Un problema

—Houston.
—¿Qué?
—Tenemos un problema.
—¿Y? ¿Quién no tiene un problema?
—Necesitamos su ayuda, Houston.
—Ah, la misión necesita ayuda, la misión no puede arreglárselas sola. Se piensan que estamos a su servicio.
—Es urgente, Houston, estamos en problemas, necesitamos indicaciones.
—¿Qué mierda pasa?
—Se produjo una descompensación en el sistema de presurización y el tanque de oxígeno está midiendo mal, es posible que hayamos perdido gas y estemos respirando lo último que nos queda.
—¿Y qué quieren que hagamos desde acá?
—Estamos esperando indicaciones de cómo proceder.
—¿Cómo proceder? Y, jódanse, ¿qué otra cosa cabe?
—Houston, los protocolos establecen que debemos pedir indicaciones a los controladores de la misión.
—Los controladores de la misión dicen que se callen.
—Entendido. Pero el problema del tanque de oxígeno persiste y se agrava.
—Traten de respirar menos.
—No es posible, Houston.
—Ah, los astronautas delicados quieren respirar bien. Los astronautas delicados tienen miedo de morir en el espacio. Los astronautas delicados al final son unos mariquitas.
—Houston, ¿están diciendo que no se puede hacer nada para solucionar el problema del tanque de oxígeno?
—No, estamos diciendo que son unos cagones que ante el primer problema llaman a casa. Acá no estan mamá y papá.
—Por favor, Houston, somos un equipo.
—Equipo las pelotas. Somos los controladores de la misión, y ustedes son la misión. Nosotros tenemos todo el oxígeno que necesitamos. No podemos prestarles, están muy lejos.
—¿Pero tienen una sugerencia para reparar el tanque?
—¿Allá arriba? Cagaron. Prueben llamar al Aeroespacial Club.
—Houston, déjense de bromas, la situación es crítica, nos quedan pocos minutos de vida.
—Llamen cuando queden pocos segundos, así es más dramático.
—Houston, este es el piloto del módulo lunar. Se me ocurre que si ocupamos el módulo y usamos el oxígeno que hay ahí podremos volver a la Tierra a salvo. Necesitamos su aprobación para proceder.
—Ah, ¿vieron que al final podían resolverlo ustedes? No nos necesitaban, como nosotros no los necesitamos.
—Houston, requerimos su aprobación para iniciar el procedimiento de emergencia.
—Son gente grande, usen su criterio.
—Vamos a interpretar que eso es una autorización tácita. Ocuparemos el módulo lunar por ahora. Pero cuando volvamos, se las van a ver con nosotros.
—Los vamos a estar esperando. Hasta la vuelta, mariquitas.

La gran torre inconclusa

A fines del siglo XIX, en París querían mostrar el desarrollo de la ciudad, y del país, mediante la construcción del edificio más alto del mundo. Iba a servir no sólo como símbolo de la majestuosidad de la arquitectura francesa, sino también como vivienda para las personas que se sintieran merecedoras de habitar semejante símbolo.
Pero había problemas. No toda la ciudad quería una construcción semejante. Muchos pensaban que se iba a arruinar el paisaje de la ciudad luz si se incorporaba una interrupción en forma de torre. Y también que, si se construía, pronto se iban a construir otras torres, que transformarían la ciudad en una megalópolis inmanejable. Estos ciudadanos preferían expandir la ciudad hacia las afueras y limitar la grandiosidad a las obras de infraestructura.
Los proponentes de la idea, sin embargo, insistían. Argumentaban que el edificio iba a inspirar no sólo a la gente que vivía en la ciudad, sino también al mundo a visitarla. ¿Quién iba a ver una ciudad por sus grandiosas cloacas? Nadie. Pero muchos iban a querer visitar París por tener el edificio más alto del mundo.
El Concejo Deliberante de la ciudad, en una tensa sesión, aprobó el proyecto por una mayoría escueta. Los proponentes sabían que esa mayoría corría riesgo de caer en cualquier momento, entonces se pusieron a trabajar para que la posible pérdida de autorización los agarrara con la obra avanzada o terminada.
Lo primero que se erigió fue un andamio desde el que trabajar en la construcción. Pero apenas se llegó a terminar cuando uno de los concejales que más apoyaba la idea murió y dejó su banca vacante. Los contrarios al proyecto no perdieron el tiempo y empezaron a empujar para revocar la autorización. Sin su mayor líder legislativo, la mayoría pronto cedió, y el permiso fue cancelado.
Se ordenó a la empresa desarmar el andamio. Pero la empresa apeló a la Justicia, que determinó que de la demolición de lo construido debía hacerse cargo el Estado, que era el que había cancelado el permiso. El Consejo, sin embargo, no quiso autorizar esos fondos porque pensaba que podían usarse mejor para otros fines. Entonces dio el visto bueno para dejar erguido el andamio, que con el tiempo se convirtió en un símbolo de París.

