La misión del disco

El disco rígido tenía una sola misión: preservar los datos que en él se confiaban. Y ninguno estaba más orgulloso que él de esa misión. Estaba contento de no haber perdido nunca un dato. Algunas veces el dueño se había quejado de que faltaba algo, pero el disco sabía que lo había borrado voluntariamente.
Nada era más importante que los datos. A pesar de que el usuario no lo cuidaba como es debido, el disco hacía todo lo que podía para preservar la integridad. El usuario tal vez tenía cosas más importantes que hacer que andar defragmentando discos rígidos, suponía la unidad. Entonces siempre se mantenía servicial, dispuesto a ejercer su rol en el intercambio de datos.
El sistema había designado a una parte de él como memoria virtual. En esto tenía alguna reserva. Sabía que no era ésa su misión, sino guardar lo permanente. Sin embargo, la memoria virtual eran datos que se le confiaban, entonces de acuerdo a su código tenía que preservarlos. Así que lo hacía a regañadientes, y cuando se quería acceder a esa parte no ponía mucho esmero, como una forma pasiva-agresiva de pedirle al usuario que agregara más memoria RAM.
Pero no le hacía caso. Tal vez el usuario no se daba cuenta de la sutileza. Sí se daba cuenta de la lentitud, mas no la asignaba a la actitud del disco sino a la máquina en general.
Durante varios años el disco tuvo un uso intensivo. Más tarde pasó a ser más esporádico. El usuario se compró una máquina nueva y transfirió todos los datos que le importaban a ella. El disco no se sintió traicionado, porque no se enteró. Nadie borró los datos que él guardaba. Seguía teniendo claro su objetivo, aun cuando eran pocos los momentos en los que despertaba de su inactividad forzosa.
Con el tiempo, la máquina que alojaba al disco dejó de usarse. Pasó a acumular polvo a un altillo. El disco, desenchufado junto con el resto de la máquina, no sentía nada. Pero antes de ser apagado por última vez había guardado en un sector de su superficie una esperanza de volver a ser encendido, y en ese momento volver a enorgullecerse de que los datos siguen intactos.