Basta de penales

Las definiciones por penales están matando al fútbol. Es necesario erradicarlas y reemplazarlas por una instancia a la que nadie quiera llegar.

En realidad no es para tanto, las definiciones no están matando al fútbol. Era sólo una estratagema para que usted, querido lector, tuviera ganas de leer el texto. Pero sí las definiciones por tiros desde el punto del penal (nombre correcto que no se utilizará aquí por palabroso) generan un fútbol menos agradable, y la razón es que hay demasiados equipos que juegan a empatar porque después está la opción de ganar en los penales.

Algunos piensan que la definición por penales no será perfecta, pero es el mejor desempate que se conoce. Que por lo menos es mejor que tirar una moneda. Que es una manera de definir un partido que por lo menos deja la suerte de los equipos en sus manos. Este último es un argumento que vale la pena examinar y dar vuelta.

Los penales no son una lotería. Esto es importante. Son un juego en el que gana el que mejor juega. Requieren sangre fría, temple, precisión, destreza y algo de suerte. Hay maneras de usar la ciencia para aumentar las chances de ganar en una definición por penales. Es mucho más fácil aplicar la estadística para ganar una definición que un partido, porque el penal es el fútbol reducido a su mínima expresión. Ya no es un juego colectivo, es un jugador que le pega a la pelota con el pie y un arquero que ataja o no. Al haber menos variables, es más fácil de calcular matemáticamente.

Entonces, todos saben que ganar una definición por penales depende de ellos mismos. Si hacen los deberes, si le indican al arquero adónde debe tirarse, si todos patean bien, ganarán. En el otro juego que se llama fútbol hay muchos más imponderables, mucha más incertidumbre. Ganar un partido depende de demasiadas circunstancias impredecibles, que están fuera del control de un técnico o alguien en particular. En cambio, con los penales eso no pasa tanto. Puede haber mala suerte, es cierto, pero es una situación infinitamente más controlable que el fútbol a cancha abierta.

Y precisamente ése es el problema. Demasiados equipos eligen no tomar riesgos, jugar a empatar, acumular gente en defensa y esperar que lleguen los penales, donde pueden ejercer más control sobre la situación. A veces pasa que los dos equipos tienen esa estrategia, y resultan partidos aburridísimos, indignos de un gran campeonato, en los que se juega a jugar lo menos posible. Después gana uno, y piensa que la estrategia dio resultado. El que pierde, se conforma con “por lo menos perdimos por penales, pero en la cancha no nos ganaron”.

Esto no ocurriría si los equipos no tuvieran en la cabeza la idea de que los penales dependen de ellos mismos. Hay que sacarles el control del desempate. La definición por penales debe reemplazarse por un sorteo. Cumplidos los 120 minutos, el árbitro tira una moneda; si sale cara gana uno, y si sale ceca gana el otro. Listo.

De esta forma, todos tienen 50% de posibilidades de ganar en caso de empate en la cancha. Y el 50% es inmodificable, no importa si uno tiene un arquero que ataja todo, ni si sus ejecutantes son infalibles. O ganás en la cancha, o te sometés a la verdadera lotería de la moneda.

Esto dará como resultado que más equipos, en particular los importantes, los que tienen mejores jugadores, van a querer evitar llegar a esa instancia. Si creen que pueden ganar, lo intentarán por todos los medios. Ya no se conformarán con empatar para definirlo en otra instancia, porque saben que pueden perder y les puede quedar la culpa de no haber dado todo lo que podían.

El razonamiento vale para los equipos que creen tener más de un 50% de chances de ganar en la cancha. Los equipos más modestos, los que piensan que tienen menos de ese porcentaje, tal vez vean al sorteo como un objetivo deseable. Pero para llegar a él deberán resistir ataques mucho más decididos del contrario, en el que operará el concepto inverso.

