Incendio en el subte

Era la hora pico del Día del Amigo, y el tren venía completo. El aire estaba viciado, y la respiración se hacía difícil. Pero respirar no era la mayor dificultad. Algunos pasajeros privilegiados tenían asiento y algo de espacio para moverse. Los demás estaban parados y no contaban con espacio de maniobra. Los que querían salir tenían problemas en llegar hasta la puerta, y los que querían entrar en las estaciones tenían que empujar a los que ya estaban adentro. En fin, se trataba de un viaje normal.
De repente, el vagón se incendió. Las llamas se esparcieron por toda la estructura, y el tren se detuvo en el medio del túnel. Los pasajeros entraron en pánico y querían escapar. El conductor intentó usar el intercomunicador para dar las instrucciones de emergencia, pero sus esfuerzos fueron vanos. Los pasajeros, desesperados, lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Algunos lo hicieron por la desesperación, otros por considerar que el conductor tenía la culpa del incendio.
Algunos pasajeros quisieron pedir ayuda. Como era el Día del Amigo, los celulares no tenían señal. Sin embargo, hubo quien notó que había un botón para llamar en caso de emergencia. Intentaron usarlo, pero estaba cubierto por un plástico protector. Un letrero decía que en caso de emergencia había que romperlo con el martillo que se proveía. El problema era que no había martillo. Había sido robado por un vándalo muchos años antes.
Unos pasajeros intentaron romper el plástico a golpes de puño, sin conseguirlo. La tapa estaba pensada para sobrevivir a vándalos como los que habían robado el martillo, y no era fácil de romper. Los pasajeros seguían en pánico, pero como no se podían mover no se notaba mucho. Un pasajero con gran musculatura quiso ir hasta la tapa de plástico para ver si la podía romper, y la cantidad de gente se lo impidió.
Los ocupantes del tren quisieron bajar antes de ser consumidos por el fuego. Intentaron abrir las puertas, y no lo lograron. Los de los vagones extremos buscaron una salida de emergencia que no existía. La desesperación iba en aumento. Los movimientos nerviosos de los pasajeros hacían mover al tren sobre la vía. Algunos quisieron tirarlo de costado, sobre la vía opuesta, para ver si de esa forma podían salir.
Sin embargo, un hecho trajo algo de calma. El fuego empezó a ceder casi espontáneamente. Se extinguía gracias a la falta de oxígeno en el túnel. Los pasajeros, contentos, se acordaron de que debajo de los asientos había matafuegos, y con ellos era posible apagar las llamas que quedaban. Los que estaban sentados los buscaron. Se encontró un matafuegos por vagón. Sin embargo, al seguir las instrucciones se encontraron con que estaban vencidos, y lo que salió de las mangueras fue una pestilente sustancia amarillenta que no apagaba nada.
El fuego, en tanto, seguía extinguiéndose. Hasta que en un momento se extinguió completamente. Al ocurrir eso, los pasajeros festejaron. No se daban cuenta de que se había acabado el oxígeno. Sin embargo, no tardaron en saberlo. Fue cuando todos tuvieron problemas para respirar. En pocos minutos todos los pasajeros habían muerto.
Cuando llegaron los bomberos al lugar del hecho, no sospechaban que iban a encontrar el tren lleno de cadáveres. Al ver el tren vieron a los pasajeros algo quietos, pero parados. Al abrir la puerta, supieron que habían quedado parados porque eran tantos que no tenían ningún lugar adonde caerse.
Al comprobarse que no había sobrevivientes, se decidió llevar a la formación hasta la terminal. De esta forma podía volver a habilitarse la línea. Un conductor con máscara de oxígeno llevó al tren a la estación de cabecera, y en ese lugar se procedió a retirar los cadáveres. La línea volvió a funcionar, pero como faltaba uno de los trenes la frecuencia no era la acostumbrada.
Una vez terminados todos los peritajes correspondientes, la formación incendiada recibió tareas de mantenimiento. Se verificó que la estructura mecánica del tren no había sido afectada. Luego la unidad fue lavada, los vestigios de quemaduras fueron cubiertos de papeles, y la publicidad de a bordo fue reemplazada. De este modo, la formación estuvo lista para salir a servicio y la línea pudo volver a tener la frecuencia habitual.

