La complicidad de los buenos

Los malos tienen la misma apariencia que los buenos. Si fuera distinto, serían malos malos. Los podríamos identificar fácilmente, y entonces quedarían neutralizados. Cualquier malo debe mimetizarse con los buenos. El mundo, entonces, es habitado por buenos y malos, que a simple vista no se pueden diferenciar.
Los malos se aprovechan de los buenos. Abusan cualquier ventaja que los buenos puedan darles. Y eso va en detrimento de los buenos, que deben defenderse. No quieren ser agresivos, pero sí deben esconder su bondad, porque si caen en manos de un malo, su bondad será una debilidad. Por lo tanto, los buenos, en cierta medida, tienen que mimetizarse con los malos para protegerse de ellos.
Los buenos no saben si se cruzan con buenos o malos, y por las dudas toman las precauciones necesarias por si hay malos cerca. Los malos tampoco saben, y están atentos para ver si encuentran alguna debilidad que identifique a un bueno. Pero los buenos quieren ser buenos, y buscan identificar a otros buenos como ellos.
Lo hacen a través de gestos. Los mismos gestos que los malos buscan. Los buenos, ocasionalmente, muestran su debilidad a propósito. Y cuando se cruzan con otro bueno que no la aprovecha, ambos se reconocen. Y mediante un gesto y una mirada se dan aliento para las luchas contra los malos que están por venir.