Historias sin conflicto

El acusado
Roberto fue arrestado por un crimen que había cometido. Fue sometido a juicio y condenado a una pena razonable. Luego de pagar su deuda a la sociedad, quedó libre.
El reemplazo
Sergio alquiló una película y cuando llegó a su casa y la puso vio que la copia estaba dañada. Como todavía el video club no había cerrado volvió y, luego de pedirle disculpas, le cambiaron la copia por otra cuyo buen estado verificaron.
La fuente
Ponce de León llegó a América dispuesto a encontrar la fuente de la juventud. Preguntó a los nativos, quienes con toda amabilidad le indicaron el camino. Ponce siguió las instrucciones y la encontró. Bebió de esa fuente y recuperó sus rasgos juveniles. Enseguida llenó un balde con el mágico elixir, y volvió a España a contarle al rey su hallazgo.
El colectivo
Daniel llegó a la parada y esperó al colectivo. Luego de un tiempo razonable llegó. Daniel lo paró y se detuvo. Subió e insertó en la máquina las monedas que había preparado. La máquina le expendió un boleto, que Daniel conservó hasta el final de su viaje. Cuando estaba por llegar, tocó timbre y bajó por la puerta trasera.
El ciudadano
Luego del fallecimiento de Charles Foster Kane, un periodista inició una investigación para dar con el significado de lo último que había dicho, “rosebud”. Fue a la espléndida mansión del magnate fallecido, donde encontró a su mayordomo, que por mil dólares le mostró el trineo con el que Kane jugaba cuando era niño. El trineo tenía pintada la palabra “rosebud”.
Nota: cuando esta historia fue llevada al cine, el multimillonario que había inspirado al autor se asumió como tal y escribió una autobiografía que le sirvió para obtener grandes ganancias, y también para publicitar la película.

Irreconocible

Soy muy malo para reconocer a la gente. En general lo logro hacer cuando el encuentro se produce en cierto contexto. Se generan algunas pistas que me permiten razonar quién puede ser la persona que me saluda. Hay ocasiones, sin embargo, en las que me encuentro gente fuera del contexto original. En general salgo del paso de alguna forma, pero rara vez me doy cuenta de quién se trata.
La clave es ese contexto. Cuando me miro al espejo, por ejemplo, noto que la persona que me mira soy yo. Sin embargo, la vez que me encontré por la calle, no me di pelota. Me soné conocido, sí, y pude ver que yo le sonaba conocido a quien en ese momento pensaba que era otra persona. Los dos nos mirábamos, tratando de que el otro no se diera cuenta y al mismo tiempo tratando de que nos viniera a la mente de quién se trataba.
Finalmente ambos decidimos ignorarnos y seguimos nuestro camino. Después de varias horas caí en la cuenta de que la persona que había visto no era otro que yo mismo. Y como él era yo mismo, tampoco me reconoció a mí.
Fue una lástima. Seguramente hubiera podido tener una conversación muy interesante con mí mismo. Otra vez será.

La selva dialoga con las cataratas

—¿Podés dejar de salpicarme?
—Lo hago por tu bien. Si no llegara mi agua, no serías selva, serías desierto.
—Pero puede llegar sin que me salpiques. Tengo subsuelo, no sé si sabías.
—Lo siento, pero si querés que llegue agua a tu subsuelo debe bajar por alguna de mis cascadas.
—¿Y no podés hacerla bajar más suavemente?
—Yo no soy responsable de eso. Sólo soy la catarata. Vas a tener que hablar con el agua, o con la gravedad.
—Ya sé, el tema es que no me contestan. ¿Tenés alguna llegada a ellos?
—No, ellos son los que tienen llegada a mí.
—Bueno, está bien, tendré que arreglarme por mi cuenta. Creo que voy a hacer crecer una fila de árboles a los costados del río.
—No, si hacés eso dejan de venir los turistas.
—Qué querés, no soy responsable de eso. Hablá con los turistas.
—Ta bien, voy a ver si puedo salpicar menos. Qué desastre, ya no se puede estar en paz sin que vengan los vecinos a protestar por cada detalle. Esto en Europa no pasa.

