El género del mosquito

Habitualmente nos referimos a “los mosquitos”, cuando está muy claro que quienes buscan incansablemente nuestra sangre son las hembras. Es decir que masculinizamos el género conscientemente. Es por una cuestión cultural. Estamos acostumbrados a que en español los plurales mixtos se masculinizan. Es una de las reglas del lenguaje. Podría cambiar con el tiempo, pero está establecida así y todos la entienden. Podría imponerse, por ejemplo, el plural femenino como un genérico igual que el masculino, y así habría igualdad de plurales. Sin embargo, eso no ha ocurrido, y lo femenino tiene un plural para sí mismo, que el masculino debe compartir.
Sin embargo, no es el caso de los mosquitos. No hay una manera práctica de hablar de las hembras de los mosquitos, sin tener que tomarnos el trabajo siempre de aclarar exactamente eso. Si dijéramos “las mosquitas”, podría entenderse que hablamos de moscas chicas. Si inventáramos algo como “las mosquitos”, esa frase haría ruido al lector, que se concentraría más en la aparente contradicción de género que en lo que se está diciendo.
Pero esta cuestión gramatical no debe hacernos pasar por alto un detalle importante. No se trata de un problema de género. Se trata del nombre del animal. En el trato habitual, no lidiamos con mosquitos machos. Y si lo hiciéramos, sería muy necesario aclarar que se trata de uno, a pesar de que el género así parecería indicarlo. Es porque, en cuanto a los mosquitos, se ha trascendido el mero género. Hemos dado a las hembras de esa especie el nombre “mosquitos”, independizando así el sexo del género gramatical. Cada vez que decimos “los mosquitos” estamos hablando de hembras, y lo sabemos, y así liberamos el lenguaje de las ataduras sexistas que lleva en su tradición.
Del mismo modo, cuando hablamos de “las moscas”, estamos también incluyendo machos a pesar de que el nombre es femenino. Y ni moscas ni mosquitos son menos machos ni hembras por que los llamemos así. Son como son, y no se hacen problema por lo que digan los demás. Sí por lo que hacen, porque deben estar alerta a la posibilidad de movimientos fatales contra su individualidad, pero no por ella en sí, sino por su naturaleza de moscas o mosquitos.
Desde aquí se usa el lenguaje en forma consciente, con el cuidado de saber qué se está diciendo y de qué se está hablando, de manera que el lenguaje se vaya enriqueciendo a partir de la sabiduría compartida por todos.