Esto no implica que se eliminarán los empates en 120 minutos. Seguramente los seguirá habiendo, y también seguirán ganando a veces los que juegan a empatar. Sin embargo, el empate será un castigo mucho mayor que ahora para el que no supo definir un partido. Y no habrá margen para la especulación. Al eliminarse el colchón, se generará un fútbol más sano.

Un lector: Todo esto es muy lindo para las fases eliminatorias, pero ¿no estará pensando que es atractivo definir la final de un Mundial por sorteo, no? ¿O está usted en curda?

Es cierto, señor lector, el sorteo en la final sería horrible. Hay que evitar que ocurra. Lograrlo es sencillo: si la final termina empatada, a los dos o tres días se juega un desempate. Así era hasta los ’80, la final del ’78 se hubiera repetido de haberse mantenido el empate de los 90 minutos. Pero esta segunda final se juega con una particularidad: si empatan en los 90, siguen jugando hasta que alguien haga un gol. No un alargue de 30 minutos con gol de oro. El que hace el gol gana, y si tienen que jugar siete horas, que jueguen (sí, ya se habló de esa posibilidad alguna vez desde esta firma).

Esto no se puede hacer más que en ocasiones especiales, y la final del mundo califica como ninguna otra. Nadie querrá someterse a semejante método de desempate, por lo tanto se buscará por todos los medios no llegar a esa instancia. Se redoblarán los esfuerzos para convertir, con lo que aumentarán las chances de que al menos uno de los dos equipos lo consiga.

Hay dos semifinales entre Italia y Alemania que sirven de ejemplo. Normalmente estos dos equipos están razonablemente contentos con ir a penales, a pesar de que Italia es habitual que pierda en esa instancia. En 1970, cuando se aplicaba lo que acá se propone, esto es sorteo luego de los 120, los 90 minutos terminaron 1-1. Y en los 30 restantes ambos fueron con todo, porque no querían empatar. Alemania, que había empatado en el descuento de los 90, se puso 2-1 apenas comenzado el alargue. A los tres minutos Italia niveló el marcador. Antes de terminar el primer tiempo del suplementario Italia se puso 3-2. Gerd Müller empató a los 5 del último tiempo, y un minuto después Gianni Rivera puso el 4-3 con el que terminó el partido, que clasificó a Italia a la final. Ya se ha notado alguna vez en este sitio que ningún partido terminó empatado en el alargue cuando el sistema preveía sorteo.

En el último campeonato, Italia y Alemania se encontraron de nuevo en la semifinal. Italia le había ganado fácilmente, 3-0 a Ucrania. Alemania había necesitado penales contra Argentina, y había demostrado destreza en la definición. Italia, que nunca había ganado una definición por penales en Mundiales, sabía que se enfrentaba a un equipo que nunca había perdido una. En los 90 minutos jugó como siempre y terminó 0-0. Pero los italianos estaban bastante convencidos de que no sólo en los penales perdían, sino que los alemanes tenían poco resto físico y preferían definir desde los 12 pasos. Entonces mandaron toda la carne al asador en el alargue. Italia jugó con cuatro delanteros: Totti, Del Piero, Iaquinta y Gilardino. Se fue con todo al ataque desde el primer minuto del suplementario y pegaron dos pelotas en los palos. El esfuerzo rindió sus frutos sobre el final, cuando consiguieron el gol de Grosso. Poco después, con Alemania lanzada en busca del empate, Del Piero aprovechó un contraataque letal para poner el 2-0 que llevó a la final a los azzurros, evitando los temidos penales.

Puede argumentarse que las definiciones por penales aportan emoción, son atractivas como espectáculo en sí, generan héroes y villanos y requieren respuesta ante la presión de la alta competencia. Es cierto. Está todo bien. Pero eso no es el fútbol. Para los que quieren eso, se puede organizar el campeonato mundial de definiciones por penales.

[Nota: este texto fue escrito antes del comienzo de los cuartos de final.]