La tos del mar

En el mar, un pez ve sal. Por su bien, se va. Por la luz del Sol, un can lo ve. El pez no ve al can. Dios ve a los dos, mas el pez y el can no lo ven a él.
La sal del mar va al pez, que se va de la luz. El can no lo ve más. El pez ya se fue. ¿Qué va a ser de él? Va a ir al sur, a ver si no hay sal.
El can da un la. Su voz va bien por la sal del mar, la que el pez no ve tan bien. Es que al pez la sal le da tos, y al can le da voz.
La tos no se va con el plan del pez de ir al sur. Sí con un buen té, o un pan con nuez, que en el mar no hay. El pez va de mar en mar con su tos. La tos va de mar en mar con el pez, y de pez en pez por el mar.
Al mar le da tos. Y la tos le da al que va al mar. El can va al mar y sí, le da tos. Su voz se va. Chau voz, no más guau, no más la. ¿Por qué se va la voz del can? Por la sal que Dios dio al mar.

Lluvia de botas

Se largó una lluvia de botas
de botas de lluvia
no son muy duras
son botas de goma
pero el impacto duele
cada uno duele más que el siguiente
tengo puestas mis botas
porque estaba previsto que lloviera
pero no me protegen
porque no están diseñadas para esta clase de lluvia
las botas siguen cayendo
son botas de goma
son resbalosas
pero sólo si están mojadas
por suerte, ahora no está lloviendo agua
sólo botas
me está empezando a doler la cabeza
busco un balcón
no hay ninguno
en la otra cuadra hay
voy hacia allá
mientras tanto sigue ocurriendo lo mismo
botas de lluvia caen sobre mi cabeza.

Mi experiencia en África

Me esperaba una temporada de safaris muy movida. El avión que me llevaba a África, poco antes del aterrizaje planeado, se estrelló sin que quedaran sobrevivientes.
Cuando llegué al aeropuerto me encontré con que mi equipaje se había perdido. Esto era un grave inconveniente, tendría que comprar todo lo necesario en Lagos, Nigeria, que era la ciudad desde donde partiría en busca de aventuras. Como no quería pagar de más por ser turista me adentré en la ciudad y sin darme cuenta llegué a un barrio poco recomendable. Me vi rodeado por un grupo de personas de color con cara no muy amistosa, que me pedían que les diera mi dinero y otras pertenencias que ellos pudieran cambiar por más dinero. Les di todo lo que tenía: mi plata, mi reloj, mi sombrero y mis demos de Band on the Run. Pero eso no los conformó, tenían la sospecha de que yo ocultaba algo. No los pude convencer de la falsedad de esa sospecha y me degollaron.
Comencé igual mi safari, nada iba a impedir que yo concretara el propósito del viaje. Durante los primeros días en la sabana no ocurrió nada demasiado interesante. Hasta que una noche estaba durmiendo en mi carpa, y se acercó un leopardo. Se acercó sigilosamente, sin despertarme. Me había elegido como presa, y concretar ese plan le fue fácil dado que yo estaba durmiendo y antes de que pudiera darme cuenta de algo me había mordido la carótida y me estaba devorando.
En aquel lugar el sol pegaba muy fuerte. Ahora entendía por qué la selección natural había dado tez negra a los nativos de este lugar. Por suerte estaba preparado y llevaba protector solar. Pero luego de un tiempo se me acabó la provisión dado que mis anteriores percances me habían reducido el presupuesto previsto, y el sol empezó a tener consecuencias nefastas. Desarrollé una variedad particularmente dañina de cáncer de piel, que, al no contar con apoyo médico adecuado, en poco tiempo fue fatal.
Como no sé mucho del idioma que se habla en Nigeria, el inglés, en mi camino de regreso a Lagos no pude leer los pocos carteles que existían. Sabía de la historia turbulenta de ese país y de las revoluciones que se han sucedido, pero no estaba al tanto de la existencia de campos minados. Y esto era lo que se advertía en los carteles que no sabía leer. Eso provocó que, desafortunadamente, yo pisara una mina largamente abandonada, y que la explosión resultante devastara todo lo que había en 100 metros a la redonda.
Cuando llegó el momento previsto volví a mi país. El viaje me había convertido en una persona mejor. Había crecido mucho y había desarrollado ganas de estabilizarme. Pronto conocí a una mujer, nos enamoramos, nos casamos, formamos una familia y todos vivimos felices para siempre.

