La época colonial

En la época de la colonia, las calles eran de tierra y no había locales a la calle. Los negocios se hacían en la calle. En la Plaza que todavía no era de Mayo, los vendedores proclamaban sus productos. Vendían velas, porque no había luz eléctrica. También vendían mazamorra, y empanadas calientes para viejas sin dientes (también para otras personas, se trataba de un slogan). Algunos de los vendedores eran negritos.
Era una vida bastante plácida, sin preocupaciones, pero con la conciencia de que se encontraban bajo el yugo de España, que había conquistado este territorio algunos siglos antes. Sin embargo, ellos eran descendientes de españoles, y algunos en parte lo eran de indios (menos los negritos, que venían de África, donde la gente es negra, y hay jirafas y leones).
Éramos una colonia española, pero no éramos España. En una ocasión, unos ingleses invadieron el territorio, y lo defendimos como si fuera nuestro. Les tiramos aceite hirviendo, y los ingleses se subieron a sus barcos y no volvieron más.
Con el tiempo, nos dimos cuenta de que así como habíamos podido repeler al invasor, también podíamos hacernos cargo nosotros de nuestros asuntos. No necesitábamos a los virreyes que mandaba el rey de España, que encima nos enteramos de que había sido depuesto por Napoleón. Entonces un grupo de patriotas se reunió en el cabildo, que estaba abierto, y decidió que había que hacer algo.
Los patriotas no eran negros. Eran bien blancos. Sabían lo que estaban haciendo. Pero el pueblo no. Y durante una de las reuniones el pueblo se agolpó en la plaza frente al Cabildo. Los vendedores dejaron de proclamar sus productos, y se unieron al pueblo, que quería saber de qué se trataba.
Los patriotas, al ver el clamor del pueblo, se dieron cuenta de que se estaban reuniendo muy en secreto, y difundieron sus planes mientras tres de ellos (French, Juncal y Beruti) repartían cintas celestes y blancas, porque había nacido una nueva nación. Poco después, Manuel Belgrano crearía con los mismos colores la bandera de esta patria, y la nación, flamante y flameante, marcharía hacia el futuro.

Escondamos la plata

La reciente ola de robos a personas que salen de los bancos luego de cobrar importantes sumas de dinero puede detenerse con algunas medidas simples de camuflaje. Para poder operar, los delincuentes necesitan saber quién sale y entra de un banco con mucho dinero. Resulta ineficiente atacar a cualquier persona, porque robar cien o doscientos pesos que pueda haber sacado del cajero automático no alcanza para mantener a una banda de criminales.
Es por eso que las víctimas suelen ser las que llevan mucho dinero. Las operaciones son algo más complicadas, pero mucho más redituables. Dependiendo de la cantidad obtenida, tal vez con una al mes alcanza. De otro modo, tendrían que hacer varias por día, y correrían el riesgo de ser atrapados por las autoridades.
La cuestión es, entonces, no hacer notorio que uno transporta dinero. Hay que hacer un cambio cultural, adaptarse a una nueva costumbre, pero aquellos que lo prueben encontrarán que es muy razonable. La idea es dejar de diferenciar a las personas que transportan dinero de las que no. Que todos caminen inconspicuos por los distritos financieros, de modo que los delincuentes no los sepan identificar.
El procedimiento es simple: hay que dejar de transportar el dinero en bolsas blancas con el signo “$” escrito en ellas. Habrá que usar otros elementos: bolsos, maletines, bolsillos o tal vez algún método no inventado aún. De este modo, los ladrones verán diluidos sus botines y su trabajo será más difícil.
Sabemos que hacer el cambio implica una adaptación importante. Pruébela, vale la pena. De todos modos, si todavía no se anima, recuerde que siempre es sano, cuando uno sale de un banco, no caminar hacia las personas que usan remeras a rayas horizontales blancas y negras, particularmente si tienen también puesto un antifaz.