A 20 años de la última gambeta

En pocos días se cumplirán dos décadas del último partido de uno de los más grandes jugadores que vio el planeta: Diego Maradona.

Nadie imaginaba aquel 2 de diciembre de 1990, que el triunfo del Napoli 2-1 frente a Torino, con un gol de Maradona, sería el último partido del astro. Se sabía, sí, que estaba atravesando tiempos difíciles, pero no que la presión fuera tanta que lo llevara a decidir el retiro así como así, sin siquiera anunciarlo previamente.

Maradona no quería más. A pesar de que con treinta años le sobraba talento para brillar en el fútbol más exitoso del mundo, ya no tenía ganas de participar de todo el circo de alrededor. No estaba harto del fútbol, estaba harto de la industria del fútbol. De los entrenamientos, las negociaciones, los viajes, las dirigencias, los periodistas, la adoración desmedida de los hinchas que invadía su privacidad a niveles que nadie que no lo vivió puede entender.

Ya desde hacía tiempo venía expresando su hartazgo. Un par de años antes, se había mostrado interesado en una oferta del Olympique de Marsella que le hubiera dado la posibilidad de jugar en un ambiente más tranquilo y menos eficiente. Pero el Napoli no quiso venderlo. Tiempo después, se mencionó la posibilidad de pasar a un equipo italiano más chico, con menos pretensiones, como el Bologna. Pero para entonces Maradona ya había tomado la decisión: se iba de Italia, y se iba del fútbol.

Ni siquiera una oferta de Boca a principios de 1991 lo persuadió de volver. La verdad era que tampoco podía: el Napoli tenía contrato con él por un par de años más y la única salida era el retiro. Si un equipo quería contar con sus servicios primero debía comprarlo a los italianos. Pero Maradona les dijo que no se molestaran. Pensaba tomarse esos años como sabáticos, para reflexionar, para estar con sus seres queridos, y en todo caso volver fresco en 1993.

Nunca ocurrió. Maradona hizo todo lo posible para ser olvidado. Salió de la luz pública, dejó de hacer declaraciones y rechazó todas la ofertas de actividades que implicaban mostrarse ante cámaras. Ni siquiera tuvo un partido homenaje, como se estilaba entonces con las estrellas que se retiraban. No, Maradona se fue del fútbol y cortó toda relación con esa industria.

¿A qué se dedicó desde entonces? No se sabe muy bien. Se habla de que se dedicó a invertir en gastronomía, inmobiliarias, incluso en ropa deportiva. Pero no se sabe a ciencia cierta. Lo que se sabe es que, por lo menos para lo que respecta a la prensa, se volvió un recluso. Se negó a contestar reportajes, y dejó esperando a muchos periodistas de todas partes del mundo que acamparon frente a su casa para ver si podían ser recibidos. La actitud recordaba a Obdulio Varela, otro grande que durante décadas hizo lo mismo.

Ante la falta de exposición pública, los hinchas podrían haberlo olvidado rápidamente. Pero su estrella era tan grande que no era fácil. A pesar de que no jugaba en Argentina desde 1981, los dos Mundiales en los que llevó a la Selección a sendas finales, ganando una, eran muy apreciados por todos.

Cuando se acercaba el Mundial de 1994, se hablaba de la posibilidad de que regresara, por lo menos a la Selección. Desde la dirigencia de la AFA se le ofreció jugar como amateur, con una cantidad de privilegios que los otros jugadores no recibían: entrenar en forma particular, elegir el número de la camiseta, no participar de las conferencias de prensa, vetar integrantes del cuerpo técnico y también del plantel mundialista. Pero no aceptó. Dejó claro que no sólo no estaba interesado en esa clase de privilegios, sino que el Maradona jugador había terminado.

La negativa no impidió a la AFA volver a tentarlo tras ese Mundial para ser el nuevo DT de la Selección. Pero Maradona se negó, aduciendo que no estaba preparado para el cargo ni tenía ganas de sostener semejante responsabilidad. En una de sus últimas apariciones públicas, desde la ventanilla de su auto deseó suerte a quien fuera a tomar el puesto, mientras forcejeaba con los camarógrafos para poder entrar a la cochera de su quinta de Moreno.

Ha trascendido que rechazó toda clase de cargos públicos, honores que implicaban fotos con presidentes, programas de televisión, campañas solidarias, etc. Era bastante claro el mensaje de que quería que lo dejaran en paz, pero la fuerza de su imagen era tal que, aún años después de su retiro de la vida pública, la demanda de Maradona seguía siendo enorme.