Prosa del Tetris

Los errores son subsanables.
Cuando se hace bajar una pieza, calculada para que entre perfectamente en el hueco que nos hará eliminar tres o cuatro filas en un solo movimiento, a veces ocurre que nos equivocamos y la colocamos justo al lado de donde debía ir. Pero no hay que desesperanzarse. El Tetris casi siempre da otra oportunidad.
Lo más probable es que esa chance no sea inmediata. Aún cuando venga otra vez la misma pieza, es posible que nuestro error haya bloqueado el hueco. Entonces hay que empezar de nuevo, con menos margen para el error.
La buena noticia es que, probablemente, gracias al error no hayamos pasado de nivel, y la velocidad con la que las piezas bajan se mantenga por el momento. Es frustrante tener todo cerca de resolverse y, por un error de cálculo, aumentar el trabajo. Pero el Tetris, como la vida, es así.
Por eso hay que tener paciencia. Si sabemos jugar, llegará el momento en el que destruyamos las filas que sólo existen por nuestro error y volvamos a estar en condiciones de llegar a nuestro hueco original. En el proceso, habremos ganado puntos.
Cuando volvamos a tener la oportunidad de colocar la pieza en el hueco correspondiente, para eliminar las filas que antes no habíamos podido, es conveniente no apurarse. Es probable que la pieza baje más rápido que en la ocasión anterior, sin embargo siempre hay tiempo de calcular con menos distancia si la estamos haciendo bajar por la columna correcta.
De cualquier manera, no conviene esperar a que aparezca alguna forma en particular. Es muy tentador armar bloques que sólo puedan ser destruidos por la figura formada por cuatro cuadrados en columna. Pero esa figura tiene la costumbre de hacerse esperar justo cuando se la necesita. Es preferible hacer alguna concesión, sacrificar por un momento la pureza de nuestra partida para ir limpiando las filas que se pueda. De esta manera ganaremos tiempo y evitaremos esperar inútilmente figuras que pueden aparecer demasiado tarde.
Hay que saber aprovechar lo que se nos ofrece. Cuando la vida nos da limón, hay que hacer limonada. En el Tetris ocurre lo mismo. Está bien que es frustrante cuando aparece diez veces seguidas la misma figura, y no hay manera de formar un bloque coherente sólo con una. Pero no hay que desesperar. La seguidilla terminará, tarde o temprano, y no debemos arruinarnos la construcción al frustrarnos por situaciones que le pueden pasar a cualquiera.
De cualquier manera, está claro que llegará un momento en el que la velocidad será demasiado para nosotros. Lo que se puede hacer es tener la mayor cantidad posible de espacio libre cuando vamos palpando que el final se acerca. De este modo, ganaremos valiosos milisegundos que podremos utilizar para colocar muy rápidamente las piezas en el mejor lugar posible, y así ganar puntos que otros perderían sólo por desesperación. En el peor de los casos, demoraremos unos segundos lo inevitable. Hay que tener en cuenta que cuidar estos detalles puede ser la diferencia entre quedar afuera o entrar en el ranking.

