Una tarde de amor y Sábato

Luego de colocarse con mucho cuidado varias flores en lo que le quedaba de pelo, Sábato tomó la guitarra. La afinó y se puso a tocar y cantar “All you need is love” para todo el que estuviera dispuesto a escucharlo.
Lentamente la plaza se empezó a poblar. Personas de distintas edades vestidas de distintos colores aparecieron alrededor de Sábato. Muchos cantaron con él. Algunos tenían sus propias guitarras, y las usaban para tocar no sólo lo que tocaba el afamado escritor, sino también otras canciones. El murmullo de la plaza fue reemplazado por una alegre polifonía.
El ruido atraía a más gente, y también a agentes del orden que se acercaban para asegurarse de que todo estuviera bajo control. Sábato dejó por un momento su guitarra y se aproximó a uno de ellos. Se sacó dos flores del pelo. Mantuvo una entre sus dientes dientes, y con cierta dificultad en la pronunciación le pidió al policía que sacara su revólver para poder colocar la flor en el cañón. Una pizca de vida en el camino de la muerte. El policía consideró que era peligroso desenfundar en el medio de una plaza poblada. Sábato lo comprendió. Le dijo hermano y lo abrazó. La plaza fue testigo del momento de entendimiento y trascendencia entre ambos.
Se iba sumando más gente. Varios fumaban diferentes sustancias, y lanzaban al aire humo de colores. El viento hacía flamear la ropa suelta. Los colores de la ropa se mezclaban con los del humo. Ambos se movían al unísono. Formaban un oleaje que alimentaba el espíritu de libertad, de fluir con el viento. Sábato volvió a la guitarra y empezó a cantar “Blowin’ in the wind”.
La muchedumbre quería liberarse de las ataduras. Salir de las presiones absurdas de la sociedad y confundirse en un renovado espíritu comunitario. Para lograrlo, hacían círculos alrededor de alguna planta. También se sacaban la ropa, para mostrarse y comprobar que todos, en el fondo, eran lo mismo. Que no se dejaban llevar por las etiquetas externas.
Había mucho entusiasmo por la conexión que se producía entre los presentes. Se podía palpar el amor. Sábato, al sentir lo que ocurría, se sacó los pantalones floreados y los arrojó hacia arriba. Los demás vieron cómo el viento se los llevaba. El suave vuelo de los pantalones generaba una estela que dividía el humo. Con el flamear de las bocamangas parecía una gaviota, y la plaza parecía la orilla del mar.
La gente se sintió arena, y comprendieron que si había playa era porque ellos estaban todos juntos. Todos se miraron uno al otro. Sábato sonreía al sentirse parte de un todo mucho más grande que cualquiera. La gente se iba acercando. Primero lo hicieron con el espíritu, y esa cercanía se dejó ver poco después en los cuerpos. Sábato y la multitud se unieron entonces en una gran orgía que duró hasta el amanecer.