En los medios, entonces, se limitaban a especular con lo que podría haber pasado. ¿Cuántas maravillas futbolísticas podría haber regalado Maradona de haber seguido jugando? Dada su calidad, muchos sostenían que podía haber jugado diez años más, tal vez hasta el Mundial 2002. Nunca nadie sabrá qué se perdió con el temprano retiro, cuánta magia el mundo del fútbol dejó de tener cuando su peso hizo salir espantado a una de la estrellas más grandes de todos los tiempos.

Sólo Maradona sabe qué ganó con su retiro. Seguramente una vida mejor, más pacífica, más relajada. Desde aquí se le desea que sea feliz en cualquier actividad que esté desarrollando, y se recuerda su paso por las canchas con enorme admiración.

Basta de penales

Las definiciones por penales están matando al fútbol. Es necesario erradicarlas y reemplazarlas por una instancia a la que nadie quiera llegar.

En realidad no es para tanto, las definiciones no están matando al fútbol. Era sólo una estratagema para que usted, querido lector, tuviera ganas de leer el texto. Pero sí las definiciones por tiros desde el punto del penal (nombre correcto que no se utilizará aquí por palabroso) generan un fútbol menos agradable, y la razón es que hay demasiados equipos que juegan a empatar porque después está la opción de ganar en los penales.

Algunos piensan que la definición por penales no será perfecta, pero es el mejor desempate que se conoce. Que por lo menos es mejor que tirar una moneda. Que es una manera de definir un partido que por lo menos deja la suerte de los equipos en sus manos. Este último es un argumento que vale la pena examinar y dar vuelta.

Los penales no son una lotería. Esto es importante. Son un juego en el que gana el que mejor juega. Requieren sangre fría, temple, precisión, destreza y algo de suerte. Hay maneras de usar la ciencia para aumentar las chances de ganar en una definición por penales. Es mucho más fácil aplicar la estadística para ganar una definición que un partido, porque el penal es el fútbol reducido a su mínima expresión. Ya no es un juego colectivo, es un jugador que le pega a la pelota con el pie y un arquero que ataja o no. Al haber menos variables, es más fácil de calcular matemáticamente.

Entonces, todos saben que ganar una definición por penales depende de ellos mismos. Si hacen los deberes, si le indican al arquero adónde debe tirarse, si todos patean bien, ganarán. En el otro juego que se llama fútbol hay muchos más imponderables, mucha más incertidumbre. Ganar un partido depende de demasiadas circunstancias impredecibles, que están fuera del control de un técnico o alguien en particular. En cambio, con los penales eso no pasa tanto. Puede haber mala suerte, es cierto, pero es una situación infinitamente más controlable que el fútbol a cancha abierta.

Y precisamente ése es el problema. Demasiados equipos eligen no tomar riesgos, jugar a empatar, acumular gente en defensa y esperar que lleguen los penales, donde pueden ejercer más control sobre la situación. A veces pasa que los dos equipos tienen esa estrategia, y resultan partidos aburridísimos, indignos de un gran campeonato, en los que se juega a jugar lo menos posible. Después gana uno, y piensa que la estrategia dio resultado. El que pierde, se conforma con “por lo menos perdimos por penales, pero en la cancha no nos ganaron”.

Esto no ocurriría si los equipos no tuvieran en la cabeza la idea de que los penales dependen de ellos mismos. Hay que sacarles el control del desempate. La definición por penales debe reemplazarse por un sorteo. Cumplidos los 120 minutos, el árbitro tira una moneda; si sale cara gana uno, y si sale ceca gana el otro. Listo.

De esta forma, todos tienen 50% de posibilidades de ganar en caso de empate en la cancha. Y el 50% es inmodificable, no importa si uno tiene un arquero que ataja todo, ni si sus ejecutantes son infalibles. O ganás en la cancha, o te sometés a la verdadera lotería de la moneda.

Esto dará como resultado que más equipos, en particular los importantes, los que tienen mejores jugadores, van a querer evitar llegar a esa instancia. Si creen que pueden ganar, lo intentarán por todos los medios. Ya no se conformarán con empatar para definirlo en otra instancia, porque saben que pueden perder y les puede quedar la culpa de no haber dado todo lo que podían.

El razonamiento vale para los equipos que creen tener más de un 50% de chances de ganar en la cancha. Los equipos más modestos, los que piensan que tienen menos de ese porcentaje, tal vez vean al sorteo como un objetivo deseable. Pero para llegar a él deberán resistir ataques mucho más decididos del contrario, en el que operará el concepto inverso.