Vertientes

Había una vez un partido de derecha que tenía distintas ramas. Una de las ramas estaba a la izquierda, la otra a la derecha. La rama de la derecha estaba, a su vez, dividida en una rama de derecha y otra de izquierda, y la rama de la izquierda tenía un segmento más a la izquierda y otro más a la derecha.
También había un partido de izquierda que tenía una rama más a la derecha de la otra, y a su vez ambas ramas estaban divididas en un lado izquierdo y otro derecho.
Los del lado derecho de la rama derecha del partido de izquierda tenían opiniones muy cercanas a los del segmento de la izquierda de la rama de izquierda del partido de derecha. Muchas veces, ante una propuesta de uno de esos dos sectores apoyada por el otro, los de la izquierda más izquierda acusaban a los de la izquierda de derecha de ser derechistas; y los del lado derecho del partido de derecha acusaban a los de la izquierda derechista de ser izquierdistas.
De la misma manera, los de más a la izquierda acusaban de derechistas a todos los demás. Los más cercanos a ellos, esto es la rama derecha de la rama izquierda del partido de izquierda, se enojaban de ser acusados de derechistas y a su vez acusaban de izquierdistas a sus correligionarios.
En un momento, la rama izquierda de la rama derecha del partido de derecha se corrió a la izquierda. Entonces el partido de derecha quedó con una rama a la derecha, dos ramas a la izquierda de ella pero una a la derecha de la otra y una rama izquierda. A su vez, algunos de la rama derecha que había pasado a ser izquierda no estaban conformes con el cambio y formaron una nueva rama izquierda de la rama derecha del partido de derecha, quedando el partido con cinco subramas en total. No hay que olvidar, de todos modos, que se trataba de un partido de derecha y por lo tanto todas las ramas estaban a la derecha del partido de izquierda.
En el partido de izquierda también se producían divisiones. Una facción quiso captar al electorado de derecha descontento con los cambios en su partido. Se creó entonces una rama de izquierda derechista que estaba a la derecha de todas las ramas de su partido y también a la derecha de la rama más izquierdista del partido de derecha. Los otros miembros de su partido los trataban de derechistas, y los miembros del partido de derecha que habían quedado a su izquierda seguían tratándolos de izquierdistas. Las otras ramas del partido de derecha seguían viéndolo a su izquierda.
De repente, en la rama derecha del ala izquierda del partido de izquierda empezaron a pensar que el cambio de la vertiente más derechista de su partido era positivo pero no suficiente. Había que adaptarse a los nuevos tiempos, decían. Y formaron un nuevo partido de izquierda que se ubicó a la derecha de la rama izquierda del ala izquierda del partido de derecha. Pero no se afiliaron al partido de derecha, porque sus convicciones no se lo permitían.
Entonces se daba el caso de que había dos alas izquierdistas que eran más de derecha que algunas vertientes del partido de derecha. Estas ramas eran vistas como izquierdistas por los de derecha, por derechistas por los de izquierda y como representantes de la nueva política por ellos mismos.
Todo se agravó cuando la vertiente izquierda del ala derecha del partido de derecha eligió pasarse al partido de izquierda, pero como un fuego de artificio para captar votos, sin cambiar sus ideas. Esto provocó, primero, un cisma en esa rama, parte de la cual siguió siendo la rama izquierda del ala derecha del partido de derecha. Pero la otra parte se autoproclamaba como la rama izquierda del ala derecha del partido de izquierda, lo cual les causaba problemas con la verdadera rama izquierda del ala derecha del partido de izquierda, que los acusaba de derechistas y de querer confundir al electorado.
Cuando se acercaban las elecciones ambos partidos hicieron internas para definir a sus candidatos. Cada rama postuló a sus representantes. El electorado del partido de izquierda debió elegir entre la rama izquierda del ala izquierda, la rama derecha del ala izquierda que se había volcado a la derecha, la rama izquierda del ala derecha del partido de derecha que se decía la rama izquierda del ala derecha del partido de izquierda, la verdadera rama izquierda del ala derecha del partido de izquierda y la rama derecha del ala derecha del partido de izquierda, que se había volcado a la derecha, quedando más a la derecha que algunos de sus colegas de derecha. Cada uno de los candidatos explicaba por qué era la opción más válida de la izquierda y cómo los demás no eran la verdadera izquierda.
En el partido de derecha se podía elegir entre el ala izquierda, la rama izquierda del ala que antes era izquierda y ahora era central, la rama derecha de esa misma ala, lo que quedaba de la rama izquierda del ala derecha y la rama derecha del ala derecha. Cada rama intentaba convencer a todos de su condición de derechista indudable.
La lista que resultó elegida por el partido de izquierda se alió, para las elecciones generales, con la más afín de las listas del partido de derecha, armando un frente que a los de izquierda les parecía de derecha y a los de derecha les parecía de izquierda. La lista elegida en el partido de derecha se alió con la vertiente que se había volcado falsamente a la izquierda, dando la impresión a los que estaban más a la derecha de ser izquierdistas, pero de ser derechistas a los que estaban más a la izquierda.
En la elección general ganó uno de los dos partidos, que en el ejercicio de su gobierno tuvo la oposición permanente de los miembros del otro, excepto aquellos que, sin abandonar sus convicciones, habían aceptado cargos en el nuevo gobierno. Pero como no se desafiliaron a su partido de origen, los miembros de la rama más distante del gobierno los tildaban de opositores. Al mismo tiempo los de su propio partido los tildaban de traidores y oficialistas.
Luego de algunos meses de gestión algunos funcionarios se alejaron del gobierno, según sus palabras “asqueados del juego sucio de la política”. Ellos se fueron de sus respectivos partidos y formaron uno nuevo, el Partido del Nuevo País. Para las siguientes elecciones el Partido del Nuevo País no pudo elegir un candidato y se presentó con dos listas separadas, una de izquierda y otra de derecha.

