saben menos que usted, por lo que es una gran oportunidad para impresionarlas.

2. Evite el tema

Es muy útil hablar de algo distinto al fútbol, de esta manera su falta de conocimiento al respecto no quedará tan en evidencia. Hable de las características del país que está visitando, de la temperatura, de lo que ocurre a su alrededor. Comente si el café que está tomando es sabroso. Puede hacer también chistes internos, con lo que generará una inemdiata complicidad con el público.

3. Use los datos que tiene a mano

La FIFA proporciona una serie de estadísticas que vienen muy bien para rellenar. Son 90 minutos de transmisión de partido, más entretiempo, antes y después. Entonces conviene tener cerca las planillas oficiales. Allí se encontrará con la altura de los jugadores, la edad, la cantidad de partidos jugados en clubes y selección y otros datos pertinentes. Así, cuando tome protagonismo algún jugador, usted podrá tirar esos datos y parecer que sabe mucho.

En el transcurso del partido, le acercarán otras estadísticas, como porcentaje de posesión del balón, o la cantidad de kilómetros que corrió cada jugador. Puede usarlas también. Insértelas en su comentario durante el segundo tiempo, para dar la ilusión de que usted está siempre informado.

4. PNT

El acrónimo significa “Publicidad No Tradicional”. Son los que se conocen vulgarmente como “chivos”. No se preocupe, no va a pisar terreno nuevo y desconocido, en la televisión no hay nada más tradicional que los PNT. A pesar de que en general están prohibidos por la FIFA, igual puede usarlos con cierta moderación. Mencione varias veces el nombre del canal en el que está transmitiendo, hable de los próximos partidos que van a televisar. Incluso, puede hablar de otros programas, por ejemplo el que va después del partido. Esta información irrelevante le ayudará a ocupar preciosos segundos de transmisión, y con ella tendrá menos cosas que decir sobre el partido en sí.

5. Prediga

El arte de aparentar sabiduría debe mucho a la predicción. El mecanismo funciona así: durante los primeros minutos del partido, diga algún concepto muy vago, aplicable a cualquier partido, por ejemplo “me parece que en este partido van a ser muy importantes las jugadas de pelota parada”. Dígalo tres o cuatro veces, para que quede clara su predicción y de paso para llenar tiempo. Si en un momento se produce un gol de pelota parada, recuerde a los espectadores su predicción. Hágalo en plural, diga “como anticipamos”, no “como anticipé”, así presenta la ilusión de que es parte de un equipo.

Si la predicción llegara a fallar, no se haga problema, sólo ignore haberla hecho.

6. Haga trabajar a sus productores

No es suficiente con los datos proporcionados por la FIFA. Los números se leen muy rápido. Consiga que su equipo de producción le redacte dos o tres párrafos con curiosidades biográficas de cada jugador. De esta manera, podrá mecharlos entre los datos de la FIFA, los datos de la ciudad que visita y las apreciaciones del relator. Y, ya que está, tendrá un material de valor agregado, que los demás no tienen.

7. Repita

Apréndase un par de conceptos generales sobre el fútbol, por ejemplo “el mediocampo es el lugar más importante de la cancha, por donde pasa el verdadero juego”. No importa si son conceptos discutibles, o directamente falsos. Dígalos cuatro o cinco veces por tiempo, insista con ellos, use un tono didáctico para que los telespectadores crean que están aprendiendo algo valioso. Así logrará que esos conceptos terminen siendo aceptados por el gran público.

8. Cite antecedentes

Tenga a mano un especialista en estadísticas que le diga cuándo ocurrió en torneos anteriores algo similar a lo que está pasando. Por ejemplo, si uno de los equipos va ganando 1-0, haga que su ayudante le informe cuándo fue el último 1-0 protagonizado por ese equipo. Supongamos que fue en 1966. Entonces exagere: diga que “después de 44 años, el equipo X está ganando 1-0”.

9. Apele a la autoridad

Haga gala de sus contactos, de grandes personajes que le hayan dicho alguna vez algo. Si es necesario, invente esos encuentros o pídale a su equipo de producción que le entregue una lista de citas célebres. Por ejemplo, si usted está comentando un partido de Alemania, no se olvide de la frase de Lineker sobre la naturaleza del fútbol. Tampoco olvide decir que fue Lineker quien la pronunció. Pero preferentemente hable de cosas que le hayan dicho a usted, aunque no sean muy relevantes. Si tiene una noticia, o semi noticia, sobre algo, tírela, aunque no esté relacionada con el partido en sí. Puede usar también un pequeño truco extra: anuncie unos minutos antes que va a dar una noticia. De este modo enganchará al espectador, que evitará cambiar de canal mientras espera ser iluminado por usted.

10. Comuníquse con la audiencia

Tenga una dirección de mail a mano, o un perfil de Facebook. Dígalo al aire y relájese: los espectadores harán el trabajo por usted. Comentarán las jugadas, tirarán datos y harán preguntas de las que su equipo de producción podrá averiguar la respuesta. Elija los mensajes que lee en la transmisión, cuidando de no dar aire a las críticas que puedan llegar sobre usted. Si algún dato llegara a estar mal, la culpa será del que la envió, usted no hizo más que repetirlo.

11. Pida obsecuencia

Su pareja en la transmisión, el relator, estará demasiado ocupado como para decir algo profundo sobre el partido. Pero es el primero que debe escucharlo, y el que transmite las emociones que luego el público imita. Así que indíquele que debe elogiarlo a usted un par de veces, mencionar cuánto sabe usted, qué gran orgullo es para él trabajar con usted. Exíjale que pronuncie su nombre todo lo que pueda.

Retribúyale un poco los elogios, pero no pierda la oportunidad de cargarlo si se da la ocasión, así se sabe quién es más capo. Estas cargadas hágalas durante el espacio de los chistes internos, no las convierta en algo permanente porque corre el riesgo de irritar a su compañero y sufrir represalias.

12. No tenga miedo

Recuerde que el Mundial es una fiesta, debe primar la alegría. Muéstrese siempre seguro de lo que dice, independientemente de su posible falsedad. No tema contradecirse, el público no posee memoria de corto plazo, y si alguien se llega a dar cuenta podrá quedar como flexible. Eso sí: exija excelencia por parte de todos los demás. De los jugadores, de los árbitros y de la organización. Son ellos, no usted, los que tienen que proporcionar un gran espectáculo para el público.