Esto no implica que se eliminarán los empates en 120 minutos. Seguramente los seguirá habiendo, y también seguirán ganando a veces los que juegan a empatar. Sin embargo, el empate será un castigo mucho mayor que ahora para el que no supo definir un partido. Y no habrá margen para la especulación. Al eliminarse el colchón, se generará un fútbol más sano.

Un lector: Todo esto es muy lindo para las fases eliminatorias, pero ¿no estará pensando que es atractivo definir la final de un Mundial por sorteo, no? ¿O está usted en curda?

Es cierto, señor lector, el sorteo en la final sería horrible. Hay que evitar que ocurra. Lograrlo es sencillo: si la final termina empatada, a los dos o tres días se juega un desempate. Así era hasta los ’80, la final del ’78 se hubiera repetido de haberse mantenido el empate de los 90 minutos. Pero esta segunda final se juega con una particularidad: si empatan en los 90, siguen jugando hasta que alguien haga un gol. No un alargue de 30 minutos con gol de oro. El que hace el gol gana, y si tienen que jugar siete horas, que jueguen (sí, ya se habló de esa posibilidad alguna vez desde esta firma).

Esto no se puede hacer más que en ocasiones especiales, y la final del mundo califica como ninguna otra. Nadie querrá someterse a semejante método de desempate, por lo tanto se buscará por todos los medios no llegar a esa instancia. Se redoblarán los esfuerzos para convertir, con lo que aumentarán las chances de que al menos uno de los dos equipos lo consiga.

Hay dos semifinales entre Italia y Alemania que sirven de ejemplo. Normalmente estos dos equipos están razonablemente contentos con ir a penales, a pesar de que Italia es habitual que pierda en esa instancia. En 1970, cuando se aplicaba lo que acá se propone, esto es sorteo luego de los 120, los 90 minutos terminaron 1-1. Y en los 30 restantes ambos fueron con todo, porque no querían empatar. Alemania, que había empatado en el descuento de los 90, se puso 2-1 apenas comenzado el alargue. A los tres minutos Italia niveló el marcador. Antes de terminar el primer tiempo del suplementario Italia se puso 3-2. Gerd Müller empató a los 5 del último tiempo, y un minuto después Gianni Rivera puso el 4-3 con el que terminó el partido, que clasificó a Italia a la final. Ya se ha notado alguna vez en este sitio que ningún partido terminó empatado en el alargue cuando el sistema preveía sorteo.

En el último campeonato, Italia y Alemania se encontraron de nuevo en la semifinal. Italia le había ganado fácilmente, 3-0 a Ucrania. Alemania había necesitado penales contra Argentina, y había demostrado destreza en la definición. Italia, que nunca había ganado una definición por penales en Mundiales, sabía que se enfrentaba a un equipo que nunca había perdido una. En los 90 minutos jugó como siempre y terminó 0-0. Pero los italianos estaban bastante convencidos de que no sólo en los penales perdían, sino que los alemanes tenían poco resto físico y preferían definir desde los 12 pasos. Entonces mandaron toda la carne al asador en el alargue. Italia jugó con cuatro delanteros: Totti, Del Piero, Iaquinta y Gilardino. Se fue con todo al ataque desde el primer minuto del suplementario y pegaron dos pelotas en los palos. El esfuerzo rindió sus frutos sobre el final, cuando consiguieron el gol de Grosso. Poco después, con Alemania lanzada en busca del empate, Del Piero aprovechó un contraataque letal para poner el 2-0 que llevó a la final a los azzurros, evitando los temidos penales.

Puede argumentarse que las definiciones por penales aportan emoción, son atractivas como espectáculo en sí, generan héroes y villanos y requieren respuesta ante la presión de la alta competencia. Es cierto. Está todo bien. Pero eso no es el fútbol. Para los que quieren eso, se puede organizar el campeonato mundial de definiciones por penales.

[Nota: este texto fue escrito antes del comienzo de los cuartos de final.]

Cómo aparentar sabiduría

Usted ha sido designado comentarista del Mundial. En ese momento le viene el miedo: “pero si yo no sé nada de fútbol”. No se preocupe, puede recurrir a simples trucos para salir del paso y quedar como un estudioso del deporte.

1. Tome a su público como lo que es

En un Mundial, la gran mayoría del público no sabe nada de fútbol, igual que usted. Con lo cual, con sólo explicar aspectos básicos quedarán impresionados por su performance. Puede aclarar la regla del off-side, decir el tamaño exacto de los arcos o agarrarse de lugares comunes sobre cada equipo (“Brasil juega bonito”). Si no conoce estos conceptos básicos, se los puede preguntar a alguno de los otros enviados, o a su equipo de producción, que está para ayudarlo a usted a quedar bien.