Fútbol sin arcos

El principal obstáculo para el buen fútbol es el resultadismo, la obsesión de muchos por ganar a cualquier precio, sin que les importe lo deportivo. La raíz de este problema está en una de las reglas más antiguas del fútbol, que debe ser abolida de inmediato por el bien del juego.

El reglamento de la FIFA dice que el equipo que hace más goles gana el partido. En una época incluso decía que esa regla era la única que no se podía cambiar. Pero lamentablemente esta regla, que tantas satisfacciones ha otorgado a lo largo de los años, sufre demasiados abusos como para que sea aconsejable mantenerla. Por lo tanto, abolida ya la imposibilidad del cambio, es el momento de abolir los arcos para siempre.

De esta manera, los problemas del juego se resolverán de raíz y los jugadores podrán dedicarse al fútbol puro. Reaparecerán en abundancia la gambeta, las paredes, los sombreros, los caños y todos los lujos que hoy son dejados de lado en haras de lo práctico.

¿Cómo se implementaría esto? Sin arcos ya no habrá más necesidad de arqueros, por lo tanto jugarán dos equipos de diez contra diez. Tampoco es necesario mantener las áreas. El tamaño y la forma del terreno de juego pueden mantenerse igual, excepto que las líneas de meta se convertirán en líneas de banda y cuando la pelota las atraviese se cobrará un lateral. No hay más saques de arco, porque no hay más arcos. No hay más off-side ni jueces de línea. El resto de las reglas se mantendrán.

Ganará el partido el equipo que haga más toques consecutivos en cualquier momento de los 90 minutos. El objetivo es premiar la pelota dominada, con lo cual el equipo que no tiene la pelota deberá defender igual que ahora, pero no le valdrá para nada jugar sólo a tirar la pelota lejos. No importa el terreno cubierto ni los kilómetros corridos. Los diez jugadores pueden mantenerse parados si tienen la suficiente habilidad como para hacer más pases que el contrario.

¿Quién mide la cantidad de pases? Una mesa de control creada especialmente para medir la estadística completa. Si ambos equipos consiguen la misma cantidad máxima de pases, será ganador el que lo haya hecho más veces. Si persiste la igualdad, se tomará el segundo número máximo de pases y ganará el equipo que los haya realizado. Se continúa así hasta que uno de los dos equipos tenga una diferencia. En caso de no ocurrir, se jugarán dos tiempos adicionales de quince minutos.

Eliminando los arcos aparecerán nuevas tácticas que permitirán aprovechar toda la extensión de la cancha sin miedo a un gol en contra. Se destacarán muchos de los jugadores que se destacan ahora. La guapeza seguirá siendo virtud, seguirá habiendo valientes y cobardes, pero estos últimos perderán mucho más seguido. Se abrirá un abanico de posibilidades hasta ahora no pensadas, que revitalizarán el deporte como nunca en la historia.

Se necesitará generar un cambio en los espectadores. Aquellos impacientes a los que en realidad no les interesa el fútbol y lo único que quieren es ver goles de su equipo a cualquier precio deberán adaptarse o ver otro deporte. Al no haber más off-side, las mujeres podrán ver fútbol sin hacer tantas preguntas. Los que vayan a la cancha irán esperando sutileza en lugar de violencia.

Este cambio termina con los empates. Termina también con los jugadores troncos que sólo sirven para hacer goles sin tener la más mínima habilidad. Termina con la táctica de tirar centro a los altos, con los lujos intrascendentes, con los pelotazos desde lejos, con los equipos colgados del travesaño, con los travesaños. En fin, termina con la dictadura del resultadismo para dejar lugar a la pelota la piso, el toque, el juego coordinado, las pequeñas sociedades, la elegancia, la creatividad y todo lo que hace atractivo al verdadero fútbol.

Próxima entrega de Ideas que Jamás se Implementarán: el equipo de los excluidos.