Sueños de cautiverio

Cansado de estar en cautiverio, el rinoceronte se escapó del zoológico. Cargó contra las rejas, los cuidadores y todo lo que se impusiera en su camino hasta ganar la calle. Después, como era perseguido por toda clase de autoridades, salió de la ciudad y se internó en una selva cercana.
Allí se encontró con un grupo de antílopes, que se sorprendieron al verlo.
—¿Qué hacés acá?
—¡Soy libre! ¡Por fin logré escaparme y evadir a mis captores! ¡Soy libre!
—Qué bueno loco, felicitaciones.
—Gracias, gracias. Ahora voy a poder ser como ustedes. Voy a pastar en cualquier lado, beber lo que encuentre, voy a vivir como tengo que vivir.
—Ojo, tené cuidado que hay leones.
—¿Qué me importan los leones? Soy libre, ¿entienden? ¡Libre! Ya nadie me vendrá a molestar para chequear mi estado de salud, ni voy a estar en exhibición para que me vea cualquier ganso. Ahora mi vida es mía.
—Sí, está bien, pero guarda, porque tampoco es todo tan sencillo. Ahora vas a tener que ganarte la vida. No es fácil encontrar un lugar donde quede pasto sin arrancar por alguno de nosotros. Hay algunos, pero es donde están los leones.
—No me importa, me las voy a arreglar. ¿Saben por qué? Porque puedo caminar todo lo que quiera.
—A nosotros no nos gusta tanto caminar. Preferimos guardar la energía para poder salir corriendo cuando viene un león.
Dicho esto, los antílopes salieron corriendo. El rinoceronte miró a su alrededor y divisó a un león que se acercaba a toda velocidad. No sintió peligro, pero su instinto le dijo que tenía que correr en la dirección opuesta, que era la que habían tomado los antílopes.
Entonces corrió, pero el león igual se acercaba, porque corría más rápido. Aparentemente, pensó el rinoceronte, los antílopes tenían razón en guardar sus energías. Pero igual no se iba a dejar comer así nomás, en todo caso que el león se lo ganara. De todos modos, el rinoceronte estaba contento. Era una aventura como nunca había vivido.
Siguió corriendo, mientras miraba cada tanto hacia atrás para vigilar la posición del león. Pero no se dio cuenta de que estaba llegando al borde de la selva, donde se encontraba un equipo del zoológico que había ido a recapturarlo. Antes de que lo pudiera ver, le tiraron un dardo tranquilizante que lo volteó. El león se acercó más, pero fue espantado por un tiro que lanzaron los veterinarios. Luego ataron a la enorme bestia y la subieron a un camión.
Los antílopes, que al escapar del mismo león estaban cerca, vieron lo sucedido y se acercaron al camión. Algunos se subieron al mismo compartimento donde el rinoceronte iba a ser trasladado. Pero fueron expulsados. No había lugar para ellos.
La mayoría de los antílopes se fue. Pero algunos decidieron acompañar al rinoceronte. Y entonces siguieron al camión por la ruta, aprovechando su gran velocidad, hasta internarse con él en el zoológico.