Aparte, en el Mundial es cuando las mujeres miran fútbol masivamente. Y las mujeres saben menos que usted, por lo que es una gran oportunidad para impresionarlas.

2. Evite el tema

Es muy útil hablar de algo distinto al fútbol, de esta manera su falta de conocimiento al respecto no quedará tan en evidencia. Hable de las características del país que está visitando, de la temperatura, de lo que ocurre a su alrededor. Comente si el café que está tomando es sabroso. Puede hacer también chistes internos, con lo que generará una inemdiata complicidad con el público.

3. Use los datos que tiene a mano

La FIFA proporciona una serie de estadísticas que vienen muy bien para rellenar. Son 90 minutos de transmisión de partido, más entretiempo, antes y después. Entonces conviene tener cerca las planillas oficiales. Allí se encontrará con la altura de los jugadores, la edad, la cantidad de partidos jugados en clubes y selección y otros datos pertinentes. Así, cuando tome protagonismo algún jugador, usted podrá tirar esos datos y parecer que sabe mucho.

En el transcurso del partido, le acercarán otras estadísticas, como porcentaje de posesión del balón, o la cantidad de kilómetros que corrió cada jugador. Puede usarlas también. Insértelas en su comentario durante el segundo tiempo, para dar la ilusión de que usted está siempre informado.

4. PNT

El acrónimo significa “Publicidad No Tradicional”. Son los que se conocen vulgarmente como “chivos”. No se preocupe, no va a pisar terreno nuevo y desconocido, en la televisión no hay nada más tradicional que los PNT. A pesar de que en general están prohibidos por la FIFA, igual puede usarlos con cierta moderación. Mencione varias veces el nombre del canal en el que está transmitiendo, hable de los próximos partidos que van a televisar. Incluso, puede hablar de otros programas, por ejemplo el que va después del partido. Esta información irrelevante le ayudará a ocupar preciosos segundos de transmisión, y con ella tendrá menos cosas que decir sobre el partido en sí.

5. Prediga

El arte de aparentar sabiduría debe mucho a la predicción. El mecanismo funciona así: durante los primeros minutos del partido, diga algún concepto muy vago, aplicable a cualquier partido, por ejemplo “me parece que en este partido van a ser muy importantes las jugadas de pelota parada”. Dígalo tres o cuatro veces, para que quede clara su predicción y de paso para llenar tiempo. Si en un momento se produce un gol de pelota parada, recuerde a los espectadores su predicción. Hágalo en plural, diga “como anticipamos”, no “como anticipé”, así presenta la ilusión de que es parte de un equipo.

Si la predicción llegara a fallar, no se haga problema, sólo ignore haberla hecho.

6. Haga trabajar a sus productores

No es suficiente con los datos proporcionados por la FIFA. Los números se leen muy rápido. Consiga que su equipo de producción le redacte dos o tres párrafos con curiosidades biográficas de cada jugador. De esta manera, podrá mecharlos entre los datos de la FIFA, los datos de la ciudad que visita y las apreciaciones del relator. Y, ya que está, tendrá un material de valor agregado, que los demás no tienen.

7. Repita

Apréndase un par de conceptos generales sobre el fútbol, por ejemplo “el mediocampo es el lugar más importante de la cancha, por donde pasa el verdadero juego”. No importa si son conceptos discutibles, o directamente falsos. Dígalos cuatro o cinco veces por tiempo, insista con ellos, use un tono didáctico para que los telespectadores crean que están aprendiendo algo valioso. Así logrará que esos conceptos terminen siendo aceptados por el gran público.

8. Cite antecedentes

Tenga a mano un especialista en estadísticas que le diga cuándo ocurrió en torneos anteriores algo similar a lo que está pasando. Por ejemplo, si uno de los equipos va ganando 1-0, haga que su ayudante le informe cuándo fue el último 1-0 protagonizado por ese equipo. Supongamos que fue en 1966. Entonces exagere: diga que “después de 44 años, el equipo X está ganando 1-0”.

9. Apele a la autoridad

Haga gala de sus contactos, de grandes personajes que le hayan dicho alguna vez algo. Si es necesario, invente esos encuentros o pídale a su equipo de producción que le entregue una lista de citas célebres. Por ejemplo, si usted está comentando un partido de Alemania, no se olvide de la frase de Lineker sobre la naturaleza del fútbol. Tampoco olvide decir que fue Lineker quien la pronunció. Pero preferentemente hable de cosas que le hayan dicho a usted, aunque no sean muy relevantes. Si tiene una noticia, o semi noticia, sobre algo, tírela, aunque no esté relacionada con el partido en sí. Puede usar también un pequeño truco extra: anuncie unos minutos antes que va a dar una noticia. De este modo enganchará al espectador, que evitará cambiar de canal mientras espera ser iluminado por usted.

