El objeto de su amor

Un pedazo de cinta Scotch revoloteaba a pocos milímetros de la vereda. Una cucaracha lo vio y se sintió atraída. Entonces lo siguió. Luego de una ardua carrera de varios metros logró alcanzarlo y mantenerse cerca de él. La cucaracha trataba de que el pedazo de cinta le prestara atención, pero no lo conseguía. La cinta sólo obedecía al viento.
El insecto movía las antenas en forma seductora. A pesar de sus innegables atractivos y de su espléndido estado físico, no parecía impresionar a la cinta, que seguía transparente a su existencia. El viento lo continuaba llevando a lo largo de la vereda. La cucaracha, no obstante, no pensaba rendirse sin dar pelea.
Cuando el pedazo de cinta cruzó la calle con el semáforo en rojo, la cucaracha tuvo un momento de duda pero lo siguió. Quiso mostrarle su determinación. Tal vez era una prueba, supuso. Pero al llegar a la siguiente vereda, felizmente sin ser alcanzados por ningún auto, la situación continuó igual. Lo único que cambiaba era la posición del pedazo de cinta, que a veces ofrecía al viento su lado de mayor superficie, con lo cual recibía más impulso. Otras veces se colocaba paralelo a la dirección del viento, entonces iba más despacio y el aire fluía a su alrededor. Y en algunos momentos se movía vertiginosamente, como si estuviera bailando. La cucaracha lo admiraba y hacía esfuerzos por regular la velocidad mientras realizaba maniobras para obtener la atención del pedazo de cinta. También maniobraba para evitar ser pisada por los indeseables transeúntes que a esa hora abundaban en la vereda.
Pero el pedazo de cinta no tenía tanto cuidado, y en un momento resultó pisado por uno de ellos. La cucaracha, al principio, no entendía qué había pasado. Pero rápidamente se dio cuenta y se decidió a rescatarla.
Corrió y corrió hasta llegar a la vecindad del pie. Se trataba de una misión peligrosa. Existía el riesgo de recibir un pisotón fatal por parte del mismo pie del que debía rescatar al pedazo de cinta. Debía realizar el acto heroico sin ser pisada y también sin ser vista, porque sabía que en ese caso se exponía a la posibilidad de un pisotón esta vez intencional.
La cucaracha se mantuvo a la sombra del transeúnte durante unos metros, mientras calculaba los pasos a seguir. Cualquier movimiento era peligroso, porque dependía de que se mantuviera el ritmo de los pasos. Un cambio repentino podía estropear los cálculos y acabar con la vida de la cucaracha. Pero sus ganas de salvar al pedazo de cinta pudieron más que el miedo. La cucaracha se lanzó en un salto espectacular hacia el lugar del zapato donde estaba atrapada la cinta, y logró rescatarla. Luego escaparon a toda velocidad.
Desde ese momento, fueron inseparables. El pedazo de cinta ya no prestaba atención al viento, acompañaba a la cucaracha a todos lados. Y continuaron así, pegados uno al otro, por el resto de sus días.