Un mal pronóstico

Una corriente de baja temperatura se acercaba a Buenos Aires dispuesta a ocupar la ciudad y causar molestias a los habitantes. Avanzaba raudamente a través de las pampas, sin encontrarse en el camino con ningún accidente geográfico.
De repente se le interpuso una masa de aire antártico que iba hacia el mismo lugar. La corriente de baja temperatura quiso adelantarla para llegar primero, pero no pudo lograrlo y se produjo una colisión.
El choque provocó una tormenta que debilitó a las dos, aunque sin extinguirlas. Siguieron su camino hacia Buenos Aires, pero a menos velocidad, y gracias a esa lentitud las alcanzó un frente polar que iba desde más lejos también hacia la gran metrópolis.
La masa de aire antártico y la corriente de baja temperatura quedaron en segundo lugar. Para recuperarse en la carrera la rodearon, una por el este y la otra por el este. Desde esas posiciones amenazaban con aplastar al frente polar.
El frente polar frenó y empezó a variar su dirección en zigzag, tratando de molestar a los demás vientos para dispersarlos y poder llegar con fuerza a la ciudad.
Estaban en ese tira y afloje cuando alcanzaron a una columna de frío que iba hacia Buenos Aires más lentamente. Ahí los tres vientos comprendieron que ninguno de ellos tenía más derecho que los demás de llegar primero a Buenos Aires, y de este modo la corriente de baja temperatura, la masa de aire antártico, el frente polar y la columna de frío avanzaron juntas hacia la ciudad.
Al día siguiente, la gente de Buenos Aires debió salir abrigada.

Maletines perdidos

Un estudio de la Facultad de Ciencias Económicas de esta ciudad reveló que se devuelve uno de cada cien mil maletines con dólares que se pierden en el país. Los demás maletines nunca vuelven a manos de sus dueños.
El estudio se hizo en base a un muestreo estadístico de denuncias policiales, reclamos a compañías de seguros y noticias periodísticas acerca de maletines recuperados. Extrapolando los datos se arribó a la proporción informada.
“Imagínese”, dice el director del proyecto Emilio Antón, “para que cada dos o tres meses salga en el diario alguien que devolvió un maletín con dólares tiene que ser un hecho inusual no la pérdida de estos maletines sino su devolución. Y la frecuencia de devoluciones es mucho más alta de la esperada, lo que nos lleva a pensar que hay muchas más pérdidas de maletines que las que se denuncian”.
En el informe final del equipo de trabajo se mencionan algunas causas que pueden llevar a la no denuncia de la pérdida de los maletines con dólares. Casi todas involucran actos ilegales.
Según una encuesta publicad el año pasado, la tendencia de perder maletines con dólares es una de las tres mayores causas de la elección laboral de los taxistas. Jorge Villareal, un taxista oriundo del barrio porteño de Almagro, dice que se le ocurrió manejar un taxi “cuando leí en el diario que un hombre se había dejado un maletín con 150.000 dólares en el asiento trasero de un taxi y el conductor lo había devuelto. Pensé que el tipo era un pelotudo, y que yo no devolvería ni en pedo esa plata. Así que, como también necesitaba trabajar de algo, pensé que podía manejar un taxi por si me ocurría esto”. Consultado sobre si alguna vez le pasó, Villareal, a quien le gusta operar principalmente en el microcentro, contestó que “tres o cuatro veces hubo gente que se dejó maletines, pero eran clientes habituales de la empresa de radio taxi y me rastrearon antes que pudiera llevarme los dólares”.
El Centro Nacional de Ayuda a Dueños de Maletines Perdidos, CNADMP, aconseja en su sitio web prevenir el extravío a través de una cadena atada a la muñeca del portador del maletín. Dice también el texto introductorio del mismo sitio: “no se deje engañar por las noticias de maletines devueltos, esto ocurre en un porcentaje muy reducido de los casos”. El Centro recomienda, asimismo, usar transferencias bancarias, tarjetas de crédito o cheques como alternativa a llevar los dólares en un maletín.

