Requisitos para la contraseña

  1. La contraseña deberá tener al menos una letra mayúscula, una minúscula, un número, un signo de puntuación, una letra griega, un carácter gráfico ASCII y un símbolo planetario.
  2. No deberá contener ningún dato suyo, como su nombre, domicilio, teléfono o número de documento.
  3. No podrá contener números correlativos, ni números deletreados, ni números romanos.
  4. No podrá usar palabras comunes que estén contenidas en el diccionario del sistema, que se actualiza periódicamente.
  5. Deberá constar de entre doce y dieciocho caracteres.
  6. No utilice números ni nombres que sean significativos para usted.
  7. Asegúrese de que nada permita memorizar su contraseña.
  8. Bajo ninguna circunstancia anote su contraseña.
  9. Por razones de seguridad, cada 19 días él sistema le exigirá cambiar la contraseña.
  10. La nueva contraseña no deberá haber sido usada antes.
  11. La nueva contraseña deberá tener al menos la mitad de los caracteres distintos que la anterior.
  12. Utilice una contraseña distinta en cada sistema que la requiera. Aplique las mismas reglas en cada una.

Baldosa total

Hoy hace exactamente 23 años del día que decidí no pisar más las líneas de las baldosas. Desde entonces cumplí. Sólo piso una baldosa con cada pie. Cada baldosa es un paso, y su tamaño determina mi velocidad.
No me gusta saltear. Hago el camino de baldosa en baldosa, sin menospreciar ninguna. Aparte, andar saltando me reduce la precisión y corro el riesgo de pisar accidentalmente alguna línea.
Cuando no hay una baldosa entera sino media, por ejemplo al terminar un terreno, puedo elegir. A veces sí la salteo, porque podría alterarme el ritmo de caminar, y sería absurdo alterar mi forma de caminar sólo por los detalles de las baldosas. Otra opción pisar con el pie girado, y completar así el periplo.
Hay veredas complicadas. Algunas de hormigón tienen pocas divisiones, y me hacen correr. La gente me mira y se pregunta por qué me mando a correr de repente. Yo me pregunto por qué ellos no.
Pero las peores son las baldosas rayadas, que simulan ser un montón de baldositas horizontales, como un kit-kat. Son enviadas del demonio. Encontrarme con ellas me obliga a renunciar a mi voto nopisatorio. Al principio me resignaba, las convertía en una excepción necesaria. Pero ahora soy más fuerte. Ahora me niego rotundamente a caminar por veredas así, y si es necesario camino por la calle, con cuidado de no pisar la división entre la cuneta y el asfalto.
Mucha gente me pregunta por qué hago esto, por qué estoy pendiente de esos detalles que los demás obvian. Pues bien, no todos los demás pisan las líneas. Me consta que hay unos cuantos que hacen lo mismo que yo. Los observo, en los momentos de confianza suficiente como para no mirar el suelo y lograr pisar igual las baldosas enteras. Los observo y los reconozco como de los míos. En las raras ocasiones en las que llegamos a vernos, ambos intercambiamos guiños y sabemos que estamos en presencia de un par.
Pero no lo hago para buscar pares. Lo hago para mí. Para darle un sistema, un eje a mi vida. Cuando me pongo una misión no paro hasta lograrla. Puedo perseverar. Y cuando me surgen dudas, cando no sé si lograré mi cometido, pienso en mis años unibaldosales y sé que no hay nada que no esté a mi alcance.