Sin pensamiento lateral

Existen dos problemas en el fútbol actual. Se ha hablado bastante de la imperfección de los arbitrajes. Otro problema es la pobreza técnico-táctica. Ambos problemas parecen poco relacionados, pero ¿qué pasaría si existiera una solución única para los dos?

El fútbol va evolucionando, mutando, tomando cosas de otros deportes o adaptándose a las nuevas necesidades de las empresas y del público (en ese orden). De esa manera, cambian las tácticas y se van inventando posiciones dentro del campo del juego. Así es como los back hoy son los centrales; el centrehalf o centrojás es el volante tapón o 5; los entrealas hoy son mediapuntas. Se sabe que los wines se murieron (?) y que hoy juegan de “carrileros”; que los armadores si son feos son “enganches” y que si son más estéticamente bonitos, son “cinco-organizadores”. Pero hay dos posiciones que no se sabe bien quién inventó, ni cuándo fue: los laterales.

Generalmente el tipo que llega a primera como lateral se inició en las inferiores en otra posición y llegó a jugar de 4 porque el volante derecho que vino era mucho mejor que él o tenía mejor representante. El que juega de 3 antes jugaba de enganche, aprovechando que es zurdo y se lo mira con otros ojos. Pero después subió una categoría y ahí jugaban con línea de 4 en el medio y pasó a ser carrilero por izquierda. Pero la madre del que estaba se encamaba con el coordinador de inferiores, entonces él tuvo que pasar a jugar de 3. Así se crea una generación de jugadores frustrados y resentidos, con buen dominio de balón pero sin conciencia de marca o unos peones de ajedrez.

Está la otra posibilidad, que desde que se maximizó el uso de la pelota parada, el jugador que mide más de 1,85 (aparentemente) es útil en cualquier puesto del campo, sin importar si sabe hacer algo con la pelota en los pies. Así aparecen laterales alla Eber Ludueña, que no suelen pasar la mitad de cancha y si lo hacen es para hacer el ridículo. Así todos tienen que bancar en sus equipos a tipos que se sacan la pelota de encima, que el único recurso que tienen para salir es el pelotazo, que para marcar son medio matungos y suelen recurrir a movimientos anarmónicos y violentos para intentar sacarle el esférico al rival.

Ejemplos de estos tres casos sobran. Los hay en todos los equipos de nuestro fútbol vernáculo, mejor dicho. Es un puesto sin vocación. ni gratitud, al menos en nuestro país, sobre todo porque estamos muy faltos de ejemplos. Es poco probable que algún chico le diga a su padre: “yo quiero jugar como Mareque”. Es posible recordar algunos buenos ejemplos de laterales en Argentina, por ejemplo Marzolini —que vendría a ser como el iniciador en esa posición—, Tarantini, Enrique y Mareque (?). Sorín siempre fue muy discutido, Zanetti por duración, quizás Olarticoechea se pueda agregar y finalmente Clausen o Ibarra (nótese que más de uno recibió como apodo “El Negro”). Todos ya retirados, algunos retirados todavía en funciones (?)

Ya está, la posición de lateral en nuestro país se extinguió, pero sin embrago, se sigue insistiendo con la línea de 4 en el fondo. Hay que cortar por lo sano y prohibir que los equipos se desempeñen con esa táctica, por lo menos en nuestras ligas y sobre todo en el equipo nacional, que desde hace más de dos décadas no tiene un jugador verdaderamente digno en esa posición y soporta cualquier tipo de vejación al buen juego de los anteriormente nombrados.

Lo más probable es que a nivel local la medida genere un fútbol más atractivo. A nivel selección no habrá excusas, en poco tiempo estaría institucionalizada la defensa de 3 hombres y todos los que lleguen a primera deberían saber cómo hacerlo, y si tienen la oportunidad de defender la camiseta argentina ya habrán tenido suficiente experiencia.