El hombre que hacía chistes a los mozos

Luis solía ir a comer afuera, era uno de sus divertimentos. A él le gustaba mostrarse amistoso y ganarse la confianza de la gente, no con el objetivo de obtener mejor servicio por eso sino para caer simpático. Le gustaba caerle bien a la gente y la trataba con sonrisas, prefiriendo ver también una sonrisa en los que se cruzaban en su vida.
Por eso le pareció buena idea hacer chistes a los mozos de los restaurantes a los que iba. No le costaba nada y pensaba que podía ser una manera de alegrar a gente que no sólo lo servía sino que hacía un trabajo que a él no le parecía muy atractivo. Vale aclarar que Luis no tomó una decisión de dedicarse a hacer chistes a los mozos, sino que se limitó a no excluirlos de los chistes que hacía en general.
Un día la persona que estaba con él quería tomar agua con gas y él quería agua sin gas. Entonces se le ocurrió algo ingenioso y llamó al mozo:
-Para tomar queremos un agua con gas y una soda sin gas.
Pero el mozo no inició la predecible carcajada, sino que le contestó con una pregunta:
-¿Qué?
La persona que acompañaba a Luis, que lo conocía, se apiadó del mozo y le hizo el pedido en los términos usuales.
A Luis no le había gustado que el mozo no entendiera el chiste que a él le había parecido bueno, por más que se le hubiera ocurrido a él mismo. Y adjudicó la reacción al ruido del lugar, al apuro del mozo y a su negativa a repetir los chistes una vez dichos.
Otro día le preguntó a un mozo de un restaurante algo caro si la cantidad de ravioles que venían en los platos que servían allí se podía contar con los dedos de una mano. El mozo le contestó ofendido que sí, y su intento de quedar simpático fue neutralizado.
En otra ocasión había pedido pastas sin volver a preguntar cuántas venían, pero no le habían traído queso rallado. Entonces llamó al mozo y le pidió si le podía traer “queso de rallar rallado”. El mozo hizo una mueca y Luis, resignado, dijo “queso rallado”, aditivo que el camarero acercó un instante después.
Pero estas decepciones no habían hecho que Luis dejara de hacer chistes a los mozos. Él tenía confianza en sus chistes y en la capacidad de los mozos en entenderlos. Hasta que un día fue a una confitería a merendar y pidió un tostado de jamón y queso sin jamón. El mozo le dijo que se lo iba a traer, sin reírse ni pedirle que repitiera. Pero luego de unos minutos le trajo un sándwich de jamón y queso sin tostar.
En ese momento Luis comprendió que no era conveniente hacer chistes a los mozos y, triste, eligió no volver a hacerlo.

