El espejo de la vida

“La vida es como un espejo, y uno se mira en ese espejo, y a veces la gente que te quiere te ve distinta. O igual, no sé”.
Cris Morena

Cuando me reflejo en la vida veo a la gente que me quiere. Pero la veo distinta y pienso que no me quiere. O que me quiere, no sé. La cuestión es que entonces tengo que salir a mirarme al espejo, pero ahí no veo a la gente que me quiere, sino que me veo a mí.
La gente que me quiere, cuando se mira al espejo, también me ve a mí. Pero me ven distinto. Piensan que se ven a ellos mismos, cuando en realidad me ven a mí. Lo que pasa es que yo soy como ellos, pero distinto, aunque no tan distinto como para dejar de ser igual.
La gente que no me quiere no se refleja en el espejo que, bien mirado, soy yo. Por eso no me quiere. Si quieren verse (o verme, no sé) tienen que aprender a quererme a ciegas. Deben salir de su propio espejo, mas no de su propia vida, y construir un espejo donde verme. Una vez que lo construyan, podrán verme, pero me verán distinto. O igual, no sé.
Hay momentos especiales en los que me miro en los ojos de una persona especial y puedo ver su espejo. Veo reflejado en él el espejo de mi vida. Los reflejos pelean por ser vistos pero quedan atrapados en un ciclo interminable de rebotes que intensifican nuestro amor.
La vida consiste en pulir el espejo para poder ver a los demás a través del que lleva cada uno. Los demás podrán vernos en el nuestro. Y también se verán a ellos mismos. Verán su vida reflejada en la nuestra, porque en el fondo todos somos iguales. O distintos, no sé.