Se podrá achacar a la idea de “bilardista”, pero no es así. Reducir los defensores y agregar hombres con manejo debería mejorar el ataque de los equipos y reducir la cantidad de troncos. Los técnicos que sepan aprovechar la regla para hacer un fútbol más o mejor ofensivo seguramente serán acompañados por el triunfo. Habrá más oportunidades de generar un juego basado en el toque.

¿Cómo se implementa una prohibición de estas características? Es la parte más complicada del plan, pero con la tecnología de hoy no hay por qué hacerse mala sangre. Se requerirá un chip en la camiseta de cada futbolista y otro en la pelota. Este chip registrará el número del jugador, el equipo y la posición durante todo el partido (el de la pelota sólo esto último). La posición puede calcularse por medio del GPS (tendrá que ser un GPS de buena resolución) o con algún sistema ad hoc ubicado en los límites del campo de juego.

De esta manera, se podrá confeccionar un mapa de los movimientos de cada jugador durante todo el partido. Esta tecnología, vale decir, puede tener muchas otras aplicaciones, por ejemplo saber al instante cada posición adelantada, conocer si la pelota entró en el arco o no, saber si la barrera se adelantó en un tiro libre, o si alguien se adelantó en un penal.

Pero lo más importante será el control táctico. En el sistema se definirá un parámetro sobre en qué consiste la línea de 4, cuál es la distancia relativa entre los defensores que sería violatoria de la regla (esto varía según la posición de la pelota, porque es lógico que cuando el rival está en el área de un equipo los defensores se amontonen más). Una vez acordados los parámetros, el sistema revisará cada partido. Verá en qué porcentaje del tiempo que un equipo no tuvo la pelota hubo cuatro defensores parados en la táctica prohibida. Si se excede cierto porcentaje, por ejemplo 50%, el equipo infractor recibirá una sanción que puede ser la quita de los puntos ganados en el partido.

La precisión del sistema puede ser tal que sirva como factor de desempate para campeonatos o descensos. Si hay igualdad de puntos, puede resultar favorecido el de menor promedio de porcentaje de línea de 4 en todo el campeonato o período a considerar.

La llegada de la tecnología al fútbol tarde o temprano se producirá. Es menester utilizarla no sólo para obtener mayor aplicación de las reglas del juego, sino también para lograr un fútbol más atractivo para todo el mundo.

Esta nota no hubiera sido posible sin el aporte de Günther.

Próxima entrega de Ideas que Jamás se Implementarán: la unificación de ligas.

El lateral y la mano

Los ingleses que hicieron el reglamento del fútbol la tenían clara. Los tipos entendían el juego y sabían cuáles eran las tendencias que había que alimentar y las que era bueno desalentar. Por ejemplo, hasta no hace mucho el saque del medio era un tiro libre indirecto, estaba prohibido hacer un gol antes de hacer un pase. Ese ajuste menor iba en una dirección loable: hay que disputar la pelota y correr el riesgo de que te la saquen. A eso se refiere uno cuando dice que la pelota está “en juego”.

Si miramos los deportes en los que una pelota se juega con la mano nos vamos a encontrar con canchas más chicas, menos jugadores y objetivos (“arcos”) de tamaño menor. En el basket el aro es apenas más grande que la pelota, en cambio en el fútbol el arco mide siete metros y la pelota no más de 30 centímetros (en el handball el arco es bastante más grande que en el basket pero no se puede entrar al área y hay arquero). Esto se debe a que, en general, la mano es más precisa que el pie para jugar la pelota. Se supone que si uno tira la pelota con la mano va a tener más chances de ponerla en el lugar deseado que si la tira con el pie. De ahí viene la expresión de que alguien pasó la pelota “como con la mano”.

De la misma manera, la mano es menos potente que el pie. Se puede mandar la pelota más exactamente pero no tan lejos. De ahí que las canchas de básquet, handball, vóley y waterpolo (?) sean más chicas que las de fútbol.