10. Comuníquse con la audiencia

Tenga una dirección de mail a mano, o un perfil de Facebook. Dígalo al aire y relájese: los espectadores harán el trabajo por usted. Comentarán las jugadas, tirarán datos y harán preguntas de las que su equipo de producción podrá averiguar la respuesta. Elija los mensajes que lee en la transmisión, cuidando de no dar aire a las críticas que puedan llegar sobre usted. Si algún dato llegara a estar mal, la culpa será del que la envió, usted no hizo más que repetirlo.

11. Pida obsecuencia

Su pareja en la transmisión, el relator, estará demasiado ocupado como para decir algo profundo sobre el partido. Pero es el primero que debe escucharlo, y el que transmite las emociones que luego el público imita. Así que indíquele que debe elogiarlo a usted un par de veces, mencionar cuánto sabe usted, qué gran orgullo es para él trabajar con usted. Exíjale que pronuncie su nombre todo lo que pueda.

Retribúyale un poco los elogios, pero no pierda la oportunidad de cargarlo si se da la ocasión, así se sabe quién es más capo. Estas cargadas hágalas durante el espacio de los chistes internos, no las convierta en algo permanente porque corre el riesgo de irritar a su compañero y sufrir represalias.

12. No tenga miedo

Recuerde que el Mundial es una fiesta, debe primar la alegría. Muéstrese siempre seguro de lo que dice, independientemente de su posible falsedad. No tema contradecirse, el público no posee memoria de corto plazo, y si alguien se llega a dar cuenta podrá quedar como flexible. Eso sí: exija excelencia por parte de todos los demás. De los jugadores, de los árbitros y de la organización. Son ellos, no usted, los que tienen que proporcionar un gran espectáculo para el público.

¡Tricampeones!

Ningún campeón del mundo tuvo que enfrentar condiciones más adversas que el seleccionado argentino de 1990. Pero el equipo, gracias a su mística, logró sobreponerse y consiguió la hazaña.

El equipo de Bilardo venía de conseguir el título cuatro años antes, y existían pocos antecedentes de campeones que repitieron en el torneo siguiente. Sólo Italia en la preguerra y Brasil con Pelé y Garrincha lo habían logrado. En general el último poseedor de la Copa no quedaba ni cerca. Cambiar esa racha era el primer desafío.

El técnico sabía que su condición de campeón del mundo, además de tener en el plantel al mejor jugador del planeta, convertía al equipo en favorito. Pero ningún conocedor del fútbol ignora que los favoritos no ganan el Mundial, por lo tanto Bilardo decidió urdir un plan para bajar el perfil de la selección. El plan constaba de tres etapas:

1) Jugar sistemáticamente mal durante los cuatro años que separaban un Mundial del otro, para ayudar a destruir la reputación. También se cuidó de ganar torneos, ni siquiera una Copa América de local. Esta etapa del plan se cumplió a la perfección, cuidando cada detalle, como es habitual en un grupo de Bilardo.

2) Llevar un plantel limitado, dejando afuera a varios jugadores en condiciones de ir al torneo (como Ramón Díaz, estrella en el Inter de Italia), e incluyendo a jugadores de la talla de Pedro Monzón, Néstor Lorenzo y Gabriel Calderón, autor de un gol en toda su carrera con el seleccionado. Quedaban Diego Maradona y Claudio Caniggia como variantes principales de calidad, para dar la sorpresa. El resto del equipo se concentraba en la mística ganadora, componente esencial de todo campeón del mundo.

3) Perder el partido inaugural. Como se sabía que, a pesar de lo anterior, muchos iban a dar como favorito al equipo, nada mejor que una derrota con el mundo mirando para sembrar todas las dudas posibles. Bilardo pidió al arquero Pumpido que dejara entrar alguna pelota y, para aumentar las chances de perder, dejó a Caniggia fuera de la formación inicial.

Una vez cumplidas las tres etapas, fue el tiempo de clasificar para la siguiente ronda. En el grupo clasificaban hasta tres equipos, por lo que era difícil quedar afuera. En el segundo partido, ante la Unión Soviética, hubo un percance no previsto. Pumpido se fracturó y debió ser reemplazado por Goycochea, que estaba en el plantel por obra y gracia del punto 2 del plan de desprestigio. El equipo, esta vez con Caniggia de titular, logró controlar el partido y se llevó una inconspicua victoria por 2-0, que dejaba grandes chances de clasificación sin dar una imagen de candidato.

