Viajar sentado

Me compré una silla. Como tenía ruedas y un mecanismo hidráulico para subirla o bajarla, era complicado envolverla. No obstante, me la envolvieron. No la pusieron en una caja. La llevé por la calle rodando, era mucho más fácil que levantarla.
Pero no vivía cerca. Para llegar a casa me tenía que tomar un colectivo. Entonces subí con la silla. A pesar de que era sábado, y esos días no es tanta la gente que viaja, todos los asientos estaban ocupados. Tuve el privilegio de ser el único parado de toda la unidad.
Estuve unos momentos así, hasta que me di cuenta de que, siendo que llevaba un asiento, podía sentarme en él. Así que me fui hasta el espacio para los discapacitados, que estaba disponible, ubiqué la silla y me senté. Luego la elevé para quedar a nivel con los otros asientos.
El movimiento del colectivo me trajo algunos problemas. Las ruedas hacían que la silla se fuera de un lado a otro, conmigo arriba. Era necesario agarrarme del asiento de adelante, especialmente en las curvas.
Durante el transcurso del viaje, el colectivo se llenó un poco más. La gente parada ocupó el pasillo, y varios hicieron sus movimientos tácticos para tratar de estar cerca del primer asiento que se desocupara. Diferentes personas tienen diferentes criterios, y un par se ubicaron cerca de mí, seguramente porque notaron que mis movimientos indicaban que estaba cerca de bajarme.
Y era cierto. Enseguida me paré. Ellos se prepararon para tomar mi lugar, sin contar con que yo iba a levantar el asiento y llevarlo conmigo.