Ahora, ¿por qué los ingleses hicieron una regla tan poco intuitiva? El lateral es la única jugada del partido en el que un jugador de campo puede tocar la pelota con la mano legítimamente. En todas las demás ocasiones se usa el pie (en el pique es el árbitro el que usa las manos). La lógica indicaría que si la pelota se va del campo tendríamos que devolverla con el pie, igual que en el saque de arco y el córner. ¿Por qué no es así?

Porque los ingleses entendían el juego. La idea es jugar la pelota con los pies y ponerla en riesgo. El objetivo es que el contrario, teniendo la posibilidad de sacarte la pelota, no consiga hacerlo. Uno puede avanzar hacia el arco contrario usando numerosos recursos pero todos con el pie (o con la cabeza, pero nunca vi a nadie llegar al arco contrario haciendo co-ca-co-la; algo que, por otra parte, sería digno de verse). Cuando la pelota se va por el costado el equipo que no la perdió tiene la posibilidad de quedarse con la pelota en su poder en un lugar más o menos cercano al lugar donde estaba. Pero igual tiene que usar los pies y poner en riesgo el balón para llegar al arco.

También la forma de usar las manos es consistente con esta idea. No sé cuál es la manera menos eficiente de tirar una pelota con la mano, pero estoy seguro de que usar las dos manos sobre la cabeza no es la forma más potente. Fíjense cómo sacan los arqueros con la mano: usan una sola y estiran el brazo hacia adelante. Es el mismo movimiento que se usa en el básquet para hacer pases largos. Y en el básquet, si uno busca precisión para tirar al aro, usa lleva las manos arriba de la cabeza en una jugada similar a los laterales del fútbol. O sea que la forma de hacer el lateral que tan minuciosamente está explicitada en el reglamento (al punto de que hacerlo mal implica perder el lateral) es útil para precisión pero no la mejor para distancia.

Los tiros libres son con el pie y dan la posibilidad de patear la pelota sin oposición debido a que son castigos para el equipo que comete una infracción: se le priva de la pelota por un momento, y se le da al otro equipo más chances de controlar la jugada siguiente (de ahí lo de “libre” del tiro). En cambio, el lateral no proviene de una infracción sino de una acción propia del juego como sacar la pelota de la cancha. Fíjense que para las faltas menos graves como la obstrucción se sanciona un tiro libre indirecto, que obliga a poner en juego la pelota para poder hacer un gol. No se quiere castigar tanto al equipo infractor en esos casos.

Si el lateral se hiciera con el pie se acabaría esta sutileza y los laterales desembocarían demasiado seguido en centros al área. Y, si fueran tiros libres directos, podría hacerse un gol directamente desde el lateral. O sea que el equipo que sacó la pelota de la cancha en una acción común del juego podría encontrarse con un gol en contra desde esa misma acción, sin tener la chance de disputar más la pelota (por más que se pueda parar el remate).

¿Por qué Bilardo quiere eso entonces? Porque Bilardo prefiere que piense el técnico en lugar de los jugadores. El lateral con el pie le da más poder a los DTs, y requiere menos técnica para llegar al gol. Eso es bajar el nivel del juego. El fútbol consiste en jugar contra adversarios que tratan de sacarte la pelota, y la idea es superarlos. Si no te la pueden sacar y te bajan conseguís un tiro libre donde tenés la chance de llegar al arco con menos esfuerzo, con un centro preciso y un buen cabeceador podés tener un gol. Pero ese gol llega como premio a la jugada con pelota en movimiento que el contrario se vio obligado a interrumpir porque no podía anular lo que estabas haciendo con armas lícitas.

