Forzar el diálogo

—¿Por qué le tenés miedo al diálogo?
—No es que le tengo miedo, simplemente no es un recurso que suela usar.
—¿Y por qué no lo usás? Para mí que es porque le tenés miedo.
—Puede ser, qué sé yo. En general no me sale. Muchos de mis textos carecen de personajes.
—Me parece que no tienen personajes para no necesitar diálogos.
—No creo, o por lo menos no lo pienso así. Hay una idea, y para aplicarla no necesito personajes, o sólo uno.
—Bueno, puede ser, pero no me vas a negar que muchas veces hay momentos en los que podría haber un diálogo y no está, o aparece citado. Mucho reported speech.
—Eso es cierto. Suelo hacer “éste dijo esto, y el otro le contestó esto otro”, sin muchas citas directas. Ahí te doy la razón. Pero es como que me interrumpe el flujo de lo que estoy contando un diálogo. No sé, como que tiene que ser algo especial, o algo así, se le da mucha importancia.
—Es tu imaginación eso, vos sabés muy bien. Y aparte, ¿qué te importa? Para algo hacés taller, que te lo digan ahí eso.
—Sí, bueno, ta bien, pero también tengo miedo a no definir bien los personajes. Que todos hablen igual, como estamos hablando ahora nosotros.
—Eso es porque somos un personaje que habla con sí mismo.
—Justamente, ¿por qué te pensás que elegí hacer este diálogo recursivo? Así hago diálogo sin necesitar personajes.
—Yo sospecho que igual te van a decir que hay una diferencia. Ya te dijeron que hacés bien los diálogos, no sé por qué no les creés.
—Es cierto, no sé, capaz que me intimidan las series que miro. Que por un lado están bien escritas, y por otro lado pienso que soy capaz de escribirlas. Pero me rompe las pelotas escribir guiones, el guión no es una obra completa, es el plano de la obra. En cambio un cuento sí puede considerarse completo.
—Excusas. Que haya diálogos no implica que sea un guión. Simplemente que hay diálogo. Para mí que es tu miedo ante el contacto social, preferís estar con vos, estás más cómodo si no interactuás con nadie porque no hay nadie para contradecirte.
—Eso es mentira, yo solo ya me contradigo muchísimo.
—Por ahí lo que te estresa es eso, entonces.
—Capaz. ¿Vos decís que ese miedo se lo traslado a los cuentos? ¿Que mis personajes, cuando hay, reflejan mi miedo a la interacción y tienen mecanismos de escape igual que yo?
—Exacto. Es de cagón nomás.
—No sé, capaz que tenés razón, aunque tampoco sé cuántos de los cuentos que escribí realmente mejorarían con diálogos.
—Bueno, pero ¿no estás buscando una renovación? ¿Cuántos cuentos iguales vas a escribir? Por lo menos sacate el miedo y hacelos sin diálogo pero habiéndote animado.
—Está bien, lo voy a intentar. Pero no me voy a convertir al diálogo total, eh, voy a seguir haciendo algunos como antes. Voy a tratar de aprovechar las oportunidades de poner diálogos o de poner personajes, de no escaparme de esa clase de cosas, pero igual si lo que quiero escribir me pide prosa pura, la voy a hacer.
—Es lógico, tampoco la pavada. Pero ojo, que vos muchas veces decís eso y después no termina cambiando nada. Yo te conozco, porque yo soy vos. Y vos sos yo, entonces sé que sabés a qué me refiero.
—Sí, estoy bastante harto de esa tendencia que tengo a escaparme. Quiero escaparme de ella.
—Pará de hacer juegos de palabras pelotudos. Esta vez no vas a zafar con retórica.
—¿Qué quiere decir retórica?
—No sé bien, ni lo pienso buscar, pero me parece que es exactamente lo que quiero significar. ¿Me entendiste o no me entendiste?
—Te entendí, aunque porque sé lo que estabas pensando, no porque te hayas expresado bien.
—Dejate de joder entonces. ¿Qué sos, la autopolicía del lenguaje?
—Es que estoy pensando en cuando lea esto, me van a objetar esa palabra y voy a tener que decir esto que estamos diciendo, pero como lo dijimos ahora me lo ahorro.
—Si nunca te objetan esas cosas, siempre son cosas que no suponías.
—Mentira, muchas veces predigo lo que va a pensar Virginia.
—¿Te das cuenta que acabás de nombrar a alguien? Eso está bien, es un paso adelante. Ahora tenés un personaje, encima basado en alguien real, que conocés y vos mismo decís que sabés lo que va a decir. ¿Por qué no te inventás un diálogo con ella?
—No, cualquiera, no da, va a pensar que la estoy cargando.
—No va a pensar eso.
—Puede ser, pero no quiero.
—¿No querés o no te animás?
—No sé si me animo, pero sé que no quiero. Capaz que una cosa trae la otra, pero por ahora no voy a hacer eso.
—Mirá que te va a decir que es una buena idea, y te va a preguntar por qué no la hiciste o proponer que la hagas.
—Ya sé, pero le puedo contestar, como te estoy contestando ahora a vos, que eso que acabás de decir es más o menos un diálogo imaginario con ella. ¿O no?
—Guau, qué habilidoso que sos. La verdad, sos un artista del escape. Otra que Houdini.
—¿Viste?