Tiempos de crisis

“Tiempos de crisis” arranca como cualquier drama político. Desarrolla los personajes a medida que se configuran intrincadas intrigas palaciegas. Elige claramente un lado donde espera que el público también se sitúe. Y lo hace en forma muy efectiva. A través de sutiles caracterizaciones da vida a la administración del presidente Colin Porter, con su jefe de gabinete y sus asesores muy bien logrados. Las magníficas actuaciones de un elenco no muy experimentado es mérito del director Stanley Schall.

Además de la administración, los congresistas opositores también tienen, además de calidad actoral, un realismo que permite apreciar incluso algunos elementos satíricos en la película. A través de ellos Schall propone una crítica al sistema todo. Los “enemigos” explotan las debilidades institucionales y también las de los personajes de la administración, que son los que sostienen al gobierno ficticio que el film construye.

Durante toda la primera mitad, con sutileza la película muestra las grietas institucionales, y cómo el sistema requiere de esas grietas para funcionar. Las fortalezas y debilidades de distintas personas son las que construyen una administración más grande que todos ellos. Ésa es la fortaleza del sistema, y paradójicamente también la debilidad.

Una vez que la película mostró lo bueno y lo malo del sistema, se ocupa de lo que quiere ocuparse. Ni los personajes ni el público están preparados para el ataque de Godzilla que ocurre en la segunda mitad. Toma de sorpresa a todos por igual, y esto tiene el efecto de unir a todos. Los que antes eran oficialismo y oposición ahora tienen algo mayor por lo que trabajar juntos. Los que antes eran personajes y público también.

La ruptura del precario equilibrio del film genera la necesidad de una pronta resolución. Sin embargo, las dificultades para lograr esa resolución han sido hábilmente armadas durante la primera mitad pacífica, en la que se establecían conflictos mundanos no para ser resueltos narrativamente, sino para mostrar el ambiente en el que se iba a producir el ataque devastador.

Sin arruinar el final, cabe decir que el desafío de la película es lograr reducir a Godzilla sin romper el equilibrio institucional. Los distintos actores deben aprender a trabajar juntos, sin tiempo para mezquindades ni negociaciones políticas, que es lo que saben hacer. Deben aprender a hacer un Estado cuando están acostumbrados a hacer política. Y ésa es la lección más grande del film.