¿Quién mató al mayordomo?

Los invitados de Roy Ascot se pasmaron al recibir la noticia. Bruce, el fiel mayordomo del señor Ascot, fue encontrado muerto en la cocina poco después del comienzo de la fiesta. La policía fue avisada en el acto y concurrió minutos después. El primer recaudo que tomaron fue impedir la salida de los invitados. Por el momento eran todos sospechosos.
La duquesa de Weybridge se indignó, dentro del dolor que sentía, de que se sospechara de ella. Roy Ascot quiso aclararle que no era algo personal, pero no pudo, porque justo en ese momento se le mezcló el dolor que sentía con la indignación producida por la indignación de la duquesa. Entonces acudió la joven Jennifer Menlove a reemplazarlo. Ella le explicó a la duquesa que la policía no sospechaba especialmente de ella, ni de nadie.
Mientras tanto, todos los invitados trataban de contener las lágrimas. No estaba mal visto llorar en una circunstancia así, pero estaban acostumbrados a esconder sus emociones. Eso los había llevado a la privilegiada posición social que habitualmente disfrutaban. Sin embargo, se notaba en las caras el esfuerzo. De tanto intentar no llorar, los rostros estaban rojos.
Todos menos el de John Swood. El visitante de Manchester no parecía demasiado contrariado por lo que ocurría. Al contrario, se le notaba interés por encontrar a alguien con quien proseguir las conversaciones que venía manteniendo antes de que la noticia irrumpiera en la fiesta.
Esa actitud despertó las sospechas de Lord Esher, que rápidamente le comentó a su amigo Chester Woolton que lo había visto discutiendo con el mayordomo un rato antes. Chester se enojó y resolvió acercarse a estudiar su conducta.
Entonces, Chester Woolton entabló con John Swood una conversación sobre un tema banal. Mientras Swood hablaba, Woolton lo miraba con detenimiento, estudiando la expresión. Swood se sintió observado, pero siguió hablando, le pareció que era bueno que le prestaran atención. Woolton, mientras tanto, lo miraba profundamente a los ojos, buscando la verdad que debía encontrarse en algún punto de ellos. Pero encontrarla le resultó difícil porque para disimular la observación estaba asintiendo a intervalos regulares mientras Swood le conversaba. Pronto empezó a dolerle la cabeza.
En un momento, la duquesa de Weybridge entró en llanto. Se desesperó y se encerró, nerviosa, en el baño. Mientras Jennifer Menlove golpeaba la puerta, la sospecha invadió a algunos de los invitados. “Es curioso”, murmuró el profesor Arthur Kenwood, “esa no es la conducta de una persona inocente”. No había alcanzado a formar la acusación en su cabeza cuando Patrick Henley, que estaba al lado, le dio la razón de manera absoluta.
“Tiene razón, la duquesa es la asesina”, exclamó Henley mientras corría hacia la puerta del baño. Jennifer Menlove lanzó un alarido cuando lo vio acercarse. Varios invitados salieron corriendo detrás de él. Intentaban evitar que le hiciera daño a la duquesa, salvo uno que le daba la razón y tenía ganas de acompañarlo mientras la azotaba. Se trataba de Lord Esher. Pero ambos fueron contenidos por los otros invitados, que insistían en mantener la compostura y dejar que los policías hicieran su trabajo.
John Swood aprovechó el momento para proponer jugar a algo mientras esperaban. Un ruido muy fuerte recorrió el salón cuando los otros invitados se agarraron la cabeza al mismo tiempo. Se produjo una protesta general, en la que no se pudo oír a ningún invitado por encima de otro. Todos tenían argumentos distintos, aparentemente, pero ninguno aceptaba la idea de hacer algún juego de fiesta. Sí, habían ido para eso, pero las circunstancias habían cambiado y era menester mantener el decoro adecuado.
John Swood no llegó a entender lo que le decían, aunque sí entendió el concepto, y se fue a sentar a un rincón. Se llevó sólo una botella de vino para que le hiciera compañía. Pocos minutos después, al verlo beber en forma irritante, el anfitrión Roy Ascot se acercó, le entregó una copa y volvió a alejarse.
Los otros invitados estaban de pie. Se miraban nerviosamente. La duquesa de Weybridge continuaba en el baño. Jennifer Menlove y algunos de los invitados más fuertes estaban en las cercanías de la puerta, por las dudas de que apareciera alguien más dispuesto a ejercer violencia.
Pero nadie lo hacía. Todos se limitaban a lanzarse miradas acusadoras. Hasta que Patrick Henley se cansó y decidió sentarse. Esto confirmó las sospechas de algunos de los invitados. Era evidente que se sentaba porque no podía sostener la culpa. Sin embargo, nadie lo fue a increpar. Preferían acusarlo cuando fuera su turno de hablar con la policía. En algún momento iban a terminar de analizar la cocina, donde se había encontrado el cuerpo, e iban a pasar a las entrevistas con cada invitado, en las que podrían dilucidar quién decía la verdad y quién mentía.
Pero el cuerpo policial no pensaba hacer eso. A decir verdad, no lo necesitaban. La escena del crimen era lo suficientemente clara, y al rato salieron a anunciar el esclarecimiento de la muerte de Bruce. Los invitados suspiraron aliviados cuando se enteraron de que todas las pistas apuntaban al suicidio.

