Asientos separados

Una pareja entró al vagón de subte. Había lugar para elegir. Ella quiso ir a una fila, pero él se sentó en frente, en el extremo de la hilera de asientos, contra la puerta. Le comunicó con gestos que ése era el lugar ideal.
Ella se sentó al lado de él. Los dos creían estar juntos. Sin embargo, estaban en asientos diferentes. Él se había sentado en uno individual. Ella quedó sola en el asiento doble de al lado. Como se inclinaba hacia él, la separación de los asientos no se notaba. Pero bajo la superficie, una pequeña zanja los separaba.
El subte los llevó sin que ellos se hicieran eco del lugar que cada uno ocupaba. Ellos querían creer que estaban bien juntos. La realidad era otra. Aunque ninguno se diera cuenta, en ese momento cada uno iba por su lado. Si los asientos no hubieran estado lateralizados, habrían estado en filas distintas.
Ellos ignoraban la situación, sin embargo era real. En el lugar que habían elegido, había un límite para su cercanía. El asiento de al lado de ella estaba vacío. Era cuestión de tiempo que un tercero se sentara junto a ella.