Wind-surf

En verano las rutas se llenan de autos, que a su vez están llenos de gente que va a la costa. Sobre la orilla del mar hay ciudades bastante precarias respecto de las que la gente que veranea suele habitar, pero tienen la ventaja de que el mar está al alcance.
De esta manera, al veranear en esas ciudades la gente tiene acceso a la playa y, lo que es más importante, al mar (nadie va por la arena, es más bien una molestia). La característica más saliente del mar, además del agua, son las olas, que permiten darle un carácter único, que no se puede encontrar en ninguna pileta. Las olas elevan a quien se interponga en su camino y provocan una interacción de fuerzas muy excitante para los que se meten en el agua.
Algunos van preparados y llevan elementos para navegar las olas. Usan tablas que les permiten subirse a las olas, a pesar de que no son más que ondulaciones móviles en el agua, y consiguen durante unos segundos una sensación de aventura inolvidable.
Los insectos, por su parte, también quieren aventura. Pero no pueden ir al mar, porque se ahogarían al sumergirse. Entonces se dedican a otra clase de wind-surf.
Usan las rutas como grandes pistas de surf y a los autos como olas. Cada vez que se acerca un auto, los insectos aventureros tratan de subirse a la corriente de aire que genera a su paso. Tratan de enganchar las corrientes de varios autos juntos, y mientras más larga es la experiencia, más gratificante.
Claro que es peligroso. Como los insectos no tienen medidas adecuadas de seguridad, es habitual que muchos fracasen en el intento y terminen aplastados contra los parabrisas. Los que tienen suerte se enganchan al limpiaparabrisas. Los que tienen aún más suerte se logran desenganchar sin ser aplastados por el auto siguiente.
El auto siguiente es el mayor peligro para los insectos que hacen wind-surf en la ruta. Nunca saben qué clase de vehículo se aproxima ni a qué distancia, hasta que la corriente del primer auto los lleva y es demasiado tarde.
En efecto, se trata de una actividad peligrosa. Pero es una de las pocas diversiones que tienen los mosquitos. Después de todo, ellos también tienen derecho a romper con la rutina.