El ataque de los zombies numismáticos

Los zombies numismáticos se acercaban lentamente a una gran capital. Se los reconocía porque tenían la ropa muy deteriorada, los brazos extendidos y todo el tiempo balbuceaban:
-Moneeedas, moneeedas.
Los zombies estaban siempre buscando monedas, y cuando las encontraban se hacían de ellas y se las comían. Si las monedas tenían dueño resultaban sustraídas y, en ese acto, el dueño se convertía en zombie. Así, el grupo de zombies numismáticos iba creciendo.
-Moneeedas, moneeedas.
Cuando los zombies fueron llegando a la ciudad empezaron a escasear las monedas. Al principio no se sabía por qué faltaban, más tarde se fue corriendo la voz de que alguna gente había sido captada por la banda de zombies.
Ante la escasez y la amenaza que traían los zombies, la sociedad se decidió a combatirlos. Se requería de un plan, y para hacerlo lo primero que se tuvo que tener en cuenta era diferenciar entre los zombies verdaderos y las personas que buscaban monedas para poder viajar en colectivo, que cuando veían una moneda se expresaban en forma similar:
-Moneeedas, moneeedas.
El gobierno nacional decidió abolir las monedas y se incorporó un sistema de tarjetas recargables para poder usar los colectivos. La incorporación de ese sistema implicó un aumento en el boleto para poder hacer frente al costo de las máquinas aptas para ese medio de pago.
Pasó bastante tiempo en estas decisiones y los zombies continuaban con su hambre voraz. Un grupo de gente se hartó de los vaivenes gubernamentales y decidió tomar las armas. Empezaron a combatir a los zombies a escopetazos. Pero resultó que el plomo de las balas hacía más fuertes a los zombies, y reemplazaba a las monedas que faltaban. Los integrantes de ese grupo que no se convirtieron en zombies fueron detenidos por la policía para evitar que produjeran más problemas.
El gobierno no sabía cómo combatir a los zombies y recurrió a ayuda internacional. La Organización Mundial de la Salud convocó con urgencia a un panel de expertos para tratar el tema. Mientras tanto se cerraron las fronteras del país afectado.
Los zombies, a su vez, se manejaban a sus anchas por la ciudad y estaban muy a gusto en el distrito industrial, donde si no conseguían monedas podían encontrar toda clase de metales para ingerir.
En un momento un grupo de zombies entró en una fábrica de golosinas donde se hacían monedas de chocolate. Al ver tamaño tesoro los zombies llamaron a los demás, sin darse cuenta de que eran golosinas y no monedas de verdad.
Resultó que no importaba. Las monedas de chocolate encantaron a los zombies, que rápidamente se volvieron adictos a esas golosinas. Se corrió la voz entre los zombies y pronto todos estuvieron dentro de la fábrica comiendo monedas de chocolate, paragüitas de chocolate y bocaditos de chocolate y marroc.
Al darse cuenta de que todos los zombies estaban en la fábrica de golosinas, el gobierno quiso aprovechar para eliminarlos y sitió el lugar. Pero tuvo la oposición de organizaciones ecologistas, que se manifestaron en contra de la eliminación de los zombies con consignas como “salvemos a los zombies”. La opinión pública, sensible a los problemas de la ecología, se puso en contra de que eliminaran a los zombies y al gobierno empezó a no convenirle deshacerse de esos entes.
El gobierno razonó que tampoco le convenía dejar salir a los zombies, dado que se volvería a los problemas de antes. Entonces resolvió, de común acuerdo con las organizaciones ecologistas, crear una reserva de zombies en la fábrica de golosinas.
Se resolvió financiar el mantenimiento de la reserva, no previsto en el presupuesto de ese año, mediante la creación de un impuesto a las golosinas. Gracias a ese impuesto se creó un fondo para otorgar chocolate a los zombies y para reforzar las paredes exteriores en los que se los mantuvo encerrados desde ese momento.
La sociedad se liberó así de los zombies. Al pasar los años el episodio quedó bastante olvidado y sólo cada tanto se hablaba de lo que había ocurrido cuando algún documentalista valiente lograba adentrarse en la reserva y acercaba imágenes escalofriantes.

La primera máquina del tiempo

Un grupo de ingenieros y científicos del MIT anunciaron la puesta en marcha de la primera máquina del tiempo de funcionamiento comprobado. Fruto de veinte años de investigación, diseño y desarrollo, la máquina permite transportar en el tiempo a una persona de no más de 1,50m de alto.
La complejidad de los materiales usados hace que ocupe una sala entera de 57 metros cuadrados. Su peso es de 34 toneladas. Se espera que, a medida que la tecnología vaya avanzando, el espacio y el peso se reduzcan.
Aún con capacidades limitadas, la máquina es un gran avance para la tecnología del hombre. Se trata no sólo de un hito ingeniería sino también de un triunfo de la ciencia teórica. La máquina ha sido probada con éxito por veedores internacionales, quienes certificaron que puede transportar a su pasajero hacia el futuro y también hacia el pasado.
Para lograr el cometido, debe realizarse complejas operaciones que demoran alrededor de veinte minutos, aunque si se utiliza un equipo de cien ingenieros el tiempo se puede reducir hasta un 20%. Como parte del proceso, el ocupante de la máquina elige si quiere ser transportado hacia el pasado o el futuro.
Por el momento, la máquina sólo puede transportar a su pasajero hasta un segundo en el futuro o el pasado, aunque se está trabajando en nuevos prototipos que triplican esta capacidad.
Aún con las limitaciones, este primer intento es uno de los mayores avances de la historia de la humanidad, y se espera que, cuando la tecnología avance lo suficiente, sea un invento que pueda cambiar para mejor esa historia.

