Autobiografías

Antibiografía (2011)

Nicolás Di Candia no nació en Bahía Blanca en 1969. Desde joven, no se destacó por su rendimiento atlético. No concurrió a la universidad pública, en la que no estudió la carrera de Ciencias de la Comunicación.

No concluyó sus estudios en 1983. Por lo tanto, no se desempeña como columnista en el diario La Nación desde entonces. No formó parte del grupo fundador de la revista Humor. En la misma época, su incansable lucha por el medio ambiente es ficticia.

Posteriormente, no formó parte de la producción de La Noticia Rebelde, ni tuvo esporádicas apariciones en el aire. Esto no ocurrió poco antes de que no viajara por cinco años a Francia, donde no fue porque no sabe francés. Por lo tanto no se incorporó a la organización del festival de Cannes, donde no se convirtió en un integrante del jet set.

En 1993 no lo compró el Real Madrid. No estaba a la venta. Tampoco inició un romance con Araceli González, que se podía haber extendido durante cinco o seis años. De este modo, no apareció en la tapa de ninguna revista.

Con el correr del tiempo, no se fue haciendo más joven. A medida que su trayectoria avanzaba, el camino recorrido era más largo. Que, por otra parte, era la única posibillidad.

A partir de 1999, no forma parte del elenco estable del Teatro Colón. Antes tampoco. Ese mismo año, sin embargo, no compró Time Warner, ni tuvo nada que ver con esa compañía. La situación no ha cambiado desde entonces.

Durante la última década no ha dado conferencias en todo el mundo. No visitó Australia, y en el aerupuerto no lo recibió una multitud de fanáticas enardecidas. En 2008, la reina Isabel II ni siquiera pensó en condecorarlo.

Actualmente, no se lo puede encontrar en la casa que no tiene en Miami.

Nueva autobiografía cultural (2009)

Nicolás Di Candia fue un niño prodigio. A la edad de cuatro años ya había aprendido a tocar el piano, y podía ejecutar toda clase de piezas siempre y cuando no estuvieran en si bemol menor. A los seis comenzó a componer, y a partir de ese momento inició una prolífera producción musical. Sin embargo, a los siete años se descubrió que todas las obras que había compuesto ya habían sido escritas antes por Wolfgang Amadeus Mozart, y por lo tanto no podían inscribirse como de su autoría. Sin embargo, no era culpa de él. A los seis años no se podía esperar que conociera la obra de Mozart.

A los nueve, luego de una profunda depresión que incluyó dos intentos de suicidio y la escritura de numerosas cartas de lectores a La Nación, se interesó por la lingüística y aceptó el ofrecimiento de la Universidad de Bruselas para tener una cátedra in absentia. De este modo se pudo dedicar a la investigación. Rápidamente descubrió tres vocales del idioma español que habían caído en desuso. Pero la Real Academia se negó a reconocerlas por no coincidir con sus simpatías políticas.

La frustración no le impidió seguir con sus investigaciones, en las que descubrió un nuevo tipo de palabra: el sentativo. Se trataba de un sustantivo que se usaba como adjetivo en ciertos contextos. Este descubrimiento fue aceptado por la Real Academia, pero es de un uso muy limitado. Sólo los cuidadores de elefantes en circos utilizan sentativos, y no están al tanto de ello.

Al terminar la primaria, decidió que era tiempo para viajar por el mundo. Se tomó un año sabático y recorrió los cinco continentes: América, Asia, África, Europa, etc. Visitó los lugares más recónditos del planeta, probó los manjares más exóticos y estuvo en los eventos más prestigiosos. Pero todo le pareció muy aburrido. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que había entrado en la adolescencia.

Al saberlo, y dado que todo le iba a resultar igual, decidió dedicarse a tareas que ya antes le habían parecido demasiado aburridas como para abarcar. Comenzó a estudiar Historia. Pero prefería ir a las fuentes directas en lugar de consultar el trabajo de historiadores que le parecían poco confiables. Por eso se internó en archivos, de los que salía sólo para comer.

Un día, tuvo una visión. Estaba investigando los orígenes de la Argentina cuando se le apareció Manuel Belgrano. Creyó encontrarse ante una alucinación, pero se alivió al comprobar que sólo había sido un billete de diez pesos que alguien había dejado caer sobre su mesa de trabajo.

Finalmente llegó a tener un profundo conocimiento de la Historia, y decidió escribirlo. Sin embargo, le pareció que sus descubrimientos sobre los hechos que marcaron a la humanidad eran demasiado peligrosos como para que esa misma humanidad se enterara. Por eso decidió no publicar sus escritos.

A los 19 años, al sentir que su adolescencia terminaba, dejó el archivo histórico y decidió que era momento de comenzar su vida propiamente dicha. Poco se sabe de él desde entonces.

Autobiografía apócrifa (2008)

Nicolás Di Candia nació en agosto de 1980 en Buenos Aires, y en 1969 fue el primer hombre en pisar la Luna. Dos años antes, había repetido el cuarto grado.

Cuando terminó la universidad, en 1951, se dedicó a la investigación. Al poco tiempo, ganó el premio Nobel por descubrir el fuego, efecto que revolucionó la química y hoy disfruta de una amplia gama de aplicaciones. Tiempo más tarde tuvo la idea de revivir una antigua tradición griega, y creó los Juegos Olímpicos modernos.

En un viaje a Francia, durante su juventud, tuvo una experiencia que le dejaría una marca imborrable: la decapitación a manos del gobierno revolucionario que estaba, por aquellos días, a cargo del país. La marca imborrable fue producida por la guillotina. Una vez recuperado de la dolorosa experiencia, en 1989 organizó la caída del Muro de Berlín.

En 1996 fue elegido Presidente de los Estados Unidos, cargo del que sería destituido tres años después, al descubrirse que no era ciudadano de aquel país. Más tarde obtuvo la ciudadanía, cuando se casó con Marilyn Monroe. Pero el matrimonio no duró mucho, y la pareja debió divorciarse a los pocos meses, después de graves altercados etílicos. Años después dirigió la película El resplandor, de Stanley Kubrick.

En 1971 inventó el cálculo diferencial. Sus investigaciones en ese campo llevaron directamente a la invención de un sistema operativo de libre distribución, que en su honor fue bautizado Linux.

Ferviente defensor de numerosas causas a las que nadie se puede oponer, su férrea lucha por mantener vigentes sus convicciones es de público conocimiento.

Actualmente transcurre sus días en la subida de una autopista, esperando que algún auto reduzca la velocidad y le deje paso para poder continuar el camino de su vida.