Para reforzar esa ausencia de imagen, cuando el equipo estaba en ventaja en el tercer partido contra Rumania, con la posibilidad de ganar el grupo, se eligió no buscar más goles, y conformarse con un empate que clasificaba a Argentina en la tercera colocación, para jugar contra el primero de alguna otra zona, que de esta manera sería el favorito en los papeles.

El fixture determinó que ese favorito fuera Brasil. Pero había un problema. La estrategia de desprestigio implicaba un equipo limitado, era difícil que le ganara a una selección tan hambrienta como la brasileña. Por lo tanto, se pergeñó una nueva estrategia para el resto del Mundial: jugar para empatar y apostar todo a los penales. Entre partido y partido se entrenó al arquero suplente y se consiguieron videos de los pateadores de cada rival, de modo que los detalles de la definición, que son menos que las variables de un partido, estuvieran bajo control.

Sin embargo, en el partido con Brasil no fue así. A pesar de que se dio la esperada superioridad verdeamarela, se produjo en el segundo tiempo una genial combinación entre Maradona y Caniggia, que determinó el triunfo por 1-0 del seleccionado argentino. Bilardo estaba contento, a pesar de que no se había dado su plan, porque se llegaba a cuartos de final con menos gasto energético que el esperado. Además, en la jugada del gol sólo habían cruzado la mitad de la cancha Maradona y Caniggia, por lo tanto no se había puesto en riesgo el orden defensivo.

Yugoslavia fue el rival en la siguiente fase, y en este caso el plan se cumplió con creces. No sólo se llegó a los penales, sino que Maradona erró uno, lo cual dio mucho que hablar a los medios, que al hacerlo se ocuparon menos de la actuación del equipo. Goycochea logró parar dos tiros rivales y catapultó así al equipo a la semifinal.

En esa instancia tocó el rival más apropiado para ir de punto: el local Italia, con todas las ganas de ser campeón nuevamente en su tierra. El equipo de la península nunca se destacó por el juego ofensivo, por lo que el plan antes del partido era un 0-0 clavado que se definiría en los penales. Sin embargo, poco después de arrancar se produjo un inesperado gol italiano que obligaba a Argentina a ir a buscar el empate si quería llegar a los penales, y a través de ellos a la final.

Ante la necesidad, se jugó el mejor partido de todo el campeonato, Bilardo sacó a Calderón para incluir a Troglio y el equipo logró el empate a través de Caniggia, el goleador argentino en la segunda fase del Mundial. En el alargue entró Batista para aguantar el resultado y nuevamente se llegó a los penales. Esta vez las responsabilidades eran mayores y Maradona no falló. De hecho, Argentina convirtió los cuatro que ejecutó. Donadoni y Serena vieron sus remates contenidos por Goycochea, que puso así a la selección en la final del Mundial por segunda vez consecutiva y por tercera en cuatro Mundiales.

El último rival era Alemania, el mismo de la final del ’86, que había mostrado mejor fútbol durante el torneo y llegaba como claro favorito. Por las dudas, Bilardo había tomado la precaución de hacer amonestar a varios jugadores argentinos, de modo que no pudieran jugar la final, incluyendo a Olarticoechea y Caniggia (esa instrucción del técnico explica la mano infantil que le valió la tarjeta amarilla al blondo delantero). Dado que el rival era el mismo que en el ’86 y se corría el riesgo de que existieran incómodos paralelismos, era preciso más que nunca ir de punto. Por eso, Argentina formó con Goycochea; Lorenzo; Sensini, Serrizuela, Ruggeri, Simón; Basualdo, Burruchaga, Maradona, Troglio y Dezotti, y se dedicó a esperar los penales desde el primer minuto.

El partido se transformó así en la final más fea de la historia, pero al que gana no le importan estos detalles. El fútbol no es arte, el que quiere ver belleza tiene grandes museos en Italia. Lo que vale es quién se lleva la Copa, y el método argentino estaba dando resultado. El partido era un hermoso 0-0 hasta que sucedió algo inesperado. Faltando cinco minutos, el árbitro Eduardo Condesal cobró penal para Alemania.

La situación era tensa. Si el penal llegaba a ser gol, el equipo argentino no estaba capacitado para empatarlo en tan poco tiempo. Y el ejecutante habitual, Lothar Matthäus, era talentoso. Pero, sorprendentemente, el que se paró frente a la pelota fue Brehme. El respeto que inspiraba la selección campeona del mundo, aún haciendo todo lo posible para reducirlo, había achicado al capitán de Alemania.