Efecto Doppler

Cuando voy parece que vengo. Esto se compensa cuando vengo, pues en esas circunstancias parece que voy. Cuando estoy quieto parece que estoy en movimiento. En cambio, cuando me muevo no parece que esté quieto. En su lugar, se abren dos opciones. Si cuando me muevo me alejo del que me mira parece que me acerco, y si me acerco parece que me alejo, como ya se ha dicho.
También pasa esto con los demás. Cuando se alejan de mí parece que se acercan, y cuando vienen parece que van. Si yo me acerco pero ellos están quietos yo los veo alejarse, pero cuando yo estoy quieto y ellos se alejan ellos no ven que me acerco, porque tienden a estar de espaldas.
Todo esto hace que yo esté muy aislado de la sociedad y me ha perjudicado mucho en mis relaciones sociales. Cuando trato de encontrarme con alguien, ese encuentro puede darse pero ninguno de los dos se da cuenta, dado que mientras más cerca estemos más lejos parece que nos encontramos. Y cuando me alejo de alguien parece que me acerco, lo mismo que cuando alguien se aleja de mí. Eso hace que cuando yo veo a alguna persona cerca y trato de hablarle no me conteste, porque en realidad está muy lejos. Y conjeturo que lo mismo ocurre cuando me tratan de hablar a mí, si es que lo hacen, y debo quedar mal.
Cuando me miro en un espejo ocurre un fenómeno más complejo. Al acercarme, la figura reflejada debería alejarse, pero como en el espejo las cosas se ven al revés, la figura se acerca mucho más de lo que me acerco yo, y me obstruye la vista. Entonces debo alejarme, pero ese alejamiento se potencia y la imagen se aleja demasiado como para que yo la vea.
Existe un punto, que marqué con amarillo en el suelo, que es el único donde los distintos efectos permiten que me vea en el espejo. Pero me veo borroso, porque mi miopía me impide tener una visión clara de lo que está a esa distancia. Por eso quise hacerme anteojos, pero los oftalmólogos no se enteraban cuando me acercaba. Sí me veían cuando me alejaba, pero no podían hacerme el análisis ocular correspondiente, por lo que no me recetaban nada. Pero el hecho de que veían a alguien que no estaba ahí parece que les llamó la atención, y ahora los físicos están interesados en investigar el fenómeno óptico que me afecta. Yo estoy dispuesto a colaborar con los estudios, si alguna vez me encuentran.

La Luna

Ella me pidió la Luna. Yo siempre quiero complacerla, entonces me puse en campaña para conseguírsela. No fue fácil. Recorrí todo tipo de lugares, consulté a mucha gente, y siempre me decían que era imposible. Yo aclaraba que si era caro no importaba, no tenía problemas económicos, pero era inútil. Algunos me decían que era más fácil convencerla a ella de que pidiera otra cosa, pero ése era su deseo y yo quiero complacer todos sus deseos.
Cuando se me agotaron todas las otras opciones, puse un aviso en el diario. Recibí muchas respuestas, la mayoría en broma pero hubo una muy seria de un señor con pelo blanco largo y desprolijo. Me dijo que, si le proveía suficientes fondos, podría desarrollar un aparato que me trajera la Luna. Acepté financiar su proyecto, y meses después me contactó, diciendo que ya lo tenía.
El aparato era una especie de ballesta que debía ser arrojado a la Luna cuando estaba llena. Había un pequeño dispositivo de precisión provisto para poder acertar el tiro. Sólo tenía que apuntar a la Luna, verla a través de ese dispositivo y la Luna vendría hacia mí o cualquiera que lo tuviera. Me advirtió que el satélite podría demorar varias horas o incluso algunos días en llegar.
Así que la invité a comer a casa en la siguiente noche de luna llena. Antes del postre le mostré el dispositivo y le dije que era para entregarle la Luna. Apunté a ella y esperamos. Esperamos algunas horas mientras disfrutábamos de la noche estrellada, de los grillos y del olor a rocío.
Al día siguiente la Luna se veía más grande, y estábamos seguros de que se acercaba, pero calculamos que iba a demorar algunos días más en llegar. Ella me dijo que yo nunca la decepcionaba y que estaba contenta conmigo.
Al día siguiente la Luna estaba más cerca pero la localidad en la que nos encontrábamos se inundó. La cercanía de la Luna había atraído la marea hacia nosotros, y debimos evacuar el lugar antes de que ella pudiera recibir su regalo.