Podemos mencionar, anecdóticamente, que el lateral con la mano le sirvió a la selección de Bilardo como recurso para evitar la marca personal del peruano Reyna a Maradona. Reyna no se le despegaba nunca y a Maradona le era muy difícil manejar la pelota. Entonces Bilardo decidió que Diego Armando hiciera los laterales. De esa manera tenía que haber unos metros libres alrededor de él y le podían devolver la pelota con algo de tiempo para maniobrar antes del regreso del marcador. Esto se podía haber hecho con el lateral con el pie pero dudo de que, en ese caso, un equipo de Bilardo fuera a resistir la tentación de hacer jugadas preparadas en un partido tan importante y difícil. Con esto quiero decir que el lateral con la mano permite a los técnicos que saben, como Bilardo, decisiones creativas que beneficien al equipo.

Nótese que en el fútbol de salón se usa el lateral con el pie. Esto tiene que ver con las dimensiones de la cancha, en la que se puede hacer con la mano lo que en una cancha de 11 se podría hacer sólo con el pie: mandar la pelota desde la mitad de la cancha al área.

Dos últimas cuestiones. La primera es la excepción que se hace para el lateral en la ley del offside. No se hace ni para los tiros libres ni los penales. Se exceptúa al lateral porque es una habilitación con la mano, menos potente que con el pie, y la idea del offside es eliminar a los pescadores que esperan solos un pase desde muy lejos.

La segunda es aclarar que el córner tiene un espíritu distinto al del lateral. Parece haber una contradicción cuando digo que sacar la pelota de la cancha no es infracción y por eso no se cobra tiro libre, pero al salir por atrás del arco propio se cobra algo equivalente a un tiro libre directo (notar que al principio era también indirecto). Acá la idea es premiar al equipo que llegó cerca del arco, bajo la presunción de que alguien no va a sacar la pelota por atrás de su arco si tiene otra posibilidad. No se cobra algo equivalente al lateral porque algo así cerca del arco sería una ventaja excesiva para el equipo atacante. Entonces llevamos la pelota hasta la esquina y pateamos.

En algún próximo post tal vez haga una lista de reglas que sí cambiaría en el fútbol, así les termino de demostrar que sé más que Bilardo (?).

Semiología de los cambios

Los directores técnicos están gritando todo el partido, pero el momento en el que realmente están diciendo algo sobre el equipo es cuando hacen los cambios. Puede no reflejar el desarrollo del partido, pero es el mensaje que, queriendo o no, el técnico manda. Hay una serie de códigos que se aplican a esta posibilidad reglamentaria, que intentaremos explorar a continuación. Van algunas, se aceptan otras:

  1. Si se hace un cambio en el entretiempo significa que el equipo venía mal y debe cambiar bastante su manera de jugar. Más todavía si se hace dos o tres cambios en ese momento.
  2. Si se hace un cambio antes del final del primer tiempo es aún peor: se está reconociendo un baile y no hay tiempo ni para esperar la pausa porque se corre el riesgo de ser goleado.
  3. Si se hace un cambio a los 5 minutos del segundo tiempo es porque el técnico cree que una modificación sería útil pero no quiere hacerla en el entretiempo para evitar que se interprete lo del inciso 1.
  4. Si se reemplaza a un jugador que entró como suplente se lo quema para toda la cosecha, por más que el cambio sea táctico. Si el cambio es necesario por alguna expulsión igual se debe sacar a alguien que haya jugado desde el principio.
  5. Si pasa un buen rato del segundo tiempo sin hacer cambios es porque el técnico piensa que se está jugando bien.
  6. Si se cambia al jugador que es eje del juego del equipo antes de los 40 del segundo tiempo es una indicación de que el DT perdió fe en el sistema de juego y está algo desesperado. Es probable que se produzca un gol del contrario. A menos que el partido esté absolutamente controlado y/o haya una buena ventaja.
  7. Si el equipo está perdiendo e ingresa un defensor es que el técnico no ve salida.

En general todo esto pierde vigencia ante la fuerza mayor, por ejemplo en caso de lesión.