Pero todo quedó en la anécdota. Goycochea intuyó que Brehme patearía a su derecha, porque alguien con la posibilidad del campeonato del mundo en sus pies era difícil que no hiciera la lógica. Y, además, el alemán había pateado igual su tiro en la definición de la semifinal contra Inglaterra. Así que apenas el pie del 8 alemán se separó de la pelota, el arquero voló hacia el palo correcto y la tiró al córner. Se había evitado lo peor.

El partido continuó, y en el suplementario no se produjo ninguna situación extraña. La de 1990 fue la primera final que se definió por penales (tiempo antes, se hubiera jugado de nuevo el partido, pero la FIFA ya había archivado esa previsión). Illgner y Goycochea se prepararon para ser héroes. Ni alemanes ni argentinos habían perdido nunca una definición desde los 12 pasos, y ninguno quería que ésa fuera la primera vez. Argentina, además, pretendía ganar la tercera definición consecutiva.

Arrancó pateando Argentina con Serrizuela. Kohler empató. Troglio convirtió el suyo, luego Matthäus hizo lo mismo. De repente, alarma: José Basualdo pegó su disparo en el palo, y para colmo Brehme se desquitó y puso el 3-2. Maradona, Hassler y Calderón convirtieron. Quedaba el último penal, en el que si Klinsmann concretaba daría a su equipo la Copa del Mundo. Pero Goycochea volvió a ser héroe y desvió el remate. Comenzaban las series de uno. Lorenzo picó su remate pero lo convirtió, provocando la célebre reacción de Bilardo desde el banco de suplentes. Völler estaba obligado a empatar. Se paró frente a la pelota, tomó carrera y apuntó al centro del arco. Goycochea se tiró a su izquierda, pero alcanzó a sacarla con la rodilla y el Mundial se terminó. ¡Argentina campeón del mundo!

De más está decir que en el país se produjo un festejo desaforado, multitudinario, que duró varias semanas. Bilardo eligió retirarse de la selección con toda la gloria. Goycochea recibió la gratitud eterna del pueblo argentino, que todavía lo considera uno de los ídolos más grandes de la historia del fútbol nacional. El Mundial se ganó con dos triunfos, cuatro empates y una derrota. A la selección le alcanzó con cinco goles a favor y tres en contra para obtener su tercer y, hasta ahora, último campeonato Mundial.

Sólo entonces el equipo pudo pasar a la Historia. De otro modo, no se estaría hablando hoy de los héroes del ’90 porque, como repite frecuentemente Bilardo, “del segundo no se acuerda nadie”.

Mundial para todos

El sistema de eliminatorias hace que no exista verdaderamente el Campeonato Mundial de fútbol. La FIFA desperdicia un período de cuatro años con un obsoleto esquema de precompetencia basado en la geografía. Es hora de cambiar este sistema anacrónico y volver a las fuentes del fútbol.

Para ser campeón hay que ganarle a todos. Eso no es posible con el sistema actual, en el que una selección debe pasar a una cantidad de rivales de su propia región y después jugar no más de siete partidos en los que se resuelve todo. Es un sistema armado para los países poderosos, que son los que tienen la posibilidad de clasificar a la máxima cita. Algunos países terminan su participación en el Mundial dos años antes de la final del mismo, al quedar afuera en rondas preliminares. Esos equipos se quedan sin competencia hasta el siguiente ciclo mundialista. No es justo, ni equitativo.

Del mismo modo, cada Mundial tiene un país sede que recibe la ventaja de no tener que clasificar, y además juega todos los partidos de local. De los 18 campeonatos disputados hasta ahora, el local ganó un tercio. Este sistema data de la época en que los viajes en avión no eran comunes, y a esta altura del desarrollo humano resulta obsoleto que se trasladen todos juntos a un mismo lugar sólo para un campeonato.

La Confederación Sudamericana de Fútbol comprendió hace algunos años la inconveniencia de separar a las distintas selecciones, y viene utilizando con éxito el sistema de todos contra todos. De esta manera no hay sorteo que perjudique a nadie, todos integran el mismo grupo y tienen los mismos rivales. Al término de las dos ruedas, cada equipo habrá jugado dos veces contra todos los otros y la tabla reflejará, sin lugar a dudas, la posición de cada equipo relativa a los otros.

La propuesta es trasladar la estructura de todos contra todos a la FIFA. Convertir al Mundial en un torneo todos contra todos. Las 208 selecciones enfrentándose entre sí a dos ruedas. Cada equipo jugaría contra los otros 207 una vez de local y otra de visitante, sin más consideraciones. Es el sistema que se utiliza en las ligas serias del mundo, con la excepción de que no habría distintas categorías, sino una sola como en la eliminatoria sudamericana actual.