Relatos de despojos

Un día decidí ir a trabajar en bicicleta. El trayecto desde mi casa no era del todo confiable, pero decidí ir igual. Cuando llegué, uno de mis compañeros se mostró sorprendido de que no me la hubieran robado. Me contó una ocasión en la que a él, en un lugar mucho más seguro y a plena luz del día, le habían sustraído una bicicleta mucho menos llamativa.
Otro compañero escuchó eso y tuvo un aporte para la conversación. Contó una vez que le habían robado el estéreo del auto, luego de haberlo dejado cinco minutos estacionado en la calle. “Eso no es nada”, dijo un tercer individuo, y procedió a relatar una vez que le habían hurtado la billetera estando en la playa.
Una compañera pasó justo por ahí, y comentó que a un primo suyo lo habían asaltado en la puerta de la casa. También mencionó que había visto cómo un muchacho en moto robaba las carteras de las mujeres que tenía cerca y salía en velocidad.
En eso salió del baño nuestro jefe, y nos contó que al hijo de él le habían robado la campera a la salida de la facultad. No olvidó mencionar el costo de la campera.
Uno de los compañeros le preguntó si tenía seguro. Cuando el jefe dijo que no, él se alivió y recordó una ocasión en la que le habían robado algo y el seguro le había pagado una suma inferior al valor del objeto.
Mi compañera le retrucó que por lo menos a él le habían pagado algo, mientras que a su vecino le habían salido con que la póliza no le cubría el daño por granizo, y encima después el chapista lo había engañado con el vuelto.
La conversación siguió con una sucesión de relatos sobre vueltos sustraídos en distintos establecimientos. Luego se pasó a la inacción de la policía, más tarde a la acción delictiva de la policía, y por último se comentaron las noticias policiales de esa semana, siempre comenzando con la frase “viste lo que pasó en”.
Luego la conversación se diluyó, no sin antes transitar temas de política y deportes. Yo me quedé enganchado con todos los robos que me habían contado, y me dio miedo de volver en bicicleta. Pensé en pedirme un remise, pero terminé decidiéndome a volver por el mismo medio en el que había ido.
Cuando llegué a casa comprobé que, además de no haber sufrido el robo de mi bicicleta, nadie había desvalijado mi vivienda. Y comprobé ser un verdadero privilegiado.

Mi dios es mejor que el tuyo

Sí, mi dios es mejor que el tuyo. Lamento decepcionarte de esa manera, pero es verdad. Te aconsejo que descartes al tuyo y formes parte de los seguidores del mío. Así te va a ir bien.
Mi dios, por ejemplo, es misericordioso. Te va a perdonar cualquier cosa que hagas. Porque mi dios es la bondad absoluta. En cambio, el tuyo no.
Además mi dios es omnisapiente. O sea que lo sabe todo. Sabe, por ejemplo, que yo tengo razón y vos no. Sabe lo que pensamos y lo que hacemos. Es como Papá Noel, pero mucho más poderoso. En cambio, el tuyo no sabe nada.
Mi dios es omnipresente. Está en todas partes. Por ejemplo, acá. El tuyo no está acá, y por lo tanto no está en todos lados.
Mi dios inventó la moral, y sin él no la tendríamos. Gracias a eso evitamos hacer actos que estarían mal, como si yo te matara a vos en este momento por no creer en mi dios. Pero como mi dios es bueno y me dio la moral, no lo voy a hacer aunque te lo merezcas.
Mi dios creó el Universo y todas las cosas. Creó al hombre también. Tu dios, en cambio fue creado por gente como vos. ¿Cómo podés confiar en algo así?
Mi dios es todopoderoso. Cualquier cosa que quiera hacer, puede hacerla. No le cuesta nada. Por eso pudo crear el Universo. En cambio, tu dios es un inútil y nunca hizo nada.
Mi dios es perfecto. Tiene la mayor perfección concebible, y no concebible también. Todos los defectos del Universo que creó son por gente como vos, que no quiere creer en él. Son despreciables.
Mi dios es uno solo. No es como esos dioses federales que reparten el poder en un montón de deidades que siempre se están peleando. Dios, como es uno solo, está de acuerdo con sí mismo. De tu dios, o tus dioses, no se puede decir lo mismo.
Pero lo más importante es lo siguiente. Mi dios existe, el tuyo no. Y, como existe y es misericordioso, te va a recibir cuando lo aceptes. También te va a ir atrayendo hacia él, y poco a poco vas a ir dejando de perder el tiempo con tus absurdas creencias.