Mosquiterío

Los mosquitos siempre han encontrado útiles sus alas. Luego de emerger, ex larvas, de las aguas estancadas, salen a los aires a buscar grandes animales de los que alimentarse. Las alas les permiten sortear toda clase de obstáculos que caminando no podrían esquivar, como charcos. Y, sobre todo, les facilitan una rápida expansión hacia lugares donde antes no llegaban.
De esta manera, los mosquitos han conquistado grandes porciones del mundo. El hombre, por su parte, también se las ha ingeniado para conquistar las mismas comarcas. En lugar de las alas, usa las manos. Entonces en todo el mundo se da la lucha del Hombre contra el Mosquito.
Cuando la lucha es uno contra uno, ambos usan los recursos que bien les han servido en toda su historia. Los hombres tratan de aplastar a los mosquitos con las manos. Los insectos, por su parte, escapan usando sus alas. En cada confrontación hay un ganador. A veces es el hombre, a veces el mosquito. Pero el balance es desparejo. Para el hombre, perder un round sólo es un inconveniente. Puede haber otro en poco tiempo. Pero para el mosquito, el primer combate que pierde es el último.
A nivel sociedad, la lucha es más pareja. Los hombres saben que pueden exterminar a algunos mosquitos, incluso a muchos, pero no pueden acabar con todos. Están demasiado dispersos como para que sea factible. Entonces tratan, por lo menos, de ejercer el derecho de propiedad. Buscan no dejarlos entrar a sus casas, porque son casas de hombre, no de mosquito. Colocan puertas con redes de alambre, con el expreso propósito de no dejar entrar a los mosquitos y sí a los Homo sapiens.
Los mosquitos, de todos modos, aprovechan cualquier oportunidad para entrar a las casas y ejercer el libre tránsito. Lo vigilan pacientemente. Si el mosquitero queda entreabierto, o si tiene un agujero, o si no cubre la superficie total de la puerta, tarde o temprano los mosquitos encontrarán el punto débil. Lograrán entonces llegar a la gente desprevenida, fulgurante de sangre virgen.
Pero donde los mosquiteros están bien diseñados, las oportunidades son mínimas. Ahí, los mosquitos han desarrollado otra táctica. Con la sociabilidad de la que los insectos son capaces, crean un segundo mosquitero conformado por ellos mismos. Un mosquiterío. En el ángulo donde se abre el mosquitero cuando alguien sale, arman una cortina de mosquitos.
Como la persona que quiere atravesar el mosquitero debe abrirlo, los mosquitos encuentran en ese acto su oportunidad. Para eso dividen las tareas. Algunos atacan a la persona. Se lanzan hacia su cuerpo y zumban alrededor de sus orejas. Consiguen así que la persona, al intentar defenderse del ataque, se olvide de cerrar el mosquitero. De esta forma, los que están libres logran entrar y hacerse el festín correspondiente.
Los que quedan afuera, en tanto, vuelven a la formación, y se dedican a cobrar peaje a los que atraviesan el límite artificial que el hombre ha impuesto sobre ellos.