Los postes juegan

Después del puntapié inicial agarró la pelota el marcador. Se la pasó al esférico, quien tocó hacia el travesaño. Pero en ese momento marcó el técnico y rápidamente descargó para la hinchada. La hinchada avanzó unos metros y le pasó la pelota a la dirigencia, quien tiró una pared con el árbitro antes de pasársela a los sponsors en la puerta del área. Pero su remate fue contenido por los guantes. Rápidamente se produjo el saque de arco y pelearon la pelota en la mitad de la cancha el temple y la mística copera. Ganó esta última, pero la pelota se fue al lateral y quedó para el contrario. Sacó el lateral un inadaptado, quien le pasó la pelota al palco oficial y la recibió de nuevo con el pecho. En ese momento lo venía a marcar la historia pero pudo descargar rápidamente hacia la suerte de campeón, quien hizo un pase en profundidad para la camiseta. En una acción veloz la pelota estaba en poder de los huevos y salió un pase hacia el punto del penal. El pase fue interceptado por la mufa, que pateó al arco y erró.
El equipo contrario salió jugando con el comentarista, quien gambeteó a un par de atacantes contrarios y le pasó la pelota al palo, que estaba en posición de 5. Bajó hasta allí el cartel electrónico y empezó a tejer los hilos de una jugada muy interesante. Picó por la izquierda un millón de dólares, y por la derecha el volumen de juego. De esta manera arrastraron las marcas y dejaron libres al cansancio, que recibió un pase exacto y estaba por concretar cuando cortó la altura. En una fracción de segundo la altura tiró un pelotazo para el kinesiólogo, que eludió con un caño a la cinta de capitán. Enseguida habilitó al menisco externo, quien antes que lo pudiera impedir el fantasma del descenso dio un pase a la red.