Comida de avión

A mí me gusta la comida de avión. Capaz que soy poco sofisticado. Qué sé yo. Pero me gustan esos pequeños placeres. Morder el hielo redondo del vaso de plástico transparente que recibe la gaseosa bien fría que venía en la lata traída en el carro que bloquea todo el pasillo. Cortar ese pan esférico y ponerle manteca. Abrir el aluminio de la comida caliente y encontrar algo que no está pensado para que entre por los ojos. No, no es comida gourmet, pero estoy arriba de un avión. No hay cocina. Si viajara en Primera sospecho que igual estaría limitado a lo que puede transportarse en esos compartimentos. No me van a hacer un asado en la parrilla del avión, por más que lo exija mientras le encajo el ticket de Primera en la cara a una azafata. Sería complicado concederme ese deseo. Se llenaría de humo la cabina presurizada y los detectores de los baños sonarían sin cesar. Del mismo modo, tampoco hay horno ni sartén. Si quiero una tortilla de papas tendrá que ser recalentada. Ya es bastante que puedan mantener la comida caliente. Y no tiene mucho gusto. O no a lo que dice ser. El pollo de avión puede confundirse con otras carnes. Uno puede no saber exactamente cuál es el relleno de las pastas. De hecho, todas esas comidas tienen más o menos el mismo gusto. Es el gusto del viaje, de la experiencia de estar volando hacia un lugar lejano. Del entusiasmo de lo que está por venir, o el recuerdo de lo que acaba de pasar.
Entonces, no sé si la comida de avión me gusta por el gusto. No la elegiría en tierra. Pero cuando llega el momento, la disfruto.

Vintage Coke

El World of Coca-Cola de Atlanta no es sólo una atracción turística. Es un museo con todas las letras, donde estudiosos de todo el mundo concurren para obtener una sabiduría más completa sobre la Coca-Cola y otros productos de la misma compañía. La biblioteca del museo alberga toda clase de documentos históricos que pueden ser consultados por cualquier persona que posea las credenciales adecuadas.
La exhibición de envases y avisos de Coca-Cola que está disponible para el público en general es sólo una porción del material con el que cuenta el museo. Los salones de investigación tienen muchos elementos que aún no han sido inspeccionados por expertos. A cada paso aparece un descubrimiento nuevo. Un logo rechazado de la época del origen de la gaseosa. Un aviso olvidado por su contenido racista. Experimentos de envases. Fórmulas alternativas.
No es raro encontrar alguna novedad. Lo que sí es raro es que se abra una puerta escondida y aparezca una bodega con botellas envasadas en 1912, aún llenas, tapadas y con gas. Esto ocurrió el año pasado y el movimiento del museo se revolucionó gracias al hallazgo de Coca-Cola original de un siglo de antigüedad.
Las autoridades de la Coca-Cola Company, al enterarse del descubrimiento, tomaron cartas en el asunto. Muchos investigadores querían abrir las botellas para hacer experimentos químicos, o incluso probar el contenido. Las autoridades bloquearon el acceso a la bodega, pero se filtró la información de que algunas botellas fueron retiradas subrepticiamente por investigadores, que las sirvieron en funciones privadas. Corrió el rumor de que el sabor de la Coca centenaria era extraordinario. Que el paso del tiempo, siempre que no se perdiera el gas, mejoraba la gaseosa como ningún químico podía.
Los rumores fueron desmentidos, pero siguieron propagándose. Cobraron tanta fuerza que las autoridades se vieron obligadas a hacer algo. Se decidió organizar un concurso para que unos pocos privilegiados tuvieran el placer de probar la bebida añeja. Sólo una porción mínima de la bodega fue destinada a los gandaores del concurso. Varias botellas quedaron en el museo. Resultó la parte de más demanda del complejo, y el miedo al vandalismo hizo que fueran exhibidas detrás de un vidrio reforzado, como la Gioconda.
También se convocó a un panel de cocacólogos de renombre para que dieran su veredicto respecto del sabor. Ellos confirmaron los rumores: “nunca probé algo semejante”, afirmó el presidente del panel. El Laboratorio de la compañía fue encargado de replicar químicamente el sabor para el lanzamiento de la Vintage Coke, versión de lujo de la Coca-Cola destinada a mercados de alta gama. Pero se determinó que el sabor estaba dado por el decaimiento de las partículas que formaban la bebida original, que era prácticamente la misma que se vendía actualmente. Para replicar el sabor, hacía falta confeccionar la bebida nueva con partículas ya decaídas, que eran difíciles de conseguir y ensamblar, porque no necesariamente tenían las mismas propiedades que las originales.
Se debió abandonar el proyecto, pero fue reemplazado por otro más ambicioso a largo plazo. A partir de ahora, cada año se guardará una parte de la producción de Coca-Cola en una bodega especialmente ambientada. La bebida no se guardará en botellas, como antes, sino en barriles de vidrio herméticos, porque el consenso entre los cocacólogos es que el envase de vidrio es el que mejor conserva el sabor de la bebida. Cuando pase suficiente tiempo, se lanzará al mercado la Vintage Coke. Cada botella (o el envase que se use en ese momento) estará marcada con el año de origen de la bebida que contenga, lo que permitirá disfrutar a las futuras generaciones de la Coca-Cola añeja, a la que hoy tienen acceso sólo unso pocos privilegiados.