Mi vida como herramienta

Soy actor. Soy parte de una obra artística. Soy una herramienta para comunicar un mensaje. Trabajo en armonía con otros elementos, como la escenografía, la utilería y los otros actores.
Nos coordina un director. Nosotros hacemos su voluntad. Todos formamos una voz unificada, que es la de él. Él nos moldea de la mejor manera posible para formar una entidad superior a todos nosotros, la Obra. Mis movimientos son los que él quiere. Pero ojo, los hago yo. Ése es mi aporte. Yo hago los movimientos que el director quiere en el momento en los que quiere. Tengo una pequeña ventana para modificarlos, dentro de los lineamientos que nos da en los ensayos. Si me paso, él me avisa y me rectifico para volver a ser parte del mensaje.
No sirvo para cualquier cosa. Por eso tuve que pasar por un casting, en el que fui elegido porque al director le pareció que era la herramienta que necesitaba para su Obra. Pero mi estado natural no era exactamente lo que se necesitaba. Hubo que modificarme. El director me modeló. Me dio un vestuario y un guión, y también me dijo cómo interpretar ese guión. Yo ya tenía una interpretación en vista, y lo que hice fue unir la mía y la de él.
Ése es mi aporte. Si no pudiera hacerlo, no sé si estaría acá todos los viernes y sábados, actuando la misma obra para públicos distintos. Tal vez encontraría algo mejor para hacer. Pero tengo un compromiso con la obra. Sin mí no se puede hacer. Entonces, quiera o no tengo que estar en todas las funciones. Seguiré siendo la herramienta adecuada para que la Obra llegue al público.

Tropiécese bien

La escalinata del shopping Abasto es tentadora. Los numerosos escalones de escasa altura llevan naturalmente a correr en ellos. Pero es peligroso. Como esa altura no es la que las personas están acostumbradas a transitar, es fácil errar el cálculo y tropezarse.
Ahora, lo importante no es no tropezarse, sino no caerse. Irse al suelo en una escalera es poco recomendable, sobre todo en ésa, donde existe el peligro de voltear a alguna persona y provocar un efecto dominó que termine con un atropellado por alguno de los numerosos taxis que circulan por Agüero o Azcuénaga. Por eso es importante saber cuál es la técnica adecuada.
Si usted se tropieza al correr en esa escalera, no intente detener su paso. Si lo hace, sólo conseguirá desestabilizarse y aumentará las probabilidades de caer. Lo que debe hacer, a pesar de que va contra el instinto, es acelerar. Sí, seguir corriendo, ir más rápido, siempre cuidando donde se coloca el pie en cada paso. Verá que si hace eso el tropiezo pronto será superado y quedará en el olvido.
Ahora, usted puede estar preguntándose qué debe hacer con la velocidad que ganó. En principio, tenga cuidado. No se lleve por delante a nadie. Ése es el objetivo más urgente. Lo bueno es que la gente, al verlo correr como un desaforado, seguramente saldrá de su paso, entonces no tiene que preocuparse mucho. Pero igual fíjese, sin olvidar ver dónde coloca los pies. Si no se siente capacitado para mirar alternativamente hacia abajo y adelante, entonces correr en las escaleras no es para usted.
Una vez que llega a la vereda, es momento de desacelerar. Hay suficiente espacio. No utilice el impulso para cruzar corriendo la calle. Esa actividad está reservada a los autos que circulan por ella. Si usted aparece corriendo fuera de los cálculos ninguno de los dos tendrá tiempo para frenar. Y ahí usted lleva las de perder.

Ondas de sueño

El micro se mece y duerme a los pasajeros. Algunos roncan rítmicamente. El timbre de cada ronquido es distintivo. Al mecerse el micro se produce un tremolando hipnotizador que ayuda a los demás a dormir.
Todos se despiertan en una parada. Sube una madre con su bebé. Cuando el micro arranca, todos quieren dormir. El bebé también. Al no conseguirlo, llora. Y el llanto impide a los demás ejercer la sinfonía de ronquidos que, de producirse, sería exactamente lo que necesita el bebé para dormir.

Uñas y dientes

Tiene dientes por uñas
y uñas por dientes
mastica con las manos
muerde con los dedos
se cepilla las yemas.
Las encías le duelen
porque siempre las raspa
para que no pase
se corta las uñas.
Tiene uñas por dientes
y dientes por uñas
el alicate oxida la saliva.
Su boca brilla
con muchos colores
salvo cuando se hace buches
con quitaesmalte.
Tiene dientes por uñas
y uñas por dientes
se rompe las uñas
al comerse los dientes.

