Todos somos artistas

No existen los no artistas. Algunos dividen el mundo entre artistas y no artistas, actores y espectadores, autores y lectores. Pero estoy seguro de que eso es falso. Todos somos artistas.
Algunos no se dan cuenta. Y por eso, no aspiran a serlo. No buscan la expresión, no se enteran de que pueden, mitigan su inquietud creativa con diversos sustitutos. Se dan así por contentos, sin ofrecer nunca ninguna muestra de su capacidad, y nadie los recuerda por eso. A veces puede ocurrir que la expresión se les escape por algún lado, tal vez en grandes cantidades. Pero no lo considerará expresión, porque no se les ocurre.
A otros se les ocurre, pero piensan que no están a la altura, o que no vale la pena intentarlo. Se quedan, entonces, en un plano distinto, tal vez pensando en las cosas que les gustaría hacer, sin animarse a hacerlas. Su parte artística puede clamar por salir, y encontrar alguna vía de escape como en el caso anterior. O puede confinarse a los sueños, que son la manera que tiene uno de expresarse cuando no está despierto como para atajarse.
Existen aquellos que se dan cuenta de la posibilidad y la rechazan terminantemente. No quieren ser artistas. No les gusta, están en contra, piensan que es una pérdida de tiempo. Pero no se dan cuenta de que no querer ser artista es una elección estética. La virulencia de estas personas obedece al temperamento artístico no explotado, que pugna por abrir las rejas que se cierran. Esta gente desarrolla creatividad para destruir. Son muy peligrosos.
Pero los peores son los que saben que pueden ser artistas y quieren. Se dan la bienvenida, se aceptan como son, y se dedican a explorarse, sin darse cuenta de que lo que hacen es pésimo. Porque que seamos todos artistas no significa que seamos todos buenos. Hay algunos artistas que está bien que se frustren y se dediquen a otra cosa. Es el mejor aporte que pueden hacer a la cultura humana.