De esta manera, serían 207 fechas de ida y vuelta, o sea 414 en total. Estas fechas se pueden repartir en los cuatro años que dura el ciclo mundialista a razón de dos por semana. Esto implicaría que los jugadores de selección no podrán actuar para sus equipos, lo cual no es necesariamente algo malo. Las selecciones, al jugar permanentemente, podrán generar los recursos para pagarles a los jugadores lo que valen, y además tendrán el rodaje que hoy, al jugar una vez por mes, no pueen tener, lo cual resultará en mejores equipos y, por lo tanto, mejor espectáculo. Los clubes, mientras tanto, tendrán la ventaja de que sus jugadores no viajarán permanentemente para jugar en las distintas selecciones.

Para evitar problemas y coordinar bien con los clubes, es conveniente que cada selección designe un plantel de 23 jugadores antes de empezar la competencia, tal como se hace en el formato actual. De este modo, un club al que le convocan un jugador ya sabe que no lo tendrá por cuatro años y podrá, por ejemplo, pedir el artículo 225 por los futbolistas que le sean suspendidos en ese período.

¿Cómo sería una fecha con este formato? Naturalmente, no es posible jugar todos los partidos de una fecha al mismo tiempo, que sería lo deseable. Lo más simple es arrancar todos a la misma hora según los relojes locales. Una fecha cualquiera podría verse así (el ejemplo fue realizado al azar, la ortografía de los nombres de países corre por cuenta de la lista de miembros de la FIFA):

Fecha tentativa

Como se ve, hay choques clásicos como Argentina vs. España, y coloridos encuentros prácticamente imposibles en el Mundial actual, como Emiratos Árabes Unidos vs. Jamaica o Colombia vs. Islas Cook. Los equipos que son favoritos deberán hacer valer su condición ante todos los demás. Brasil deberá demostrar en la cancha que es mejor que Jordania. Ya no habrá lugar para presunciones.

Se puede también hacer recortes en la tabla para tomar sólo a los equipos de la misma confederación y reemplazar así a los torneos continentales, que dejarían de tener sentido como tales en el nuevo sistema. Se puede determinar el campeón de la altura, que sería el mejor de los partidos entre Bolivia, Ecuador, México, Nepal y Suiza, entre otros. Se puede hacer rankings de ex campeones del mundo. Incluso se puede tomar a una selección como índice para medir fuerzas y armar una tabla en base a qué resultado obtuvo cada equipo contra ese combinado. El formato de todos contra todos hará mucho más frecuentes los partidos por el campeonato del mundo no oficial, aquel que funciona del mismo modo que los títulos del boxeo (el campeón actual es Holanda).

Una ventaja del sistema propuesto es que permitiría una gran identificación entre los equipos nacionales y su público, algo que actualmente ocurre sólo en forma esporádica. Aparecerían seguidores de la selección que se independizarían de los hinchas de los clubes. La localía de las distintas selecciones podría ser fija en un estadio o rotar en las distintas ciudades de cada país (esto, claro, sólo en los países que tienen más de una ciudad).

La FIFA vería un aumento en el negocio que maneja. Al expandir su máxima competencia de 64 partidos a 43.056, se aumentaría en 42.992 el número de partidos por los cuales obtener derechos de televisión. Si consideramos que dejarían de jugarse las eliminatorias, esto traería un aumento de 42.297 partidos sobre los 759 que se jugaron en todo el ciclo de Alemania 2006. El negocio del fútbol podría ser enormemente mayor.

El sistema de definición es tan simple que no necesita mucha explicación. Pero de cualquier modo aquí va: con todos los equipos participantes se armará una tabla de posiciones (que, entre otras cosas, reemplazará al ranking FIFA). Por supuesto, son tres puntos por partido ganado, uno por empatado y ninguno por perder. En caso de empate en puntos después de las 414 fechas, se define por diferencia de goles, goles a favor y goles de visitante. De este modo los equipos tendrán estímulo para dar el 100% en todas las fechas, ya que ganarle por sólo 14 goles a Fiji puede resultar en la pérdida del título (si aún persiste el empate, al no tener fechas por el inicio inmediato del siguiente campeonato mundial, el campeón se determinará por sorteo). Esto garantiza muchos goles por fecha, una delicia que el espectador televisivo consumirá entusiasmado. Al final de las dos ruedas, la tabla mostrará la real posición de cada selección respecto de las demás y consagrará a un verdadero Campeón del Mundo.

Proxima entrega del ciclo Ideas que Jamás se Implementarán: la prohibición de tácticas.