Ella mira

Ella te mira, y parece que te estuviera mirando el alma. Pone cara de comprensión. Ella ve más allá de los demás. Ve en vos algo que no sabés si tenés. Parece que es la primera persona que al mirarte te ve.
Ella te mira, y no te dice nada. Sólo tiene una expresión oblicua. No sabés si te está mirando a los ojos o si puede ver más allá. Parece que te está mirando la parte de atrás del cráneo. Esa parte que nunca nadie miró, y ella sí, porque ella la puede ver.
¿Tendré algo? Te preguntás cuando te mira. Ella parece segura. ¿Lo verá en todos? Pero te está mirando a vos, no a todos. Entonces te sentís bien.
Como ella te mira así, vos también la mirás. Tratás de que no se dé cuenta. Intentás ver en ella eso que pensás que ella ve en vos. O algo parecido. Pero tus ojos no son capaces de ver más allá. La luz rebota en su cara, y ves sus ojos, su pelo, su boca que te habla.
Te está hablando, y estás tan concentrado en mirarla que no te das cuenta de lo que te dice. Le pedís que lo repita. Ella no lo considera necesario. Ella se comunica de otra forma. Ella comprende con su mirada, y por eso te entiende. Sentís que nadie te había entendido así.
Sentís también que te gustaría entender a alguien así. Y te das cuenta de que no pasa. No estás a la altura. No te queda otra que poner una excusa y alejarte. Ella quiere lo contrario, pero no hace nada para que te quedes. Ella sabe lo que te pasa. Ella te entiende.

El autotaxi

La nueva iniciativa municipal para mejorar el tránsito es todo un éxito. Ante el alto precio de los taxis y las grandes deficiencias del transporte público (aglomeraciones, horarios limitados, recorridos deficientes, lentitud) se decidió dejar el transporte de pasajeros en manos de los pasajeros.
Ahora es posible trasladarse en subte a cualquier lugar y volver fuera del horario establecido, en forma rápida y cómoda. Ya no se depende de horarios ajenos ni existe el riesgo de que que la frecuencia de los colectivos haga que el que uno se perdió implique media hora o más de espera en el frío de la noche.
Ahora sólo es necesario trasladarse hasta la estación de taxis más cercana y la ciudad le prestará un taxi. Usted podrá conducirlo hasta su casa, y devolverlo cuando quiera, en la parada que más le convenga. Usted puede, por ejemplo, dejarlo estacionado en la puerta de su casa y devolverlo al día siguiente.
Con este servicio ahorrará mucho dinero en tarifas como la de estacionamiento. Evitará tener que llevar su auto para no quedar varado, y así contribuirá a mejorar el tránsito, porque usted ocupará un coche sólo cuando sea necesario. Además, podrá circular por calles restringidas y carriles exclusivos, porque usted estará manejando un taxi.
Los coches cuentan con seguimiento satelital y GPS para mejor ubicación. Su diseño utilitario los hace muy poco atractivos para ladrones, que quedarían rápidamente en evidencia si se robaran uno. Los autotaxis amarillos serán plenamente identificables, y los demás podrán comprobar que usted está contribuyendo a mejorar el tránsito de la ciudad.
Para acceder a un autotaxi se requiere tener registro de conductor y domicilio en la ciudad. El servicio es gratuito, pero usted pagará el combustible necesario. No tendrá que cargarlo, sino que el sistema registrará su consumo y se le enviará todos los meses una factura con los litros a abonar. Los autos se entregan siempre con tanque lleno para evitar inconvenientes. No obstante, en caso de llevar a más de tres personas, se le bonificará un 20% del costo de la nafta por contribuir aún más a la eficiencia del tránsito.

Los mosquitos pungas

Se ha observado en los últimos meses una creciente cantidad de mosquitos dentro de los trenes de los subtes. Si bien los túneles son fumigados periódicamente, los mosquitos reaparecen. Recientemente se ha descubierto que su presencia constituye una acción intencional por parte de delincuente que los liberan en el tren.
Aparentemente, se trata de una nueva modalidad delictiva. Consiste en seguir el vuelo de un mosquito hasta que alguna persona intenta matarlo. En ese momento el malviviente opera para sustraerle a esa persona los objetos de valor que puedan estar descuidados.
Si bien los mosquitos suelen terminar aplastados, se sospecha que esta banda de criminales los cría. También es posible que los adiestren para acercarse a las personas en momentos determinados y, sin saberlo, den su vida para enriquecer a quienes los criaron.
Se advierte a la población que esté alerta ante la presencia de mosquitos, y si ve uno no lo mate, sino que se acerque al Centro de Atención al Pasajero para realizar la denuncia correspondiente.