Dificultades reales

Después de varios siglos de repartir regalos cada 6 de enero, los Reyes Magos continuaban su tradición. Cada año, se ocupaban de la fabricación de los juguetes para regalar, lo cual les implicaba una cantidad importante de gastos para trasladar las materias primas al desierto donde tenían sus residencias permanentes.
Melchor se ocupaba de los regalos para niños, Gaspar tenía a su cargo los obsequios para las niñas. Baltasar, en tanto, manejaba el centro de distribución y controlaba que todo estuviera listo a tiempo.
Todo implicaba un esfuerzo económico muy grande, que sus fortunas podían solventar con el objetivo de repartir felicidad a los niños del mundo. Los receptores de su beneficencia contribuían a la financiación del viaje anual con el alimento para los camellos, que necesitaban mucho pasto y agua para poder trasladar a los reyes por todo el mundo en una noche.
Todo iba bien hasta que en la industria deficitaria de los regaladores navideños apareció un competidor. Papá Noel comenzó a repartir regalos el mismo día de Navidad, sin la espera prudencial de dos semanas que habían instaurado los Reyes Magos siglos atrás para no competir con la fiesta que les daba origen. Se propulsaba alrededor del mundo en un carro de renos voladores, que al ir por el aire necesitaban mucho menos alimento que los camellos.
Durante un tiempo pudieron coexistir, pero poco a poco Papá Noel fue eclipsando a los Reyes Magos. A tal punto se dio, que muchos niños dejaron de esperar a los reyes y, por lo tanto, cesaron la contribución de alimento para los camellos. Los reyes no querían discriminar a los que no dejaban pasto, y al principio seguían entregándoles regalos. Pero la situación rápidamente se volvió insostenible, porque por más reyes y magos que fueran, no tenían el dinero necesario para costear semejante cantidad de alimento para camello todos los años. Además, en el desierto no se podía plantar césped, por lo que el esfuerzo para cultivar ellos mismos el alimento fue en vano.
Así fue que los Reyes Magos empezaron a no salir los tres. Para ahorrar costos, muchas veces se repartían el recorrido que antes hacían juntos. Pero así tampoco funcionaba. Su situación económica iba de mal en peor.
Sin embargo, la suerte los ayudó. Cuando estaban por concluir la tradición anual, se produjo el descubrimiento de petróleo en la zona donde los tres vivían. Como reyes de su respectivo territorio, la explotación petrolera provocó un flujo inesperado y enorme de fondos a cada uno de ellos.
A partir de ese momento, el viaje anual de los Reyes Magos goza de buena salud gracias a los petrodólares, y aunque aún ven con buenos ojos la tradición de dejarles pasto para los camellos, ya no es necesario.